domingo, 3 de septiembre de 2017

207. La raíz de iniquidad nacional de corrupción de la misericordia

Jueces 20:12-14 RVC
12 Y enviaron mensajeros a toda la tribu de Benjamín, para preguntarles: «¿Por qué cometieron tal infamia?
13 Entréguennos a esos malvados que viven en Gabaa, para que los matemos. Así erradicaremos de Israel esa maldad.» Pero los de Benjamín no hicieron caso de sus hermanos israelitas,
14 sino que de todas sus ciudades se juntaron en Gabaa para presentar batalla contra los israelitas.

Este artículo es uno de una serie sobre las iniquidades nacionales. Aquí hablo específicamente de Argentina porque es del país que puedo escribir con conocimiento. Probablemente este sea uno de los más específicos de la serie y las características expresadas no sean comunes a muchos otros países, sin embargo, en la página web citada más abajo se pueden encontrar otras tipologías propias de las distintas naciones.

Creo que una parte del espíritu nacional de Argentina, en su aspecto positivo, tiene que ver con la misericordia, con recibir, acoger, simpatizar con otros. Y como tierra de inmigrantes, eso mismo está en mayor o menor medida en buena parte de Latinoamérica.

Arthur Burk, en su página (www.resplandece.org) desarrolla los “dones de redención”, 7 dones espirituales que funcionarían como una especie de “temperamento”, característicos de individuos, ciudades y naciones. Uno puede leer la clasificación y darse cuenta en qué categoría se ubica la nación, y con eso tener una idea muy clara de sus fortalezas y debilidades. En lo que respecta a Argentina, Burk la ubica dentro del don de Exhortación, y claramente es una tipología muy apropiada, aunque quizás no exactamente de toda la nación. Sin embargo, creo que hay otro don que también puede describir bastante bien al país, no sé si será el principal pero podría ser el secundario, y es el don de Misericordia. No voy a repetir aquí lo que dice, el lector puede tomarse un tiempo y leer la clasificación por sí mismo (http://resplandece.org/7-dones-de-redencion/66.html), le va a resultar muy útil.

En esencia, con la Misericordia tenemos muchas cosas buenas pero algunas malas, muy malas: al querer simpatizar con todos y tener una atracción especial por el que está en necesidad, es discriminado o está sufriendo, llega al punto de justificar y defender al “pobrecito” simplemente porque es “pobrecito”, en contra del que es “poderoso y agresivo”. Los argentinos que lean esto claramente podrán identificar una de las dos corrientes (socio políticas) que mencionamos en la raíz de iniquidad del Espíritu de Caín como la más representativa del don de Misericordia. Y aunque la Biblia es por demás de clara en cuanto al mandato de ayudar al pobre (pobre, discriminado, necesitado, despreciado), también es clara cuando dice:

Levítico 19:15 RVC
15 »No seas injusto en el juicio. »No favorezcas al pobre ni complazcas al poderoso. »Trata a tu prójimo con justicia.

Verdad que fue ilustrada en otra oportunidad:

Éxodo 30:14-15 RVC
14 Todo el que sea contado y que tenga más de veinte años de edad, deberá dar esta ofrenda al Señor.
15 Al dar la ofrenda al Señor para la expiación de personas, ni el rico dará más de cinco gramos de plata, ni el pobre dará menos.

Cuando vemos a las madres defender a sus hijos que se comportaron mal en la escuela, llegando incluso a agredir a los docentes, cuando vemos que se defiende ardientemente a las “minorías sexuales” porque inspiran lástima, cuando vemos el odio enconado contra “el que tiene dinero porque es oligarca y oprime al pobre”, estamos viendo la corrupción del don de misericordia. Quizás el ejemplo más extremo que podamos encontrar en la Biblia es el relato de Jueces 19 – 21, el segundo relato más extenso del libro después de la historia de Sansón.

Aquí la tribu de Benjamín decidió defender a un grupo de sus hombres que eran evidentemente perversos y corruptos; todos juntos “como un solo hombre” se pusieron irracionalmente en contra de todas las otras tribus, y aunque la batalla fue reñida, era claro que terminarían siendo casi exterminados. Mientras los espíritus inmundos que, evidentemente se habían extendido y dominado a toda la tribu, los fortalecían, lograron prevalecer, pero cuando el resto de Israel buscó fervientemente las fuerzas del Señor y recibieron una estrategia divina, los benjaminitas se “desmoralizaron” (es decir, los espíritus que les infundían autosuficiencia fueron derrotados y acallados) y resultaron casi totalmente destruidos. Así, este espíritu de corrupción de la misericordia puede resultar muy fuerte y agresivo, precisamente porque es muy fácil de justificar: ¡se está defendiendo a los “injustamente” acusados! Y este espíritu lleva a una agresividad extrema, que al final, termina en una gran destrucción. La historia argentina da cuentas de ellos, y si eso no ha pasado en estos años recientes ha sido por las oraciones fieles de los santos. Pero la historia reciente de Sudamérica no está muy lejos de eso tampoco, aunque en algunos casos la resolución ha sido más violenta.

Finalmente, Israel tuvo misericordia de Benjamín y permitió que la tribu fuera restablecida, pero de ahí en más sólo como una tribu pequeña, que ya no podría tener grandes aspiraciones.

