domingo, 3 de septiembre de 2017

194. Fe vs Fidelidad

Miqueas 6:6-8 DHH
6 ¿Con qué me presentaré a adorar
al Señor, Dios de las alturas?
¿Me presentaré ante él con becerros de un año,
para ofrecérselos en holocausto?
7 ¿Se alegrará el Señor, si le ofrezco mil carneros
o diez mil ríos de aceite?
¿O si le ofrezco a mi hijo mayor
en pago de mi rebelión y mi pecado?
8 El Señor ya te ha dicho, oh hombre,
en qué consiste lo bueno
y qué es lo que él espera de ti:
que hagas justicia, que seas fiel y leal
y que obedezcas humildemente a tu Dios.

Marcos 12:29-31 DHH
28 Al ver que Jesús les había contestado bien, uno de los maestros de la ley, que los había oído discutir, se acercó a él y le preguntó:
—¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?
29 Jesús le contestó:
—El primer mandamiento de todos es: Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor.
30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
31 Pero hay un segundo: a tu prójimo como a ti mismo. Ningún mandamiento es más importante que estos.

1 Corintios 12:31-13:1 DHH
31 Ustedes deben ambicionar los mejores dones.
Yo voy a enseñarles un camino mucho mejor.
1 Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido.

En algún momento de la historia evangélica del siglo XX la fe pasó a ocupar un lugar central en la doctrina y prédica cristiana; de la mano de un fuerte movimiento evangelístico. Recuerdo, hace unos cuantos años atrás, cuestionar a una líder de la iglesia a la que iba en ese entonces respecto de por qué no se predicaba otra cosa más que la fe, y haber obtenido una mirada de asombro como respuesta: “¡todo tiene que ver con la fe!” Sí, bueno, claro, todo tiene que ver con la fe porque desde el principio necesitamos creer que Dios existe, ¿pero no hay mucho más que “fe” en la Biblia?

Un par de décadas después de esa historia, sigue siendo frecuente en determinados ámbitos evangélicos, no en todos, hablar casi exclusivamente de la fe, particularmente por aquellos pastores que tuvieron su “momento de gloria” cuando fue el movimiento de la fe. Mientras que algunas iglesias siguen discurriendo en la “doctrina correcta”, otras en el “show perfecto”, una corriente permanece en la “fe perfecta”. ¿Qué dice la Biblia?

La Palabra es muy coherente con eso: Dios nos pide amor y fidelidad.

La pregunta de Miqueas tenía que ver con los sacrificios: ¿Dios está enojado y tengo que contentarlo con mis sacrificios? ¿Necesita en esta tierra Dios que yo le ofrezca enormes sacrificios? ¿Acaso no había pedido Dios mismo los sacrificios? Sacrificios se traduce hoy como grandes obras, grandes ofrendas, mucho tiempo dedicado en servicio de la iglesia (¿de Dios…?), etc.

Mateo 23:23 DHH

23 “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro.

Los sacrificios no estaban mal, pero eso no era el centro de la vida que agrada a Dios, es algo de la periferia.

El maestro de la ley tenía un problema teológico, estaba en busca de la doctrina correcta, y Jesús se la explica, ¡pero esa doctrina correcta tenía poco que ver con una compleja formulación filosófica y mucho más que ver con la disposición correcta del corazón!

Los corintios estaban emocionados con los dones, con el servicio y, podríamos decir, con el “show cristiano”; realmente sus cultos tenían mucha manifestación del Espíritu. Pablo ocupa varios capítulos hablando sobre el tema, pero finalmente lo pone en perspectiva: el amor es más importante que todo eso.

El amor, la misericordia, la vida en obediencia, la santidad, en definitiva, podríamos resumirlo en la palabra “fidelidad” entendiendo como tal la obediencia a los mandatos de Dios a lo largo del tiempo y en medio de las pruebas, mandatos que en primer lugar ponen al amor hacia Dios y hacia el prójimo (no un amor indulgente y libertino, como se predica hoy) pero que luego incluye todo lo que tiene que ver con la santidad y la justicia divina.

“¿Fe o fidelidad?” es en cierto punto una dicotomía falsa; porque lo que suelen predicar hoy las “iglesias de la fe” tiene mucho más que ver con el don de fe que con la genuina fe para salvación. El don de fe (I Corintios 13:2) es una capacitación funcional para lograr grandes cosas, luce espectacular y es algo muy comúnmente predicado desde los púlpitos, precisamente por su “espectacularidad”, pero no es algo al alcance de todos (no todos tienen todos los dones en el mismo grado) y tampoco es lo principal en el Reino de Dios. ¡Cuánta culpa que se pone sobre millones de cristianos todos los domingos porque no alcanzan el “estándar de fe” del predicador! Pero esa culpa es muy útil para la manipulación religiosa: la “única” forma de “expiarla” es a través de jugosas ofrendas o mucho tiempo dedicado al “servicio”. ¿Quién dijo que todos deben tener el don de la fe (es decir, la fe para alcanzar grandes cosas, no se refiere a la fe para salvación)? ¿Por qué no les pedimos a todos que sean eruditos teólogos? ¿O que tengan el don de celibato? ¿O el don de martirio? ¿O incluso el don de artes o de música?

Las grandes historias de fe (si son reales o inventadas, es “otra historia”…) sirven para atraer y para dejarnos con las “ganas de más”; en cierto sentido nos hacen creer que si nosotros “sorbemos del jugo espiritual” del que predica, en algún momento vamos a alcanzar la misma fe y vamos a lograr eso también (de nuevo, suponiendo que sea verdad todo lo que se dice). Ahora, no digo que esté mal predicar de las grandes cosas genuinas que se alcanzaron por el don de fe… siempre y cuando no se circunscriba la vida cristiana solo a ese don ni sea exaltado por encima de los otros. Hermanos, después de muchos años de ver como siguen las “grandes obras de fe” les aseguro que muy poco me entusiasman ahora; no las niego, pero mucho más fruto espiritual puede dar generalmente el servicio santo en el ámbito de la vida diaria que buena parte de las “grandes obras” que conozco.

En definitiva, no nos toca juzgar a nosotros lo que Dios da a algunos y lo que hace con ellos, pero si nos toca juzgar lo que se pretende enseñar. No es la “fe que conquista grandes cosas” el nivel máximo de la vida cristiana, es sólo una de sus múltiples expresiones posibles. El nivel máximo es la fidelidad, ¡ahí sí que no hay opciones! Hay diversos dones y muy diversos llamados y ministerios, ¡pero nadie está exento de la misma fidelidad! Si algo vamos a pedir al Señor, si algo va a estar presente TODOS LOS DÍAS EN NUESTRAS ORACIONES es que nos mantengamos fieles, nosotros y los nuestros, y nuestros hermanos, hasta que Él venga. ¡Que así sea!


Danilo Sorti




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