Jueces 20:12-14 RVC
12 Y enviaron mensajeros a
toda la tribu de Benjamín, para preguntarles: «¿Por qué cometieron tal infamia?
13 Entréguennos a esos
malvados que viven en Gabaa, para que los matemos. Así erradicaremos de Israel
esa maldad.» Pero los de Benjamín no hicieron caso de sus hermanos israelitas,
14 sino que de todas sus
ciudades se juntaron en Gabaa para presentar batalla contra los israelitas.
Este artículo es uno de una
serie sobre las iniquidades nacionales. Aquí hablo específicamente de Argentina
porque es del país que puedo escribir con conocimiento. Probablemente este sea
uno de los más específicos de la serie y las características expresadas no sean
comunes a muchos otros países, sin embargo, en la página web citada más abajo
se pueden encontrar otras tipologías propias de las distintas naciones.
Creo que una parte del
espíritu nacional de Argentina, en su aspecto positivo, tiene que ver con la
misericordia, con recibir, acoger, simpatizar con otros. Y como tierra de
inmigrantes, eso mismo está en mayor o menor medida en buena parte de
Latinoamérica.
Arthur Burk, en su página (www.resplandece.org) desarrolla los “dones de redención”, 7
dones espirituales que funcionarían como una especie de “temperamento”,
característicos de individuos, ciudades y naciones. Uno puede leer la
clasificación y darse cuenta en qué categoría se ubica la nación, y con eso
tener una idea muy clara de sus fortalezas y debilidades. En lo que respecta a
Argentina, Burk la ubica dentro del don de Exhortación, y claramente es una
tipología muy apropiada, aunque quizás no exactamente de toda la nación. Sin
embargo, creo que hay otro don que también puede describir bastante bien al
país, no sé si será el principal pero podría ser el secundario, y es el don de
Misericordia. No voy a repetir aquí lo que dice, el lector puede tomarse un
tiempo y leer la clasificación por sí mismo (http://resplandece.org/7-dones-de-redencion/66.html), le va a resultar muy útil.
En esencia, con la
Misericordia tenemos muchas cosas buenas pero algunas malas, muy malas: al
querer simpatizar con todos y tener una atracción especial por el que está en
necesidad, es discriminado o está sufriendo, llega al punto de justificar y
defender al “pobrecito” simplemente porque es “pobrecito”, en contra del que es
“poderoso y agresivo”. Los argentinos que lean esto claramente podrán
identificar una de las dos corrientes (socio políticas) que mencionamos en la
raíz de iniquidad del Espíritu de Caín como la más representativa del don de
Misericordia. Y aunque la Biblia es por demás de clara en cuanto al mandato de
ayudar al pobre (pobre, discriminado, necesitado, despreciado), también es
clara cuando dice:
Levítico 19:15 RVC
15 »No seas injusto en el
juicio. »No favorezcas al pobre ni complazcas al poderoso. »Trata a tu prójimo
con justicia.
Verdad que fue ilustrada en
otra oportunidad:
Éxodo 30:14-15 RVC
14 Todo el que sea contado
y que tenga más de veinte años de edad, deberá dar esta ofrenda al Señor.
15 Al dar la ofrenda al
Señor para la expiación de personas, ni el rico dará más de cinco gramos de
plata, ni el pobre dará menos.
Cuando vemos a las madres
defender a sus hijos que se comportaron mal en la escuela, llegando incluso a
agredir a los docentes, cuando vemos que se defiende ardientemente a las
“minorías sexuales” porque inspiran lástima, cuando vemos el odio enconado
contra “el que tiene dinero porque es oligarca y oprime al pobre”, estamos
viendo la corrupción del don de misericordia. Quizás el ejemplo más extremo que
podamos encontrar en la Biblia es el relato de Jueces 19 – 21, el segundo
relato más extenso del libro después de la historia de Sansón.
Aquí la tribu de Benjamín
decidió defender a un grupo de sus hombres que eran evidentemente perversos y
corruptos; todos juntos “como un solo hombre” se pusieron irracionalmente en
contra de todas las otras tribus, y aunque la batalla fue reñida, era claro que
terminarían siendo casi exterminados. Mientras los espíritus inmundos que,
evidentemente se habían extendido y dominado a toda la tribu, los fortalecían,
lograron prevalecer, pero cuando el resto de Israel buscó fervientemente las fuerzas
del Señor y recibieron una estrategia divina, los benjaminitas se
“desmoralizaron” (es decir, los espíritus que les infundían autosuficiencia
fueron derrotados y acallados) y resultaron casi totalmente destruidos. Así,
este espíritu de corrupción de la misericordia puede resultar muy fuerte y
agresivo, precisamente porque es muy fácil de justificar: ¡se está defendiendo
a los “injustamente” acusados! Y este espíritu lleva a una agresividad extrema,
que al final, termina en una gran destrucción. La historia argentina da cuentas
de ellos, y si eso no ha pasado en estos años recientes ha sido por las
oraciones fieles de los santos. Pero la historia reciente de Sudamérica no está
muy lejos de eso tampoco, aunque en algunos casos la resolución ha sido más violenta.
Finalmente, Israel tuvo
misericordia de Benjamín y permitió que la tribu fuera restablecida, pero de
ahí en más sólo como una tribu pequeña, que ya no podría tener grandes
aspiraciones.
