domingo, 3 de septiembre de 2017

195. ¡Queremos que un rey nos gobierne!... o quién realmente sigue teniendo el poder

1 Samuel 8:4-7 DHH
4 Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a entrevistarse con Samuel en Ramá,
5 para decirle: ya eres un anciano, y tus hijos no se portan como tú; por lo tanto, nombra un rey que nos gobierne, como es costumbre en todas las naciones.
6 Samuel, disgustado porque le pedían que nombrara un rey para que los gobernara, se dirigió en oración al Señor;
7 pero el Señor le respondió: cualquier petición que el pueblo te haga, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que yo no reine sobre ellos.

2 Crónicas 24:25 DHH
25 Cuando los sirios se retiraron, dejándolo gravemente enfermo, sus funcionarios tramaron una conspiración contra él para vengar el asesinato del hijo del sacerdote Joiadá, y lo mataron en su propia cama. Después lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el panteón real.

Muchos consideran que un rey para Israel estaba en los planes de Dios porque el Señor mismo dio instrucciones al respecto ya en los libros de Moisés. Personalmente creo que eso estuvo más bien en la voluntad permisiva de Dios antes que en Su voluntad perfecta, y el inicio de la institución monárquica, propiamente dicho, no fue muy alagüeño, tal como leemos en I Samuel. Los versículos siguientes contienen una advertencia solemne de lo que dicho rey haría al pueblo:

1 Samuel 8:11-18 DHH
11 Les dijo:
—Esto es lo que les espera con el rey que los va a gobernar: Llamará a filas a los hijos de ustedes, y a unos los destinará a los carros de combate, a otros a la caballería y a otros a su guardia personal.
12 A unos los nombrará jefes de mil soldados, y a otros jefes de cincuenta. A algunos de ustedes los pondrá a arar sus tierras y recoger sus cosechas, o a fabricar sus armas y el material de sus carros de combate.
13 Y tomará también a su servicio a las hijas de ustedes, para que sean sus perfumistas, cocineras y panaderas.
14 Se apoderará de las mejores tierras y de los mejores viñedos y olivares de ustedes, y los entregará a sus funcionarios.
15 Les quitará la décima parte de sus cereales y viñedos, y la entregará a los funcionarios y oficiales de su corte.
16 También les quitará a ustedes sus criados y criadas, y sus mejores bueyes y asnos, y los hará trabajar para él.
17 Se apropiará, además, de la décima parte de sus rebaños, y hasta ustedes mismos tendrán que servirle.
18 Y el día en que se quejen por causa del rey que hayan escogido, el Señor no les hará caso.

En esencia, la advertencia tenía que ver con la pérdida de la libertad: ellos eran personas libres, pero un rey los reduciría al nivel de siervos, no esclavos pero casi. No les importó, consideraron el perder su libertad como un precio barato a cambio de tener la “seguridad” que un rey les ofrecería…. ¿seguridad de qué?, se pregunta uno.

Al final, las guerras las siguieron peleando los soldados (del pueblo), y todo lo que hacía falta hacer lo seguía haciendo el pueblo. Dios había dispuesto una nación libre, organizada en clanes y tribus, con un sistema mucho más parecido a una democracia representativa, pero el precio de consensuar acciones y ponerse de acuerdo sobre la voluntad de Dios, la incertidumbre de esperar a que Dios mismo levantara un líder (como los caudillos y el mismo Samuel) fue demasiado para ellos.

Como le fue a Israel con la monarquía, es, nunca mejor dicho, historia. El pueblo tuvo pocos momentos de felicidad bajo un rey, y fueron pocos los reyes buenos, o que lo siguieron siendo toda su vida. Cuando no había opresión y altos impuestos, había zozobra por las intrigas palaciegas.

Muchos siglos después, la historia no es diferente, y todos los acontecimientos mundiales resultan hábilmente conducidos por los detentadores del poder a fin de que la sociedad de las “democracias” modernas acepte cada vez más niveles de control e intromisión estatal; la evolución histórica reciente de Estados Unidos es paradigmática en este sentido. Por supuesto, los cristianos sabemos que esto no es más que una preparación para la llegada y aceptación del Anticristo que, sin embargo, tampoco será total ni tan fácil como parecería. Pero eso no debería preocuparnos especialmente, si es que pensamos irnos con el Señor (y si no fuera ese el caso, ¿qué haces leyendo este artículo? ¡Deberías ir a orar urgentemente!). El asunto es cómo ese proceso se cuela en la iglesia del fin de los tiempos y la inutiliza.

En el fondo, es otro de los fundamentos de la “mega iglesia”: ¡querer tener una “figura religiosa encumbrada” que nos dé…. ¿qué?

Una aparente seguridad, o la tranquilidad de que un súper ungido resolverá todos nuestros problemas o tendrá todas las respuestas. O querer parecernos a una gran organización secular, una gran empresa quizás, una “pequeña nación”. Bueno, sea lo que sea, esa figura encumbrada se mitifica y transmite seguridad y confianza… humanas. Y el funcionamiento dentro de la iglesia termina siendo igual a lo descrito por Samuel: opresión económica (hace falta mucho dinero para mantener esa estructura), favorecimiento arbitrario de unos por encima de otros, pérdida de libertad espiritual… y la rueda la sigue empujando la iglesia.

Pero tal como una y otra vez pasó con los reyes, y tal como pasa con nuestros sistemas políticos, y tal como pasa en muchas iglesias, la verdadera autoridad la sigue teniendo la gente, porque así lo estableció el Señor desde un principio. La prueba indubitable de ello es la enorme cantidad de esfuerzo que invierten los poderosos en manipular y controlar a la gente. Y cuando la situación se desmadraba, el mismo pueblo se encargaba de quitar al rey, ¡preferentemente de manera violenta!

Dejemos de lado los acontecimientos mundiales porque sabemos a lo que se precipitan, pero consideremos que en el modelo perfecto de Dios, el poder ha sido dado a los hombres, a todos, y estos lo “ceden” voluntariamente a un líder, pero nunca lo pierden del todo. Inevitablemente todo sistema verticalista y opresivo fallará, y nunca fue el modelo divino. Jesús estableció un liderazgo, sí, pero cuando leemos los Evangelios notamos que el principal énfasis NUNCA estuvo en reforzar la autoridad que los doce tendrían, sino en establecer los principios de la hermandad, de una verdadera familia.

Todo sistema verticalista y concentrador del poder está inevitablemente condenado al fracaso, y el primer y principal fracaso de todos es que el Espíritu Santo mismo se retira; y cuando eso ocurre, ¡el resto viene solo! Caída en pecado del liderazgo, aceptación de pecados, divisiones y conflictos, inmoralidad rampante… todo se sucede como en un guión.

Dios ha dado una cuota de autoridad a cada creyente, y eso no se negocia: no  podemos “quitárnosla”, por lo que todos debemos aprender a usar nuestra “parcela de poder” dada por el Espíritu en una relación de hermanos, ubicando el rol de las autoridades de manera correcta. Cuando decidimos “someternos” en una relación que está más allá del modelo divino, pensando que ahí seremos “más espirituales porque habremos sometido a la carne”, en realidad nos estamos poniendo en el inevitable camino de la rebelión, porque estaremos traspasando uno de los límites que el Señor mismo ha puesto.

Hermanos, necesitamos sabiduría para conocer y hacer conocer estos límites.



Danilo Sorti




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