domingo, 3 de septiembre de 2017

198. Las raíces de iniquidad nacional

Son muchísimas las ocasiones en las que Dios se dirige a Israel de forma “nacional”, es decir, no le habla a individuos aislados sino a una ciudad, a una tribu o a toda la nación. Lo mismo ocurre en relación con las otras naciones. De hecho, en casi todo el Antiguo Testamento Dios está hablando a naciones antes que a individuos, y no es nada de extrañar porque a partir de Abraham Dios empezó a formar una nación para bendecir a naciones: el enfoque a partir de ahí fue hacia naciones.

Nuestro problema, como cristianos, para entender esto es que en el Nuevo Testamento hubo un cambio de enfoque, al menos aparentemente; la Iglesia no surge de una nación política convertida a Cristo sino del conjunto de los hombres y mujeres que creían en Él de todas las naciones: una “nación” peregrina, sin territorio propio, formada de entre todas las naciones de la tierra. De ahí en adelante, pero especialmente en los últimos siglos, a partir del surgimiento de las iglesias propiamente evangélicas, el enfoque se volvió claramente individual, y con eso, toda nuestra lectura de la Biblia y nuestra interpretación quedó teñida de “individualismo”, es decir, de la relación entre Dios y la persona, pero sin una clara trascendencia hacia la nación o comunidad ampliada.

Una lectura más detallada nos muestra que en realidad nunca hubo tal “cambio de enfoque”, cuando en el Antiguo Testamento Dios hablaba a la nación también lo hacía a los individuos que componían tal nación, y en el Nuevo Testamento Dios no dejó de hablar a naciones y profetizar sobre ellas, simplemente el Espíritu Santo amplió las enseñanzas que tienen que ver con el individuo, que tampoco son en realidad tan “individuales” porque finalmente tienen que ver con los individuos que en conjunto componen un nuevo pueblo, la Iglesia.

Las últimas décadas han traído un resurgir de esta visión nacional; de allí hemos vuelto a ver a las naciones como “individuos colectivos”, y a tratarlas como tales, y eso ha permitido avances en la Obra de Cristo. Obviamente una nación no es una “persona” en sentido físico, y si bien sería largo hacer una comparación indicando similitudes y diferencias, digamos que al menos sí podemos aplicar unos cuantos principios en la nación que aplicamos en las personas.

Uno de ellos, adecuadamente ilustrado en el Antiguo Testamento, es el arrepentimiento sustitutorio, por ejemplo:

Daniel 9:4-11 RVC
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
6 No obedecimos a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes y a nuestros padres, y a todo el pueblo de la tierra.
7 Tuya, Señor, es la justicia, y nuestra es la vergüenza, vergüenza que hoy llevan todos en Judá, todos los habitantes de Jerusalén, todo israelita, cercano y lejano, todos los que, por rebelarse contra ti, viven ahora en los países adonde los echaste.
8 Señor, nuestra es la vergüenza, y de nuestros padres, príncipes y reyes, porque todos hemos pecado contra ti.
9 Pero tú, Señor y Dios nuestro, eres un Dios misericordioso, que sabe perdonar, a pesar de que nos hemos rebelado contra ti
10 y no hemos obedecido tu voz; ¡no hemos obedecido las leyes que tú, Señor y Dios nuestro, nos propusiste por medio de tus siervos los profetas.
11 Todo Israel ha transgredido tu ley; se apartó de ti para no obedecerte. ¡Por eso nos han sobrevenido la maldición y el juramento escritos en la ley de Moisés, tu siervo, porque contra ti hemos pecado!

Luego de esta oración Daniel recibió una visión respecto del futuro de su pueblo. Nehemías hizo la misma oración, y el rey le dio la libertad y los recursos para reconstruir la muralla de Jerusalén. Esdras hizo la misma oración y el pueblo se limpió de sus mezclas espirituales. Y tenemos el versículo tan conocido:

2 Crónicas 7:14 RVC
14 si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.

Sabemos que la tierra actual está destinada a los juicios que vendrán, y nosotros no los evitaremos porque el mundo está rápidamente llegando a la situación descrita en Jeremías:

 Jeremías 7:16 RVC
16 »Y tú, no ores por este pueblo. No eleves por ellos ningún clamor ni oración. No me ruegues por ellos, porque no voy a hacerte caso.

Sin embargo, nosotros tenemos que tener la misma actitud de Jesús:

Juan 9:5 RVC
5 Mientras que estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»

Estos son momentos muy decisivos, y cualquier apertura espiritual que logremos sobre los aires de nuestras naciones, no importa que sea breve, es fundamental porque permitirá que almas sean salvadas.

Nuestras naciones arrastran raíces de iniquidad desde sus fundadores, fortalezas de maldad que no solo han contaminado la tierra, sino también a la Iglesia. Muchas de ellas nunca han sido claramente confrontadas, y por lo tanto han permanecido como manto de oscuridad, impidiendo que la luz del Evangelio resplandezca sobre los incrédulos o bien cegando a la Iglesia para que se vuelva mundana, débil e inefectiva.

Éste es el tiempo en el que debemos confrontar esas raíces; no es algo nuevo lo que estoy diciendo, porque en parte se ha hecho y se sigue haciendo, y el Espíritu ya ha hablado mucho al respecto. Pero creo que sí es tiempo que una nueva generación de cristianos despierte a esa realidad y tome su lugar en la lucha. Oremos al Espíritu para que nos revele las raíces y las estrategias para arrancarlas.

Algo sobre el tema escribí en este artículo, referido a un suceso en particular que ocurrió en Argentina: http://cristianoseiglesias.blogspot.com.ar/2016/01/la-triple-fuga-y-recaptura-en-el.html


Danilo Sorti






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