Gálatas 4:13-15 RVC
13 Bien saben ustedes que, debido a una
enfermedad del cuerpo, les anuncié el evangelio al principio,
14 y ustedes no me despreciaron ni desecharon
por la prueba que tenía en el cuerpo, sino que me recibieron como a un ángel de
Dios, como a Cristo Jesús.
15 ¿Dónde, pues, está esa satisfacción que
experimentaban? Yo doy testimonio de que, de haber podido, ustedes se habrían
sacado sus propios ojos, para dármelos.
Pablo no era el prototipo del ministro
todopoderoso inmune a cualquier mal. En II Corintio 11:23-33 expone un largo
listado de dificultades y peligros que le habían sucedido, pero eso fue hacia
el año 57 y su ministerio siguió hasta el año 64 o 67, es decir que eso no fue
todo. En este pasaje de Gálatas está hablando de una enfermedad que no se
especifica, aunque algunos han hecho distintas especulaciones.
¿Cómo era posible que el apóstol que podía
hacer milagros extraordinarios no fuera capaz de recibir sanidad instantánea de
ese problema? Si lo relacionamos con otro pasaje obtendríamos la respuesta:
2 Corintios 12:7-10 RVC
7 Y para que no me exaltara demasiado por la
grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero
de Satanás, para que me abofetee y no deje que yo me enaltezca.
8 Tres veces le he rogado al Señor que me lo
quite,
9 pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes
más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por eso,
con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de
Cristo repose en mí.
10 Por eso, por amor a Cristo me gozo en las
debilidades, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones y en las
angustias; porque mi debilidad es mi fuerza.
Hay alguna controversia en la interpretación
de este pasaje y algunos opinan que no se trata de una enfermedad física ni es
lo mismo que se narra en Gálatas, sino más bien una especie de “opresión
espiritual”. Puede ser aunque personalmente me inclino a pensar que sí lo era y
creo que la otra interpretación puede llevar a una aplicación peligrosa.
Lo cierto es que Pablo tuvo una
enfermedad y se prolongó por lo menos
durante un buen tiempo, y por esa enfermedad fue a Galacia, se supone que a
tratarse.
El asunto es que, a pesar de esas
dificultades y enfermedades, Pablo siguió compartiendo el Evangelio y los
gálatas lo aceptaron y fueron salvos. Es cierto que la iglesia de Galacia
atravesó luego otras dificultades y errores doctrinales, pero, de hecho, fue la
única iglesia que, hacia el final del siglo IV había evangelizado más allá de
las fronteras del Imperio Romano, precisamente a los galos.
¿Podemos decir hoy lo mismo? ¿No se toma
muchas veces la prosperidad económica y una vida libre de problemas y
enfermedades como señal de aprobación divina, y lo contrario como señal de
“falsedad doctrinal”? ¿No lleva esto, tarde o temprano, a una vida de
apariencias, a ocultar la realidad y los problemas que viven los líderes, a
presentar un Evangelio artificial, irreal, fantasioso, que deja a la gente
finalmente frustrada y apartada del Señor?
Al tiempo de escribir este artículo, me
consta de un pastor de una iglesia grande de mi ciudad que ha atravesado o está
atravesando por alguna enfermedad complicada. Pero es una información a través
de comentarios de conocidos, de allegados, nada oficial, nada que se haya dicho
públicamente, algo que permanece en el “cono de sombras”, finalmente un motivo
más de “chismes y rumores”. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Por qué privar a la iglesia de la oportunidad de orar por su
pastor? ¿Por qué no recibir las oraciones fieles de los hermanos? ¿Por qué dar
una imagen irreal, “sobrehumana”?
Amados, analicemos nuestra propia vida:
¿estaríamos dispuestos a escuchar a un predicador pobre y zaparrastroso? O sin
llegar a eso, ¿estaríamos dispuestos a escuchar a un predicador que esté
atravesando por alguna enfermedad o dificultad económica o incluso familiar? ¿No
es verdad que muchas veces nosotros mismos nos sentimos, o nos hemos sentido,
espiritualmente mal y lejos del Señor por estar atravesando dificultades
económicas, de salud o familiares? ¿No nos hemos retraído de hablar la palabra
o testificar de Cristo debido a nuestra situación? ¿No hemos sido “apartados”
sutilmente del servicio o la comunión por ello?
Proverbios 19:4 RVC
4 Las riquezas atraen a muchos amigos, pero
del pobre hasta sus amigos se apartan.
Proverbios 19:7 RVC
7 Al pobre, sus hermanos lo aborrecen, y
hasta sus amigos se apartan de él. Busca palabras, pero no las encuentra.
Pero el Señor dice:
Santiago 2:5-6 RVC
5 Amados hermanos míos, escuchen esto: ¿Acaso
no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y
herederos del reino que él ha prometido a los que lo aman?
6 ¡Pero ustedes han despreciado a los pobres!
¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes los llevan
ante los tribunales?
Y aún agrega:
Hebreos 11:32-38 RVC
32 ¿Y qué más puedo decir? Tiempo me faltaría
para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de
Samuel y de los profetas,
33 que por la fe conquistaron reinos,
impartieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,
34 apagaron fuegos impetuosos, escaparon del
filo de la espada, sacaron fuerzas de flaqueza, llegaron a ser poderosos en
batallas y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros.
35 Hubo mujeres que por medio de la resurrección
recuperaron a sus muertos. Pero otros fueron atormentados, y no aceptaron ser
liberados porque esperaban obtener una mejor resurrección.
36 Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta
cadenas y cárceles.
37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba,
muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro cubiertos de pieles de
oveja y de cabra, pobres, angustiados y maltratados.
38 Estos hombres, de los que el mundo no era
digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y
por las cavernas de la tierra.
Estos héroes de la fe no conquistaron nada,
humanamente hablando, pero era tal su santidad y riqueza espiritual que el
mundo, literalmente, no merecía tenerlos.
¿Podremos escucharlos? ¿Podremos nosotros
tener el valor de hablar aunque estemos en medio de esas situaciones? ¿Podremos
incluso soportar el desprecio de aquellos a los que “la vida les sonríe” (por
ahora)? ¿Cuánta riqueza espiritual nos hemos perdido? ¿Y cuánta más no hemos
ofrecido generosamente? ¿Y cuánta angustia y amargura hemos soportado
“gratuitamente” por tener una estructura de pensamiento equivocada? ¡Señor,
ayúdanos!
Danilo Sorti
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