Salmos 94:3-10 RVC
3 ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuando se
regocijarán los impíos?
4 ¿Hasta cuándo esos malhechores seguirán
jactándose de sus crímenes?
5 A tu pueblo, Señor, lo oprimen; a los que
son tuyos los afligen.
6 A las viudas y a los extranjeros los matan;
a los huérfanos les quitan la vida,
7 y todavía dicen: «El Señor no nos verá; el
Dios de Jacob no se dará cuenta.»
8 ¡Entiéndanlo bien, gente necia e insensata!
¿Cuándo van a actuar con sabiduría?
9 ¿Acaso no oirá el que hizo los oídos?
¿Acaso no verá el que hizo los ojos?
10 ¿No va a reprender el que castiga a las
naciones? ¿Acaso no sabe de ciencia el maestro del género humano?
Lucas 19:41-44 RVC
41 Ya cerca de la ciudad, Jesús lloró al
verla,
42 y dijo: «¡Ah, si por lo menos hoy pudieras
saber lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos.
43 Porque van a venir sobre ti días, cuando
tus enemigos levantarán un cerco a tu alrededor, y te sitiarán.
44 Y te destruirán por completo, a ti y a tus
hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te
diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte.»
La gracia ha sido de tal manera pervertida
por los falsos maestros y profetas, y con tanta sutileza, que difícilmente hoy
podamos encontrar un cristiano que sea capaz de orar por el juicio de Dios
conforme el corazón del Padre.
Hermanos, quiero reafirmar esto: todos
aquellos predicadores que se llenan la boca hablando de misericordia y
“extienden” indefinidamente la misericordia de Dios sobre los rebeldes e impíos
son falsos mensajeros de paz, emisarios de Satanás, que han robado al Pueblo de
Dios aquella herramienta que David, un hombre conforme al corazón de Dios,
conocía muy bien: EL CLAMOR POR JUSTICIA.
“¿Hasta cuándo, Señor?” es el clamor no dicho
de muchos cristianos hoy, es la oración callada porque ha sido censurada bajo
todo tipo de maldiciones por los falsos predicadores de la prosperidad y de la
“buena vida cristiana”.
“¿Hasta cuándo, Señor?” es la oración más
peligrosa para el reino de las tinieblas, porque una vez que la gracia fue
presentada, que las obras de Dios se dieron a conocer, que la misericordia
divina hizo salir su sol y llover bendiciones sobre justos y pecadores, ¿qué
más queda sino un “hasta cuándo”?
“¿Hasta cuándo, Señor?” es la oración que
cierra un ciclo, el fin del testimonio, el sello de la maldad humana, cuando
llega a su límite. Es la llave que abre la siguiente etapa del obrar divino:
los juicios del Padre, cuando los impíos son quitados de la tierra, y el resto
ve y teme.
La creación toda está gimiendo un “¿Hasta
cuándo, Señor?” y el Señor está muy próximo a responder, pero antes de ese día
cercano que tomará desprevenidos a tantos y tantos, hay todavía un “¿Hasta
cuándo, Señor?” que debe ser orado aquí y ahora, sobre los poderes impíos que
se levantan, porque la Iglesia santa aún no ha sido quitada de la Tierra y al
Anticristo aún no se le ha dado su hora de dominio. Porque quizás así, sólo
quizás, los que vean el juicio teman y reconozcan al que tiene toda autoridad y
escapen del castigo mucho mayor que se avecina.
Hermanos, cuando el Espíritu nos da ese
sentimiento profundo de dolor y de ira santa, no temamos orar por el juicio,
especialmente hacia los poderosos que están trayendo destrucción e inmundicia
sobre las naciones; ninguno de ellos es inocente, ninguno de ellos puede alegar
que “no sabe”, en cambio, todos se han endurecido y caminan obedientemente
según el modelo del NOM, ¡pero la Iglesia aún está aquí! ¿Qué derecho tienen a
maldecir la tierra?
Hermanos, nosotros somos los que hemos creído
las mentiras de los falsos pastores que durante años nos hablaron sólo de la
misericordia y el amor de Dios, ocultando que Dios es también fuego consumidor.
Ellos están doblemente condenados al infierno, pero nosotros también si
continuamos creyendo sus mentiras. El tiempo es tan breve que ninguna oración
está de más, ninguna manifestación del poder de Dios es innecesaria ni
“insignificante” en sus resultados.
Pero NUNCA el clamor de justicia puede ir
separado del llanto por el juicio que sin duda vendrá. Es inevitable que Dios
haga justicia, y solo así algunos creerán, pero ¡ay de ese día! Y no lo digo
solo por el día de la ira de Dios que vendrá, lo digo también por los días de
juicio que veremos en este tiempo y que ya estamos viendo.
La Jerusalén de la época de Jesús merecía el
terrible castigo que sufrió, era perfectamente justo, Jesús lo sabía, pero aún
así lloró; por los pecadores no arrepentidos, por aquellos que estaban llamados
a tener vida eterna pero la rechazaron. Aún por los mismos que lo condenarían
porque, ¿qué poder tenían sobre la Vida misma? No podían acabar con el Autor de
la Salvación, se estaban condenando a sí mismos y a toda una nación. La
Jerusalén de hoy no es menos culpable porque aún no se ha limpiado de su
pecado, aunque viene pronto el día en que lo hará.
“¿Hasta cuándo, Señor?” DEBE SER EL CLAMOR de
los hijos de Dios hoy también, por si quizás, viendo el juicio venir, algunos
escapen el fuego del infierno. Pero es un clamor que va acompañado por el
llanto de lo que vendrá.
Danilo Sorti
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