Más adelante, Dios se
volvió a fijar en Benjamín, ¡tuvo misericordia!, y levantó a Saúl como rey de
Israel, con quien estuvo dispuesto a hacer un pacto. De nuevo, muy pronto se
desvió de los propósitos divinos debido al deseo de agradar a la gente y a su
autoindulgencia; sacrificando cuando no debía, perdonando a Agag, que estaba
destinado a la muerte y de cuya estirpe luego vendría Amán, y al final teniendo
excesiva misericordia de sí mismo, mostrándose como un “perseguido y
traicionado” cuando en realidad era él el perseguidor y el traidor, ¿resulta
una descripción familiar en el espectro político reciente…? Terminó siendo
destruido, él y sus descendientes, y el reino fue pasado a otra tribu.
Evidentemente, la
Misericordia tiene un enorme potencial ante Dios, pero su perversión acarrea un
terrible juicio. Esta dicotomía la vemos en Argentina: tremendos potenciales
por un lado y tremendos conflictos por otro. De hecho, hay chistes dando vuelta
por ahí al respecto, pero no los voy a repetir…
Hasta aquí un breve
diagnóstico. La Misericordia, cuando es corrompida, lleva a defender a los
injustos y pervertidos que se hacen pasar por débiles y oprimidos, está
asociada a una agresividad enorme e irracional, y acarrea una terrible
destrucción. Sin embargo, ¡Dios tiene misericordia de los misericordiosos! Por
lo que vuelve a resurgir, cuando nadie lo esperaría, cuando aparentemente la
destrucción fue irreversible. También esto es notorio en la historia argentina.
Bueno, ¿cómo se soluciona
este ciclo vicioso y terriblemente destructivo al que lleva la perversión de la
Misericordia?
Si volvemos a la Biblia, la
tribu de Benjamín, el misericordioso, debía estar al lado de Judá, el
gobernante:
1 Samuel 23:16-17 RVC
16 Y un día, Jonatán hijo
de Saúl fue a Hores para visitar a David, y lo animó a no perder su confianza
en Dios.
17 Le dijo: «No tengas
miedo, David, que mi padre no va a encontrarte. Yo estoy seguro de que tú vas a
ser rey de Israel, y de que yo seré el segundo en importancia. Eso, hasta Saúl
mi padre lo sabe.»
Jonatán tuvo misericordia
de David, no tenía por qué y era muy claro que David iba a ocupar “su” lugar,
pero eso no le importó. Si Jonatán lo sabía tan bien, ¿¡por qué rábanos tenía
que estar en el lugar incorrecto al lado de un rey ya destituido, muriendo en
combate!? ¿Qué hubiera sido de la historia de Israel si la dinastía de
Misericordia hubiera liderado junto con la dinastía de Gobierno? No lo sabemos,
solamente podemos lamentar lo que no fue. Por supuesto, Dios permitió que
Jonatán muriera en la guerra, pero no creo que hubiera sido ese su deseo.
Pero siglos después, Dios
restauró lo que se había perdido, y encontramos ahí mismo los patrones de
restauración para el don de Misericordia. De la tribu de Judá salió el
Salvador, Aquel que tenía la autoridad genuina para gobernar; pero de la tribu
de Benjamín salió un nuevo Saúl, ahora llamado Saulo, a quien los gentiles
conocemos como Pablo; él recibió tremenda misericordia, absolutamente
inmerecida, que lo transformó de asesino y perseguidor (tal como fueron los
hombres de Benjamín en la historia de Jueces y más tarde Saúl, en I Samuel) en
un apóstol totalmente consagrado, absolutamente negado a sí mismo llegando al
punto de despreciar su propia vida y que a su vez extendió misericordia a los
que no eran dignos y sobre los cuales no había ni herencia ni esperanzas: los
gentiles, nosotros. Y si Jesús es la persona más destacada en las páginas del
Nuevo Testamento, Pablo es el segundo. Finalmente, lo que no pudo ser en la
época del Antiguo Pacto, sucedió en los inicios del Nuevo.
Pablo recibió misericordia inmerecida,
y no la pervirtió. De la misma forma, nosotros debemos restaurar esta raíz de
misericordia pervertida hacia su original. Además de arrepentirnos y quitarla
de nosotros por el Espíritu, debemos aplicar los principios de Pablo: llevar la
verdad para salvación, que es la verdadera misericordia; anunciar justicia,
esto es, tanto la profundidad del pecado como la mayor profundidad de la
salvación en Cristo. La verdadera misericordia no es tapar el pecado ni mirar
para otro lado, y mucho menos, justificarlo y defenderlo. La verdadera
misericordia no existe sin la verdad, pero la verdad sin misericordia mata;
sólo cuando la misericordia viene después de la verdad, en ese orden, hay
plenitud de vida nueva.
Salmos 85:9-12 RVC
9 Su salvación está cerca
de quienes le temen, para que su gloria se asiente en nuestra tierra.
10 Se encontrarán la
misericordia y la verdad, se besarán la justicia y la paz.
11 Desde la tierra brotará
la verdad, y desde los cielos observará la justicia.
12 Además, el Señor nos
dará buenas cosas, y nuestra tierra producirá buenos frutos.
Como Exhortador, Argentina
tiene un potencial de bendición para todo el mundo; pero es poco lo que puede
lograrse sin la Misericordia, ¡y nada cuando ambas corrientes se destruyen
entre sí! Cuando la exhortación se une con la misericordia, y de hecho, según
Arthur Burk, Pablo mismo tenía el don redentor de exhortación, aunque su tribu
manifestara la misericordia, el potencial de transformación social es enorme;
bueno, tal como en el caso de Pablo.
Hermanos, este es un
desafío tremendo y apasionante al que nos llama el Señor.
Danilo Sorti
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