sábado, 30 de septiembre de 2017

274. ¿Quién será mi líder espiritual?

1 Timoteo 3:1-13 DHH
1 Esto es muy cierto.
Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira.
2 Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una vida seria, juiciosa y respetable. Debe estar siempre dispuesto a hospedar gente en su casa; debe ser apto para enseñar;
3 no debe ser borracho ni amigo de peleas, sino bondadoso, pacífico y desinteresado en cuanto al dinero.
4 Debe saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y de conducta digna;
5 porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?
6 Por lo tanto, el dirigente no debe ser un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga bajo la misma condenación en que cayó el diablo.
7 También debe ser respetado entre los no creyentes, para que no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo.
8 Asimismo, los diáconos deben ser hombres respetables, que nunca falten a su palabra ni sean dados a emborracharse ni a desear ganancias mal habidas.
9 Deben apegarse a la verdad revelada en la cual creemos, y vivir con conciencia limpia.
10 Primero deben pasar un periodo de prueba, y después, si no hay nada en contra de ellos, podrán servir como diáconos.
11 Igualmente, las mujeres deben ser respetables, no chismosas, serias y fieles en todo.
12 Un diácono debe ser esposo de una sola mujer, y saber gobernar bien a sus hijos y su propia casa.
13 Porque los diáconos que realizan bien su trabajo, se hacen dignos de un lugar de honor, y podrán gozar de gran tranquilidad gracias a su fe en Cristo Jesús.


Satanás ha logrado muy astutamente “embarrar la cancha” del liderazgo cristiano al haber introducido un verdadero ejército de “perros” disfrazados de pastores, maestros o apóstoles. Pero no quiero hablar de ellos sino de los verdaderos líderes, los que tienen un llamado genuino y vidas santas: ¿cómo “sobrevivir” cuando hay tal crisis? ¿Cómo podemos reconocerlos? ¿Cómo hacemos para no caer en una “sospecha absoluta” sobre todos?

Conozco personalmente varios líderes de los cuales puedo dar testimonio de su integridad y de su deseo sincero de servir al Señor. Algunos de ellos tienen ya ministerios establecidos y congregaciones no muy grandes que los apoyan, otros están luchando para llevar adelante la obra, haciendo malabares con el tiempo, la familia, el trabajo, el dinero, su propio crecimiento espiritual… mientras sus iglesias realmente no se comprometen con el trabajo, ¿por qué? La respuesta no es simple, pero al menos una de las explicaciones, creo yo, tiene que ver con el descrédito generalizado del liderazgo cristiano.

El manto de sospecha que se cierne hoy sobre toda figura de liderazgo tiene su utilidad: es cierto que hay muchos por ahí que buscan su propio beneficio, y no solamente en iglesias grandes y “prósperas”, también en iglesias chicas. El problema es que realmente “sospecha” no es la actitud correcta, sino “discernimiento”. La sospecha tiene que ver con una disposición del alma, con el “escepticismo”, con la predisposición a pensar mal de la otra persona sin conocerla, con la intención de encontrar los errores que se creer firmemente que tiene. El discernimiento tiene que ver con el reconocimiento del engaño actual y de la naturaleza humana, pero evitando juzgar con juico propio sino buscando la dirección clara del Señor.

Pero como el engaño es precisamente la habilidad de ocultar la verdad, y el pueblo de Dios suele estar bastante escaso de discernimiento, necesitamos entender algunos lineamientos básicos de cómo es un verdadero líder espiritual.

El Espíritu Santo nos dejó a Pablo como el “arquitecto” de la Iglesia y en I Timoneo nos hace un resumen de las características de los líderes locales. El texto es por demás de claro a la vez que por demás de ignorado, por lo que no necesita demasiada explicación, sin embargo, hagamos un análisis general.

El total de cualidades mencionadas (incluyendo las repetidas) son 30, de ellas solamente 2 menciones se refieren principalmente a condiciones que no son cualidades del carácter (aunque implícitamente sí); esto quiere decir que al menos el 93 % de los requisitos tienen que ver directamente con los frutos del Espíritu. Cuidado, estamos dando por sentado que la persona en cuestión ya ha manifestado los dones del Espíritu necesarios como para estar en condiciones de “aspirar al cargo de presidir la comunidad” y su voluntad de hacerlo.

