domingo, 3 de septiembre de 2017

197. Todo el pueblo en avivamiento

Nehemías 8:1-9 RVC
1 Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas, y le rogaron al escriba Esdras que llevara el libro de la ley de Moisés, que el Señor le había dado al pueblo de Israel.
2 Era el día primero del mes séptimo del año. Entonces Esdras, que también era sacerdote, llevó el libro y lo mostró a todo el pueblo y a todos los que podían entender, lo mismo a hombres que a mujeres,
3 y desde el alba hasta el medio día lo leyó en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas. Todo el pueblo escuchaba con mucha atención la lectura del libro de la ley,
4 y para que todos escucharan mejor Esdras se subió a un estrado de madera hecho a propósito. A su derecha estaban Matatías, Semá, Anías, Urías, Hilcías y Maseías; a su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán.
5 Esdras abrió el libro ante todo el pueblo, y como él estaba por encima de los presentes, todos lo vieron y prestaron mucha atención
6 Entonces Esdras bendijo la grandeza del Señor, y el pueblo, con las manos hacia el cielo, respondió a una sola voz: «¡Amén! ¡Amén!» Luego, todos se inclinaron hasta el suelo y adoraron al Señor.
7 Mientras la ley era leída, los levitas Josué, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Kelita, Azarías, Yozabad, Janán y Pelaía explicaban al pueblo la lectura, y el pueblo estaba tan interesado que no se movía de su lugar.
8 Y es que la lectura de la ley se hacía con mucha claridad, y se recalcaba todo el sentido, de modo que el pueblo pudiera entender lo que escuchaba.
9 Como todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley, el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que explicaban al pueblo el sentido de la ley, dijeron: «Este día está consagrado al Señor, nuestro Dios. No hay razón para que lloren y se pongan tristes.»


¿Cuál es el ideal del pueblo cristiano? ¿Cuáles son nuestras esperanzas? ¿Qué esperamos ver en esta tierra, antes de que Cristo venga? La corriente de la prosperidad hablaría de dinero y posesiones, pero esa nunca fue la esperanza de los hombres santos de la antigüedad. El ideal, en especial durante el siglo pasado, fue el avivamiento.

Claro que a esa visión hoy la podríamos profundizar más, porque la profundidad de la maldad es mucho mayor y la obra del Espíritu tiene que ser más profunda que antes, pero también porque podemos ver muchas otras facetas de la vida humana que pueden ser tocadas por un avivamiento.

En esencia, un avivamiento es un mover del Espíritu que afecta a toda una sociedad, una nación o incluso muchas de ellas, tan radical y completo que se produce un cambio espiritual, social, económico y en general en todas las áreas de la vida humana claramente visible para cualquiera: las personas abandonan en masa su mala vida, miles o millones se vuelven al Señor, se cierran bares, teatros, prostíbulos, casas de juegos; bajan los índices de delito, las iglesias se llenan. Hay milagros y señales a cada momento y la presencia del Espíritu es tan fuerte que sólo con acercarse a un lugar de predicación (plazas y sitios al aire libre muchas veces) la gente cae bajo la convicción de pecado. Algo así ocurrió en el pasado en diversos lugares del mundo, durante un tiempo, y fue la esperanza de la iglesia durante mucho tiempo, hasta que entró el corrupto evangelio de la prosperidad. Un avivamiento mundial es la promesa para los tiempos inmediatamente antes del arrebatamiento.

Así como no tenemos exactamente la palabra “Trinidad” en la Biblia pero sí el concepto, tampoco tenemos “avivamiento”, pero sí diversas escenas que nos muestran avivamientos, reavivamientos o despertares (hay definiciones más precisas para cada una de estas palabras) ocurriendo aquí y allá, en momentos o circunstancias muy distintas pero a la vez con muchos puntos en común. Cada uno de ellos, en cierto sentido, anuncia proféticamente lo que será el último y gran avivamiento, breve, pero lo suficientemente extenso y profundo como para recoger la última cosecha de la que llamamos “época de la Gracia”.

