Deuteronomio 18:13 DHH
13 Ustedes deben ser perfectos en su relación
con Dios.
Mateo 5:48 DHH
48 Sean ustedes perfectos, como su Padre que
está en el cielo es perfecto.
1 Pedro 1:16 DHH
16 pues la Escritura dice: ustedes santos,
porque yo soy santo.
La santidad en la vida ha sido siempre un
tema complicado para los cristianos, pasando de un aparente extremo a otro,
difícilmente alcanzando el equilibrio que viene de la verdad bíblica.
Si algo debe quedar en claro antes de empezar
siquiera a hablar del tema es que no hay ningún “término medio aceptable”. No
hay ninguna “segunda norma” ni tampoco “cristianos de segunda selección”. La
norma de un Dios santo y perfecto, para las criaturas que fueron hechas
conforme Su propia esencia, es la misma santidad y perfección.
Como eso resultaba imposible, desde el mismo
principio Dios anunció el sacrificio perfecto que limpiaría nuestros pecados,
de tal forma que pudiéramos acercarnos a Él con total libertad y seguridad,
sacrificio que es Cristo.
Con esto, la prédica cristiana oscilaría
entre quitar más o menos relevancia a la cruz de Cristo para introducir una
cierta cantidad de prácticas a fin de “ganar” la salvación o “subir algunos
escalones” para el cielo o “evitar perderla” por determinados pecados; y la
“gracia indulgente” que nos evita la necesidad de santificarnos en la vida
diaria. Entremedio, la santidad muchas veces fue “recortada” a determinadas
prácticas y creencias, de tal forma que sea una “santidad” fácilmente
alcanzable.
Siempre resulta difícil para el hombre vivir
entre la tensión de la santidad posicional (por el sacrificio de Cristo) y la
santidad vivida (una vida transformada), en el fondo porque depende puramente
de la gracia divina pero exige nuestra participación decidida, lo que es “vivir
en la gracia” y no simplemente “hacer la plancha en la gracia” ni “caer de la
gracia”… ¡en la desgracia!
Lo cierto es que cuando hay un llamado a la
santidad o a la perfección tiene que ver con la vida práctica y no con la
santidad posicional.
En el Antiguo Pacto, Dios le da a Israel el
sistema de sacrificios para limpiarse de pecados (mirando hacia la futura obra
de Cristo) y cuando leemos la exhortación de Deuteronomio 18:13 está hablando
de las prácticas de las naciones paganas; eso no tenía nada de “posicional”,
¡era perfectamente “vivencial”! El mandato de Mateo 5:48 se encuentra,
precisamente, “en medio” del Sermón del Monte, ¡nada filosófico ni místico,
todo perfectamente concreto! La referencia de 1 Pedro 1:16 da inicio a una
sección sobre la vida práctica del cristiano.
De más está decir que TODA LA PALABRA DE DIOS
está llena de exhortaciones y recomendaciones a VIVIR en santidad y no
solamente a RECIBIR la santificación de Dios, aunque hoy se ha vuelto muy común
“olvidar” esos pasajes de la predicación cristiana y reemplazarlos por las
promesas y el éxito, de tal forma que la vida que agrada a Dios es aquella que
alcanza el “éxito” (en algo, vaya uno a saber en qué; normalmente riquezas,
salud y fama) por creer en Sus promesas. Nada de santidad, nada de carácter
transformado (a no ser en el ámbito de la fe).
A veces la santidad es mezclada con una
abundante dosis de psicología cristiana, y no estoy hablando en contra de ella
pero sí contra la tentación de reemplazar el verdadero poder que nos lleva a la
santidad por el (muy escaso) poder de la mente humana. La psicología puede ser
una herramienta muy interesante, pero aún la mejor herramienta, sin la mano que
la mueva, sirve solo de pisapapeles.
2 Corintios 13:9 DHH
9 Por eso nos alegramos cuando somos débiles,
con tal de que ustedes sean fuertes; y seguiremos orando para que lleguen a ser
perfectos.
Colosenses 1:28-29 DHH
28 Nosotros anunciamos a Cristo, aconsejando
y enseñando a todos en toda sabiduría, para presentarlos perfectos en Cristo.
29 Para esto trabajo y lucho con toda la
fuerza y el poder que Cristo me da.