Los posibles candidatos son entonces los que manifiestan los dones y disposición para el liderazgo. Pero la decisión final tiene que ver casi exclusivamente con sus frutos. Aunque da por sentados los dones necesarios, Pablo prácticamente no habla de eso. Tampoco dice otras cosas, como por ejemplo:

·         Que el candidato sea especialmente persuasivo en sus palabras.
·         Que tenga habilidades de “manejo del escenario”, perdón, “del púlpito”
·         Que sea próspero, con muchas propiedades, trajes caros, rolex y autos lujosos
·         Que sea una figura pública en la sociedad (sólo que tenga buen testimonio)
·         Que sea un “teólogo consumado”
·         Que tenga muchos seguidores
·         Que sus amigos cercanos digan “cuán buena persona es”
·         Que “pasen cosas” en sus reuniones

Ahora bien, si el modelo bíblico no requiere nada de eso sino la clara manifestación de los frutos, ¿por qué razón hoy en día estamos buscando exactamente eso? He escrito bastante sobre este liderazgo satánico que se ha introducido en las iglesias, pero no existe líder sin seguidores, y cuando estos tienen las motivaciones incorrectas, los líderes incorrectos nacen como hongos después de una lluvia.

¿Qué estamos buscando? El modelo del cristianismo de estas últimas décadas nos ha dado una imagen tan distorsionada del liderazgo que aunque muchos estén disconformes con sus líderes actuales, realmente no saben qué buscar; literalmente se sienten “presos” de la situación, sin ninguna vía de escape, esperando solo que el arrebatamiento los libre de esas iglesias “peor es nada”. Pero esto es porque no han hecho el esfuerzo consciente de acomodar su visión a la Palabra de Dios.

Cuando nos limpiamos de las expectativas y cualidades erróneas del liderazgo, podemos ver qué es lo que realmente debemos buscar, qué debemos mirar. Lo grande o lo pequeño de la congregación, el éxito numérico o la falta de el, el dinero o la falta de dinero finalmente no será lo principal, sino las cualidades, los frutos manifestados.

Ahora bien, ¿cómo ver los frutos en personajes públicos que viven vidas alejadas de los hermanos? Pues precisamente NO PODEMOS VERLOS, y debemos reconocer que “esa es la idea”… Si el líder en cuestión no es lo suficientemente visible, o bien, si él único testimonio que tenemos es el de todos aquellos que lo rodean y “comen” de él, sencillamente, no podemos evaluarlo en base al criterio bíblico, por lo que no tenemos justificativos claros para seguirlos.

Hermanos, las palabras de Pablo en relación al liderazgo no son una “sugerencia orientativa”, ¡SON UN MANDATO! Y debe ser obedecido tanto por el líder como por los seguidores, aunque en realidad no son precisamente palabras para el líder sino para la congregación, Pablo está dando el formato de examen que deben pasar. Y esto nos lleva a otro punto: si los líderes se colocan en una posición de autoridad en la cual “no es posible” examinarlos sin caer bajo las más atroces maldiciones, ¡también están violando el mandato bíblico!

Pero ahora quiero volver a lo que dije en los primeros párrafos: aquel líder que razonablemente ha pasado la prueba y puede cumplir con los requisitos (tanto hombre como mujer, ya que el machismo cristiano “bíblicamente” justificado sigue siendo muy fuerte), debe ser respetado y apoyado en el ministerio. No podemos aplicar el “manto de sospecha” sobre él, aunque por supuesto siempre debemos cuidarnos los unos a los otros y exhortarnos cuando nos estamos desviando, líder inclusive.

El que no cumple con los requisitos bíblicos no califica para ser líder, ¿por qué los escuchamos y creemos lo que dicen? ¿Por qué tememos sus maldiciones hacia quienes los expongan en sus errores o se vayan de esas iglesias?

Pero el que sí los cumple es un verdadero líder, ¿por qué los menospreciamos? ¿Por qué somos escasos con las ofrendas y el apoyo ministerial? ¿Por qué consideramos que son de segunda categoría dado que no tienen iglesias grandes y con mucho dinero?

El Señor nos ha dejado líderes y son un verdadero tesoro. Debemos cuidarlos, orar por ellos, y de vez en cuando, animarlos y exhortarlos en amor, pero no olvidar que si llegaron hasta allí no es solo por los dones, que se reciben por gracia, sino porque demostraron una consagración especial y dieron frutos dignos del Señor. Debemos valorarlos en todos los sentidos.

¡Señor, perdonanos por nuestra actitud de desprecio!


Danilo Sorti




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