sábado, 30 de septiembre de 2017

277. El Evangelio y la misión de la Iglesia en el tiempo del fin: el “fracaso” del evangelio triunfalista y el resurgir del remanente protegido

Lucas 13:23-30 RVC
23 Alguien le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Y él respondió:
24 «Hagan todo lo posible para entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no podrán hacerlo.
25 En cuanto el padre de familia se levante y cierre la puerta, y ustedes desde afuera comiencen a golpear la puerta y a gritar: “¡Señor, Señor; ábrenos!”, él les responderá: “No sé de dónde salieron ustedes.”
26 Entonces ustedes comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido en tu compañía, y tú has enseñado en nuestras plazas.”
27 Pero él les responderá: “No sé de dónde salieron ustedes. ¡Apártense de mí todos ustedes, hacedores de injusticia!”
28 Allí habrá entonces llanto y rechinar de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob, y a todos los profetas, en el reino de Dios, mientras que ustedes son expulsados.
29 Porque habrá quienes vengan del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse a la mesa en el reino de Dios.
30 Pero habrá algunos últimos que serán primeros, y algunos primeros que serán últimos.»


Una de las paradojas que presenta el Evangelio en el fin de los tiempos es el problema de los números. Por un lado vemos iglesias masivas (hablo de nuestro contexto latinoamericano), “fotos” de multitudes, y por otro, cuando profundizamos en el compromiso de esas multitudes no nos queda más remedio que reconocer que sí, son pocos.

He hablado sobre este tema en otros artículos; asistimos al surgimiento del modelo de iglesia de Laodicea, grande, populosa, rica, pero vacía del Espíritu. Por otra parte, los mensajes proféticos que el Señor nos está trayendo en estos últimos tiempos vez tras vez nos vienen alertando sobre este hecho: SÍ, SON POCOS. Aún más, los acontecimientos que están profetizados para los últimos tiempos (¿meses?) antes del arrebatamiento precisamente sucederán para que más gente entre al Reino de los Cielos, especialmente los que ahora están tibios en su fe.

¿Cómo impacta esto en el ministerio? Por un lado, así como es necesario reconocer el “fracaso” el Evangelio de la transformación social, no porque no sea deseable ni justo, sino porque sencillamente los hombres lo rechazaron, también es necesario reconocer el “fracaso” del Evangelio de la masividad, de aquella nostálgica imagen de miles llegando a los pies de Cristo, como efectivamente ocurrió de manera genuina hace décadas atrás. Es necesario reconocer que la imagen de “muchos cristianos” es falsa, al menos si estamos pensando en cristianos comprometidos, capaces de participar en la obra del fin, es decir, cristianos que no sean meramente “nominales”.

En esencia, cualquier obra de avance para el Reino que hagamos, algo que exija compromiso personal y compromiso con el Evangelio genuino, contará con pocos obreros, si acaso. Estamos “solos” en medio de muchos que profesan ser cristianos, es más, ¡más vale solo que mal acompañado!, es decir, más vale que no se nos junten la mayoría de los que se llaman cristianos porque serán un verdadero obstáculo para la obra. No pretendo juzgar la salvación de los tales ni su posición delante de Dios, pero con observar los hechos y las palabras podemos juzgar fácilmente si podemos “andar juntos” o no.

A la par que la necesidad de obreros se multiplica exponencialmente, son pocos los comprometidos, y eso implica que cada uno de nosotros deberemos luchar contra un poder redoblado de las tinieblas mientras hacemos la obra que nos fue encomendada solos o con muy poca ayuda, porque todos aquellos que podrían ayudarnos o están engañados por las falsas corrientes del Evangelio, o están luchando con la obra que el Señor les encomendó a ellos, también sin ayuda.

A pesar de esto, no estoy haciendo una “exaltación del sacrificio individual”, creo que sigue siendo fundamental el trabajo en equipo, o al menos un trabajo coordinado y estratégico. Dudo que podamos formar grandes equipos, si el Señor nos permite trabajar en uno de ellos, creo que hoy es un privilegio muy especial. Pero mantenernos comunicados, ayudarnos en lo que podamos, y ubicarnos estratégicamente (según Su estrategia) son cosas perfectamente realizables.

Si tenemos consciencia de que efectivamente los que procuramos servir con fidelidad al Señor somos un remanente, concepto muy común en las páginas bíblicas, entonces podremos desarrollar varias actitudes:

·         Por un lado, no seremos engañados con las “grandes masas” de manera que podremos realizar el trabajo que nos fue encomendado sin caer en los enredos y problemas que hoy generan los muchos cristianos carnales que hay en las iglesias populosas. Sencillamente, no tenemos que meternos con ellos.

·         Por otro lado, sabremos que tendremos que buscar activamente a los otros santos del remanente, que podrán estar en otra iglesia u otra provincia o país.

·         No estaremos en aflicción preguntándonos “¿por qué nadie me ayuda?” porque sencillamente sabremos que no hay “nadie” (casi) que pueda hacerlo.

·         Podremos desarrollar una estrategia de vida y de ministerio adecuada a esa realidad, sin expectativas irreales y sin frustrarnos a mitad de camino.

·         Podremos reconocer ministerios genuinos, que no suelen ser ni populosos ni “exitosos” desde el punto de vista del cristianismo carnal, y darles nuestro apoyo. También viceversa.

·         Finalmente, podremos tener un entendimiento de la dimensión de la ira de Dios sobre los líderes engañadores y los cristianos tibios, lo cual mantendrá vivo el celo y la voz profética cuando sea posible hablar con ellos (y ser escuchados).

En el pasaje de Lucas inmediatamente después de hablar de los pocos que se salvan el Señor nos advierten sobre los falsos cristianos, que compartieron lo mismo que los verdaderos: participaron de la manifestación del Señor, incluso operaron en los dones del Espíritu, pero no fueron fieles. Y es interesante notar que estos no se dan cuenta de su error sino hasta después del arrebatamiento, lo cual debería marcarnos otra de las señales de este tiempo asociadas al concepto de “remanente”: no deberíamos esperar que “los muchos” cambien fácilmente su actitud, y más bien deberíamos cuidarnos nosotros no sea que nos encontremos entre esos “muchos”, plenamente convencidos de que estamos haciendo bien.

Hay más para hablar sobre eso, aquí solamente pretendo discutir algunas ideas. El concepto de “remanente”, que en cierto sentido se “perdió” con los grandes movimientos cristianos del siglo XX, debe ser recuperado, para poder “operar” adecuadamente en estos últimos tiempos. Y esto no es nada agradable: hay un profundo dolor en el corazón del Hijo por todos esos que profesan con sus bocas conocerle pero que con sus hechos lo niegan. También eso es una característica de este tiempo; ¿conocemos qué está sintiendo Dios? ¿Podemos acompañarlo en Su dolor? Cuando le tocó ir a la cruz estuvo solo, nosotros lo abandonamos allí. Hoy hay un profundo dolor en el corazón de Jesucristo, ¿lo vamos a dejar solo nuevamente?



Danilo Sorti




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