Hebreos 13:20-21 DHH
20 Que el Dios de paz, que resucitó de la
muerte a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, quien con su sangre
confirmó su alianza eterna,
21 los haga a ustedes perfectos y buenos en
todo, para que cumplan su voluntad; y que haga de nosotros lo que él quiera,
por medio de Jesucristo. ¡Gloria para siempre a Cristo! Amén.
Filipenses 3:12-16 DHH
12 No quiero decir que ya lo haya conseguido
todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de
alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero.
13 Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya
alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por
alcanzar lo que está delante,
14 para llegar a la meta y ganar el premio
celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús.
15 Todos los que ya poseemos una fe madura,
debemos pensar de esta manera. Si en alguna cosa ustedes piensan de otro modo,
Dios les hará ver esto también.
16 Pero, eso sí, debemos vivir de acuerdo con
lo que ya hemos alcanzado.
De los pasajes anteriores nos queda claro que
esta santificación es un proceso, no un hecho instantáneo (como sí lo es la
santidad posicional), y aquí surgen unos cuantos conflictos.
En el fondo, no es tan difícil aceptar que
debemos crecer en una vida santa (aunque es más difícil hacerlo), pero ¿cómo se
hace en el día a día?
La “ambición espiritual” nos puede llevar a
querer ser “absolutamente santos” enseguida, y eso no es posible, por lo que la
frustración asoma a la vuelta de la esquina, y detrás de ella viene la
desesperanza y el abandono, o la hipocresía y el cinismo. La realidad implica
aceptar el pecado que sigue morando en mí y que, aunque creo en Cristo, en
realidad, como le pasó a Pedro en Juan 21, lo “quiero” pero no lo “amo” con
amor perfecto. Quiero seguir a Dios pero no del todo, creo pero no al cien por
ciento, deseo hacer el bien pero todavía me atrae algo del mal, y aunque estoy
en el camino de la salvación y voy a ir al cielo cuando muera (si el Señor no
viene antes) todavía me gusta dar un paseíto por el camino ancho, de vez en
cuando.
Esta posición de continua tensión no es
fácil, mucho menos para el cristianismo supersimplificado de fórmulas cortas y
efectistas.
Dios está trabajando conmigo, y lo mejor que
puedo hacer es colaborar con Él, ¡no armar mi propio programa de santificación!
Me atrevería a decir que Dios siempre va “trabajando por partes” con nosotros,
probablemente en este momento esté trabajando con algunas áreas de mi vida y lo
va a hacer durante un tiempo, hasta alcanzar determinadas metas que Él sabe;
una vez alcanzadas, pasará a otras áreas y / o a otros niveles. En todo caso,
Su obra siempre será “por partes” y gradual; eso quiere decir que mientras
estoy creciendo en determinados aspectos, otros están todavía bastante mal,
pero por ahora van a seguir así, hasta que llegue el momento en que el Espíritu
se ocupe de ellos.
¿Qué voy a hacer? ¿Me afligiré por lo que me
falta en vez de celebrar lo que Dios ya ha logrado en mí? ¿O más vale doy
gracias por lo que alcancé y me mantengo humilde sabiendo que aún me falta
mucho?
La santificación del creyente es un tema
presente desde los mismos orígenes del cristianismo. Es también uno de los más
atacados hoy porque Satanás sabe que si pecamos voluntariamente estamos
desprotegidos contra sus ataques, ¡y hasta ahora ha tenido un éxito enorme! No
somos salvos por nuestra vida santa (que nunca lo será perfectamente) sino por el
sacrificio de Cristo, pero sin una vida santa seremos absolutamente miserables
e improductivos, y a lo mejor terminamos deslizándonos de la gracia (sí,
también es posible, aunque no “fácil”, llegar al punto de perder la salvación).
La predicación cristiana, especialmente la
masiva, evita furiosamente una correcta enseñanza sobre la santidad práctica.
Aún muchos de los mensajeros que sinceramente buscan al Señor se entretienen en
diversos temas sin darle suficiente importancia a la santificación: profecías,
proyectos de extensión del Reino, la salvación de las almas, bendecir a los
necesitados, etc. Necesitamos rogar al Señor que nos perdone este “descuido”,
que nos enfoque correctamente, ¡y que nos santifique en todo nuestro ser!
Danilo Sorti
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