1 Samuel 8:4-7 DHH
4 Entonces se reunieron todos los ancianos de
Israel y fueron a entrevistarse con Samuel en Ramá,
5 para decirle: ya eres un anciano, y tus
hijos no se portan como tú; por lo tanto, nombra un rey que nos gobierne, como
es costumbre en todas las naciones.
6 Samuel, disgustado porque le pedían que
nombrara un rey para que los gobernara, se dirigió en oración al Señor;
7 pero el Señor le respondió: cualquier
petición que el pueblo te haga, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí,
para que yo no reine sobre ellos.
2 Crónicas 24:25 DHH
25 Cuando los sirios se retiraron, dejándolo
gravemente enfermo, sus funcionarios tramaron una conspiración contra él para
vengar el asesinato del hijo del sacerdote Joiadá, y lo mataron en su propia
cama. Después lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el panteón real.
Muchos consideran que un rey para Israel
estaba en los planes de Dios porque el Señor mismo dio instrucciones al
respecto ya en los libros de Moisés. Personalmente creo que eso estuvo más bien
en la voluntad permisiva de Dios antes que en Su voluntad perfecta, y el inicio
de la institución monárquica, propiamente dicho, no fue muy alagüeño, tal como
leemos en I Samuel. Los versículos siguientes contienen una advertencia solemne
de lo que dicho rey haría al pueblo:
1 Samuel 8:11-18 DHH
11 Les dijo:
—Esto es lo que les espera con el rey que los
va a gobernar: Llamará a filas a los hijos de ustedes, y a unos los destinará a
los carros de combate, a otros a la caballería y a otros a su guardia personal.
12 A unos los nombrará jefes de mil soldados,
y a otros jefes de cincuenta. A algunos de ustedes los pondrá a arar sus
tierras y recoger sus cosechas, o a fabricar sus armas y el material de sus
carros de combate.
13 Y tomará también a su servicio a las hijas
de ustedes, para que sean sus perfumistas, cocineras y panaderas.
14 Se apoderará de las mejores tierras y de
los mejores viñedos y olivares de ustedes, y los entregará a sus funcionarios.
15 Les quitará la décima parte de sus
cereales y viñedos, y la entregará a los funcionarios y oficiales de su corte.
16 También les quitará a ustedes sus criados
y criadas, y sus mejores bueyes y asnos, y los hará trabajar para él.
17 Se apropiará, además, de la décima parte
de sus rebaños, y hasta ustedes mismos tendrán que servirle.
18 Y el día en que se quejen por causa del
rey que hayan escogido, el Señor no les hará caso.
En esencia, la advertencia tenía que ver con
la pérdida de la libertad: ellos eran personas libres, pero un rey los
reduciría al nivel de siervos, no esclavos pero casi. No les importó,
consideraron el perder su libertad como un precio barato a cambio de tener la
“seguridad” que un rey les ofrecería…. ¿seguridad de qué?, se pregunta uno.
Al final, las guerras las siguieron peleando
los soldados (del pueblo), y todo lo que hacía falta hacer lo seguía haciendo
el pueblo. Dios había dispuesto una nación libre, organizada en clanes y
tribus, con un sistema mucho más parecido a una democracia representativa, pero
el precio de consensuar acciones y ponerse de acuerdo sobre la voluntad de
Dios, la incertidumbre de esperar a que Dios mismo levantara un líder (como los
caudillos y el mismo Samuel) fue demasiado para ellos.
Como le fue a Israel con la monarquía, es,
nunca mejor dicho, historia. El pueblo tuvo pocos momentos de felicidad bajo un
rey, y fueron pocos los reyes buenos, o que lo siguieron siendo toda su vida.
Cuando no había opresión y altos impuestos, había zozobra por las intrigas
palaciegas.
Muchos siglos después, la historia no es
diferente, y todos los acontecimientos mundiales resultan hábilmente conducidos
por los detentadores del poder a fin de que la sociedad de las “democracias”
modernas acepte cada vez más niveles de control e intromisión estatal; la
evolución histórica reciente de Estados Unidos es paradigmática en este
sentido. Por supuesto, los cristianos sabemos que esto no es más que una
preparación para la llegada y aceptación del Anticristo que, sin embargo,
tampoco será total ni tan fácil como parecería. Pero eso no debería
preocuparnos especialmente, si es que pensamos irnos con el Señor (y si no
fuera ese el caso, ¿qué haces leyendo este artículo? ¡Deberías ir a orar
urgentemente!). El asunto es cómo ese proceso se cuela en la iglesia del fin de
los tiempos y la inutiliza.
En el fondo, es otro de los fundamentos de la
“mega iglesia”: ¡querer tener una “figura religiosa encumbrada” que nos dé….
¿qué?
Una aparente seguridad, o la tranquilidad de
que un súper ungido resolverá todos nuestros problemas o tendrá todas las
respuestas. O querer parecernos a una gran organización secular, una gran
empresa quizás, una “pequeña nación”. Bueno, sea lo que sea, esa figura
encumbrada se mitifica y transmite seguridad y confianza… humanas. Y el
funcionamiento dentro de la iglesia termina siendo igual a lo descrito por
Samuel: opresión económica (hace falta mucho dinero para mantener esa
estructura), favorecimiento arbitrario de unos por encima de otros, pérdida de
libertad espiritual… y la rueda la sigue empujando la iglesia.
Pero tal como una y otra vez pasó con los
reyes, y tal como pasa con nuestros sistemas políticos, y tal como pasa en
muchas iglesias, la verdadera autoridad la sigue teniendo la gente, porque así
lo estableció el Señor desde un principio. La prueba indubitable de ello es la
enorme cantidad de esfuerzo que invierten los poderosos en manipular y
controlar a la gente. Y cuando la situación se desmadraba, el mismo pueblo se
encargaba de quitar al rey, ¡preferentemente de manera violenta!
Dejemos de lado los acontecimientos mundiales
porque sabemos a lo que se precipitan, pero consideremos que en el modelo
perfecto de Dios, el poder ha sido dado a los hombres, a todos, y estos lo
“ceden” voluntariamente a un líder, pero nunca lo pierden del todo.
Inevitablemente todo sistema verticalista y opresivo fallará, y nunca fue el
modelo divino. Jesús estableció un liderazgo, sí, pero cuando leemos los
Evangelios notamos que el principal énfasis NUNCA estuvo en reforzar la
autoridad que los doce tendrían, sino en establecer los principios de la hermandad,
de una verdadera familia.
Todo sistema verticalista y concentrador del
poder está inevitablemente condenado al fracaso, y el primer y principal
fracaso de todos es que el Espíritu Santo mismo se retira; y cuando eso ocurre,
¡el resto viene solo! Caída en pecado del liderazgo, aceptación de pecados,
divisiones y conflictos, inmoralidad rampante… todo se sucede como en un guión.
Dios ha dado una cuota de autoridad a cada
creyente, y eso no se negocia: no
podemos “quitárnosla”, por lo que todos debemos aprender a usar nuestra
“parcela de poder” dada por el Espíritu en una relación de hermanos, ubicando
el rol de las autoridades de manera correcta. Cuando decidimos “someternos” en
una relación que está más allá del modelo divino, pensando que ahí seremos “más
espirituales porque habremos sometido a la carne”, en realidad nos estamos
poniendo en el inevitable camino de la rebelión, porque estaremos traspasando
uno de los límites que el Señor mismo ha puesto.
Hermanos, necesitamos sabiduría para conocer
y hacer conocer estos límites.
Danilo Sorti
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