El caso que menciona Esdras es uno de ellos: no tenemos aquí las señales de Hechos ni los juicios de Egipto, no hay una sociedad especialmente pecadora (todo lo contrario, si la comparamos con la Israel pre cautiverio) pero sí hay una sed nacional por escuchar y obedecer la Palabra de Dios, que habían “perdido” hacía mucho tiempo, tanto que se hizo necesario que fuera traducida porque ya había cambiado el idioma.

Pero el pasaje nos muestra una de las claves del avivamiento: la sed y la disposición del pueblo. Un avivamiento no puede venir de la mano de un grupo de santos si la nación no está sedienta de “algo distinto”. Siempre hay algunos creyentes que reciben el fuego del Espíritu, y luego se transmite a los no creyentes que los rodean. Siempre debe haber circunstancias externas que preparen al pueblo, y normalmente se trata de algún juicio divino especialmente fuerte. En el caso de Esdras, fue la deportación a Babilonia setenta años atrás, de la que apenas se estaban restableciendo.

Luego está la Palabra de Dios. No grandes predicadores o shows mediáticos ni conciertos multitudinarios, ni grandes construcciones materiales. Solo la GRAN E INEFABLE PALABRA DE DIOS. Es más, casi que tampoco tenemos grandes nombres ahí: conocemos a Esdras pero el resto de los que se mencionan no son gente que aparezca frecuentemente en la Palabra. Siempre que ha ocurrido un avivamiento, el centro ha sido la Palabra de Dios, y siempre ha habido una vuelta hacia ella, desde un cristianismo corrompido. Nada de lo que hoy se publicita como “culto de avivamiento” realmente lo es, ¡el avivamiento no tiene nada que ver con los espectáculos que se hacen hoy en muchas iglesias!

El avivamiento es “propiedad” de muchos hombres y mujeres. En realidad es “propiedad” del Espíritu, pero Él lo derrama sobre muchos, sobre una sociedad, y es la gente “común y corriente” la que se levanta con poder haciendo milagros y señales increíbles, predicando mensajes sencillos pero con un poder desconocido.

Y el verdadero avivamiento produce verdadero arrepentimiento y tristeza por los pecados. Nada tiene que ver con la “fiesta y la intoxicación espiritual” de algunas iglesias, tampoco con el “empacho bíblico” de otras. Es una convicción genuina que lleva a un cambio genuino, sin sesiones interminables de sanidad interior o consejería de años y décadas para lograr algún cambio: ¡el Espíritu Santo se encarga de hacer en muy pocos días lo que un ejército de profesionales de la psicología no logra en años! Cuando hay avivamiento, hay un cambio moral rotundo. Iglesias llenas de gente que profesa el cristianismo pero viven vidas inmundas puede ser cualquier cosa menos iglesias del Señor.

Y hay algo más:

Nehemías 8:10-12 RVC
10 También dijeron: «Vayan y coman bien, y tomen un buen vino, pero compartan todo con los que nada tienen. Éste día está consagrado a nuestro Señor, así que no estén tristes. El gozo del Señor es nuestra fuerza.»
11 También los levitas animaban al pueblo y le decían: «Ya no lloren. No estén tristes, porque hoy es un día sagrado.»
12 Entonces todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a compartir su comida; y pasaron el día muy alegres, pues habían entendido las explicaciones que les habían dado.


En las últimas décadas se ha predicado y cantado tanto sobre el gozo y hemos tenido tan poco que la palabra misma terminó vaciándose de contenido. El verdadero gozo viene después de un profundo arrepentimiento por haberse encontrado con el verdadero y santo Dios, Padre, Hijo y Espíritu. ¡Cuántas fiestas de gozo vacío que después llaman avivamiento o manifestación de Dios! No nos confundamos hermanos, es solo manifestación de las emociones… cuando no de algún bicharraco que se hace pasar por el Espíritu.

En muchas iglesias Satanás ha intentado falsificar el avivamiento, y muchos líderes a los cuales les fue retirado el candelabro hace rato han sido sus cómplices voluntarios. Pero el verdadero avivamiento es otra cosa, y esperamos por él. El Señor nos lo prometió, sabemos que vendrá en tiempos especialmente difíciles y que será la última cosecha. ¿Estaremos preparados para ser los cosecheros de ese tiempo?


Danilo Sorti




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