domingo, 3 de septiembre de 2017

214. Sola scriptura, sola fide, sola gratia, solus Christus, Soli Deo gloria

1 Corintios 3:11 RVC
11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.


Un 31 de octubre de 1517, el monje agustino Martín Lutero publicó las 95 tesis que dieron “inicio” al movimiento de Reforma del cual los cristianos evangélicos somos herederos. Aunque con contradicciones y dificultades que serían superadas progresivamente por los sucesivos movimientos que aparecerían dentro de la línea protestante, hasta nuestros días, allí se establecieron los fundamentos que permitieron que la verdad de Dios fluyera con mucha más pureza sobre esta tierra.

Los cinco principios básicos de la Reforma en realidad no son ni más ni menos que los principios básicos de la Revelación divina que con el tiempo se perdieron:

·         Sola scriptura: “Solo por medio de la Escritura”, es decir, sólo la Biblia es la palabra de Dios autorizada e inspirada y no hay autoridad que esté por encima de ella. No necesita interpretación fuera de ella y es accesible para todos (es decir, no requiere de ningún grupo de personas; puede entenderse con claridad y los principios interpretativos se encuentran en ella misma. De este principio se derivan los otros.

·         Sola fide: “Solo por la fe Dios salva”, es decir que somos justos delante de Dios solo por la fe y no por obras, y estas últimas son una evidencia de la fe verdadera pero de ninguna manera un requisito para la salvación.

·         Sola gratia: “Solo por la gracia”, es decir que la obra de salvación es un favor inmerecido de Dios, es solamente por Su gracia y por nada que hayamos merecido o podamos merecer jamás.

·         Solus Christus: “Solo a través de Cristo”, es decir, que Cristo es el único mediador entre Dios y el hombre, no hay otro y no hay salvación por medio de ningún otro.

·         Soli Deo gloria: “Solo a Dios la gloria”, es decir, que toda la gloria es solo para Dios: la salvación, la obra de la redención e incluso la fe para creer en esa obra es por acción de Dios y ninguna creatura puede llevarse gloria.

Estos son los principios que dieron origen al cristianismo protestante primero y evangélico después (y de paso, que sacudieron los cimientos de la Iglesia Católica y provocaron la Contrarreforma). No quiero polemizar con los que no son evangélicos, sino hablar a todos los que somos herederos de esa historia.

En una época de gran corrupción eclesiástica, los reformadores volvieron al principio de la fe, que es Cristo, revelado a través de la Palabra, el único objeto de fe, la expresión máxima de la gracia de Dios, aquel que merece la gloria y la autoridad, y quien la entregará finalmente al Padre. Cristo es el fundamento, y lo que los primeros reformadores hicieron fue “devolverle” el fundamento de la Iglesia a Cristo.

Que Dios estuvo con ellos, a pesar de sus errores, es claro: la iglesia nació y creció en medio de la persecución; se extendió por todo el mundo, avanzó en revelación y entendimiento de la Palabra de Dios y se convirtió en recipiente y canal de las manifestaciones sobrenaturales de Dios de estos últimos tiempos.

Pero cinco siglos han pasado ya, ¿y cómo está de sólido ese fundamento?

La autoridad de la Escritura ha sido desafiada más de una vez por diversos libros supuestamente inspirados que han aparecido cada tanto, dando origen a las sectas cristianas. Pero en los últimos tiempos, la autoridad ha sido “delegada” en la palabra de apóstoles y profetas supuestamente inspirados, o de los pastores de las congregaciones; y esto por simple pereza, muy pocos cristianos quieren leer y entender la Biblia por sí mismos, y menos aún están dispuestos a obedecerla. Los primeros protestantes pagaron con sus vidas por tener Biblias en sus idiomas, muchos cristianos hoy en otras partes del mundo lo están haciendo en este momento, y nosotros que tenemos no solamente muchas versiones impresas, sino muchas más aplicaciones para teléfonos móviles y programas de computadora, y todo eso gratis, ¡la menospreciamos!

La fe salvadora ha sido “estirada” hasta convertirse en lo único que ocupa la vida cristiana para muchos: no hay obras de fe, no hay santidad fruto del amor, no hay presencia del Espíritu, no hay nada parecido a una vida cambiada, solo “fe”, y que de hecho, casi tampoco es fe de salvación sino “fe para prosperidad”, cuando no “fe como pensamiento positivo”. Otros han puesto casi al lado de la fe diverso tipo de obras, generalmente lo que tiene que ver con ofrendas, diezmos, pactos, primicias y toda una cantidad creativa de palabras utilizadas para exprimir a los hermanos.

La gracia de Cristo ha sido pervertida en libertinaje: Su amor y Su misericordia han “borrado” Su santidad y Su justicia, y en buena parte de las iglesias solo se predica de un Dios de amor, incapaz de juzgar o condenar. ¿Qué harán esos cristianos cuando se desaten muy pronto los juicios de Dios sobre esta tierra? Algunos han mezclado la gracia con algún tipo de obras, generalmente lo que tiene que ver con “trabajar en la iglesia” o “servir en el ministerio”: piensan recibir más bendiciones al hacer una transacción entre el tiempo que le dedican a Dios (supuestamente) y lo que Él está “obligado” a devolverles.

¿Y Cristo? Bueno, nadie en su sano juicio lo niega en las iglesias actuales, pero cuando se escuchan muchas más menciones al pastor Fulano o al apóstol Mengano en la dinámica de una reunión o actividad de iglesia, ¿adónde quedó Cristo? Desplazado de hecho, no explícitamente pero sí implícitamente. Se habla de muchas cosas en la iglesia, pero ¿Cristo ocupa el lugar principal?

Al final de todo esto, ¿cómo puede recibir Dios la gloria? Ciertos personajes reciben una atención casi real, sus caras aparecen en todos los carteles, los segundones que suben al púlpito no han más que alabarlos y declarar sus enormes cualidades, las familias pastorales se llenan la boca diciendo cuán buenos padres / maridos / abuelos son; y en definitiva, todo el sistema religioso que han armado se ocupa de mantenerlos bien en alto… pero es lógico, ¡hay muchos comiendo a costa de ellos, no deben “caerse”!

Nuestras raíces no están en la Reforma sino en la Biblia. Tampoco están en el judaísmo, sin dejar de reconocer todo lo que le debemos a Israel. Están en la Palabra de Dios y más específicamente, en las palabras de Jesucristo. Pero la Reforma sigue siendo el hito histórico que nos permitió volver a ellas; podremos hablar de sus falencias, pero no estaríamos aquí sin Lutero y los que siguieron. No habrá avivamiento si no retomamos esas raíces. No sucederá la Gran Cosecha hasta que no volvamos. Y no creo que seamos tenidos por dignos de ir a Su presencia si las descuidamos.

“Juan Hus dijo en la cárcel, cuando fue sentenciado por el Papa a ser quemado vivo: "Pueden matar el ganso (en su lengua “hus” quiere decir ganso), pero dentro de cien años aparecerá un cisne que no podrán quemar." Ciento dos años después de que Juan Hus expirara en la hoguera, el "cisne" fijó en la puerta de la iglesia de Wittenberg, sus noventa y cinco tesis contra la venta de indulgencias, hecho que dio origen a la Gran Reforma. Juan Hus se equivocó en sólo dos años en su predicción. (La Reforma Protestante, Jacqueline Ballista)



Danilo Sorti




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