Más adelante, Dios se volvió a fijar en Benjamín, ¡tuvo misericordia!, y levantó a Saúl como rey de Israel, con quien estuvo dispuesto a hacer un pacto. De nuevo, muy pronto se desvió de los propósitos divinos debido al deseo de agradar a la gente y a su autoindulgencia; sacrificando cuando no debía, perdonando a Agag, que estaba destinado a la muerte y de cuya estirpe luego vendría Amán, y al final teniendo excesiva misericordia de sí mismo, mostrándose como un “perseguido y traicionado” cuando en realidad era él el perseguidor y el traidor, ¿resulta una descripción familiar en el espectro político reciente…? Terminó siendo destruido, él y sus descendientes, y el reino fue pasado a otra tribu.

Evidentemente, la Misericordia tiene un enorme potencial ante Dios, pero su perversión acarrea un terrible juicio. Esta dicotomía la vemos en Argentina: tremendos potenciales por un lado y tremendos conflictos por otro. De hecho, hay chistes dando vuelta por ahí al respecto, pero no los voy a repetir…

Hasta aquí un breve diagnóstico. La Misericordia, cuando es corrompida, lleva a defender a los injustos y pervertidos que se hacen pasar por débiles y oprimidos, está asociada a una agresividad enorme e irracional, y acarrea una terrible destrucción. Sin embargo, ¡Dios tiene misericordia de los misericordiosos! Por lo que vuelve a resurgir, cuando nadie lo esperaría, cuando aparentemente la destrucción fue irreversible. También esto es notorio en la historia argentina.

Bueno, ¿cómo se soluciona este ciclo vicioso y terriblemente destructivo al que lleva la perversión de la Misericordia?

Si volvemos a la Biblia, la tribu de Benjamín, el misericordioso, debía estar al lado de Judá, el gobernante:

1 Samuel 23:16-17 RVC
16 Y un día, Jonatán hijo de Saúl fue a Hores para visitar a David, y lo animó a no perder su confianza en Dios.
17 Le dijo: «No tengas miedo, David, que mi padre no va a encontrarte. Yo estoy seguro de que tú vas a ser rey de Israel, y de que yo seré el segundo en importancia. Eso, hasta Saúl mi padre lo sabe.»

Jonatán tuvo misericordia de David, no tenía por qué y era muy claro que David iba a ocupar “su” lugar, pero eso no le importó. Si Jonatán lo sabía tan bien, ¿¡por qué rábanos tenía que estar en el lugar incorrecto al lado de un rey ya destituido, muriendo en combate!? ¿Qué hubiera sido de la historia de Israel si la dinastía de Misericordia hubiera liderado junto con la dinastía de Gobierno? No lo sabemos, solamente podemos lamentar lo que no fue. Por supuesto, Dios permitió que Jonatán muriera en la guerra, pero no creo que hubiera sido ese su deseo.

Pero siglos después, Dios restauró lo que se había perdido, y encontramos ahí mismo los patrones de restauración para el don de Misericordia. De la tribu de Judá salió el Salvador, Aquel que tenía la autoridad genuina para gobernar; pero de la tribu de Benjamín salió un nuevo Saúl, ahora llamado Saulo, a quien los gentiles conocemos como Pablo; él recibió tremenda misericordia, absolutamente inmerecida, que lo transformó de asesino y perseguidor (tal como fueron los hombres de Benjamín en la historia de Jueces y más tarde Saúl, en I Samuel) en un apóstol totalmente consagrado, absolutamente negado a sí mismo llegando al punto de despreciar su propia vida y que a su vez extendió misericordia a los que no eran dignos y sobre los cuales no había ni herencia ni esperanzas: los gentiles, nosotros. Y si Jesús es la persona más destacada en las páginas del Nuevo Testamento, Pablo es el segundo. Finalmente, lo que no pudo ser en la época del Antiguo Pacto, sucedió en los inicios del Nuevo.

Pablo recibió misericordia inmerecida, y no la pervirtió. De la misma forma, nosotros debemos restaurar esta raíz de misericordia pervertida hacia su original. Además de arrepentirnos y quitarla de nosotros por el Espíritu, debemos aplicar los principios de Pablo: llevar la verdad para salvación, que es la verdadera misericordia; anunciar justicia, esto es, tanto la profundidad del pecado como la mayor profundidad de la salvación en Cristo. La verdadera misericordia no es tapar el pecado ni mirar para otro lado, y mucho menos, justificarlo y defenderlo. La verdadera misericordia no existe sin la verdad, pero la verdad sin misericordia mata; sólo cuando la misericordia viene después de la verdad, en ese orden, hay plenitud de vida nueva.

Salmos 85:9-12 RVC
9 Su salvación está cerca de quienes le temen, para que su gloria se asiente en nuestra tierra.
10 Se encontrarán la misericordia y la verdad, se besarán la justicia y la paz.
11 Desde la tierra brotará la verdad, y desde los cielos observará la justicia.
12 Además, el Señor nos dará buenas cosas, y nuestra tierra producirá buenos frutos.

Como Exhortador, Argentina tiene un potencial de bendición para todo el mundo; pero es poco lo que puede lograrse sin la Misericordia, ¡y nada cuando ambas corrientes se destruyen entre sí! Cuando la exhortación se une con la misericordia, y de hecho, según Arthur Burk, Pablo mismo tenía el don redentor de exhortación, aunque su tribu manifestara la misericordia, el potencial de transformación social es enorme; bueno, tal como en el caso de Pablo.

Hermanos, este es un desafío tremendo y apasionante al que nos llama el Señor.

Danilo Sorti




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