Lucas 13:23-30 RVC
23 Alguien le preguntó: «Señor, ¿son pocos
los que se salvan?» Y él respondió:
24 «Hagan todo lo posible para entrar por la
puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no podrán
hacerlo.
25 En cuanto el padre de familia se levante y
cierre la puerta, y ustedes desde afuera comiencen a golpear la puerta y a
gritar: “¡Señor, Señor; ábrenos!”, él les responderá: “No sé de dónde salieron
ustedes.”
26 Entonces ustedes comenzarán a decir:
“Hemos comido y bebido en tu compañía, y tú has enseñado en nuestras plazas.”
27 Pero él les responderá: “No sé de dónde
salieron ustedes. ¡Apártense de mí todos ustedes, hacedores de injusticia!”
28 Allí habrá entonces llanto y rechinar de
dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob, y a todos los profetas, en el
reino de Dios, mientras que ustedes son expulsados.
29 Porque habrá quienes vengan del oriente y
del occidente, del norte y del sur, para sentarse a la mesa en el reino de
Dios.
30 Pero habrá algunos últimos que serán
primeros, y algunos primeros que serán últimos.»
Una de las paradojas que presenta el
Evangelio en el fin de los tiempos es el problema de los números. Por un lado
vemos iglesias masivas (hablo de nuestro contexto latinoamericano), “fotos” de
multitudes, y por otro, cuando profundizamos en el compromiso de esas
multitudes no nos queda más remedio que reconocer que sí, son pocos.
He hablado sobre este tema en otros
artículos; asistimos al surgimiento del modelo de iglesia de Laodicea, grande,
populosa, rica, pero vacía del Espíritu. Por otra parte, los mensajes
proféticos que el Señor nos está trayendo en estos últimos tiempos vez tras vez
nos vienen alertando sobre este hecho: SÍ, SON POCOS. Aún más, los
acontecimientos que están profetizados para los últimos tiempos (¿meses?) antes
del arrebatamiento precisamente sucederán para que más gente entre al Reino de
los Cielos, especialmente los que ahora están tibios en su fe.
¿Cómo impacta esto en el ministerio? Por un
lado, así como es necesario reconocer el “fracaso” el Evangelio de la
transformación social, no porque no sea deseable ni justo, sino porque sencillamente
los hombres lo rechazaron, también es necesario reconocer el “fracaso” del
Evangelio de la masividad, de aquella nostálgica imagen de miles llegando a los
pies de Cristo, como efectivamente ocurrió de manera genuina hace décadas
atrás. Es necesario reconocer que la imagen de “muchos cristianos” es falsa, al
menos si estamos pensando en cristianos comprometidos, capaces de participar en
la obra del fin, es decir, cristianos que no sean meramente “nominales”.
En esencia, cualquier obra de avance para el
Reino que hagamos, algo que exija compromiso personal y compromiso con el
Evangelio genuino, contará con pocos obreros, si acaso. Estamos “solos” en
medio de muchos que profesan ser cristianos, es más, ¡más vale solo que mal
acompañado!, es decir, más vale que no se nos junten la mayoría de los que se
llaman cristianos porque serán un verdadero obstáculo para la obra. No pretendo
juzgar la salvación de los tales ni su posición delante de Dios, pero con
observar los hechos y las palabras podemos juzgar fácilmente si podemos “andar
juntos” o no.
A la par que la necesidad de obreros se
multiplica exponencialmente, son pocos los comprometidos, y eso implica que
cada uno de nosotros deberemos luchar contra un poder redoblado de las
tinieblas mientras hacemos la obra que nos fue encomendada solos o con muy poca
ayuda, porque todos aquellos que podrían ayudarnos o están engañados por las
falsas corrientes del Evangelio, o están luchando con la obra que el Señor les
encomendó a ellos, también sin ayuda.
A pesar de esto, no estoy haciendo una
“exaltación del sacrificio individual”, creo que sigue siendo fundamental el
trabajo en equipo, o al menos un trabajo coordinado y estratégico. Dudo que
podamos formar grandes equipos, si el Señor nos permite trabajar en uno de
ellos, creo que hoy es un privilegio muy especial. Pero mantenernos
comunicados, ayudarnos en lo que podamos, y ubicarnos estratégicamente (según
Su estrategia) son cosas perfectamente realizables.
Si tenemos consciencia de que efectivamente
los que procuramos servir con fidelidad al Señor somos un remanente, concepto
muy común en las páginas bíblicas, entonces podremos desarrollar varias
actitudes:
·
Por un
lado, no seremos engañados con las “grandes masas” de manera que podremos
realizar el trabajo que nos fue encomendado sin caer en los enredos y problemas
que hoy generan los muchos cristianos carnales que hay en las iglesias
populosas. Sencillamente, no tenemos que meternos con ellos.
·
Por
otro lado, sabremos que tendremos que buscar activamente a los otros santos del
remanente, que podrán estar en otra iglesia u otra provincia o país.
·
No
estaremos en aflicción preguntándonos “¿por qué nadie me ayuda?” porque
sencillamente sabremos que no hay “nadie” (casi) que pueda hacerlo.
·
Podremos
desarrollar una estrategia de vida y de ministerio adecuada a esa realidad, sin
expectativas irreales y sin frustrarnos a mitad de camino.
·
Podremos
reconocer ministerios genuinos, que no suelen ser ni populosos ni “exitosos”
desde el punto de vista del cristianismo carnal, y darles nuestro apoyo.
También viceversa.
·
Finalmente,
podremos tener un entendimiento de la dimensión de la ira de Dios sobre los
líderes engañadores y los cristianos tibios, lo cual mantendrá vivo el celo y
la voz profética cuando sea posible hablar con ellos (y ser escuchados).
En el pasaje de Lucas inmediatamente después
de hablar de los pocos que se salvan el Señor nos advierten sobre los falsos
cristianos, que compartieron lo mismo que los verdaderos: participaron de la
manifestación del Señor, incluso operaron en los dones del Espíritu, pero no
fueron fieles. Y es interesante notar que estos no se dan cuenta de su error
sino hasta después del arrebatamiento, lo cual debería marcarnos otra de las
señales de este tiempo asociadas al concepto de “remanente”: no deberíamos
esperar que “los muchos” cambien fácilmente su actitud, y más bien deberíamos
cuidarnos nosotros no sea que nos encontremos entre esos “muchos”, plenamente
convencidos de que estamos haciendo bien.
Hay más para hablar sobre eso, aquí solamente
pretendo discutir algunas ideas. El concepto de “remanente”, que en cierto
sentido se “perdió” con los grandes movimientos cristianos del siglo XX, debe
ser recuperado, para poder “operar” adecuadamente en estos últimos tiempos. Y
esto no es nada agradable: hay un profundo dolor en el corazón del Hijo por
todos esos que profesan con sus bocas conocerle pero que con sus hechos lo
niegan. También eso es una característica de este tiempo; ¿conocemos qué está
sintiendo Dios? ¿Podemos acompañarlo en Su dolor? Cuando le tocó ir a la cruz
estuvo solo, nosotros lo abandonamos allí. Hoy hay un profundo dolor en el
corazón de Jesucristo, ¿lo vamos a dejar solo nuevamente?
Danilo Sorti
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