¿Quién era ese tal Marción? Veamos algunos
párrafos tomados de Wikipedia:
“Marción de Sínope (c. 85 en Sínope, Ponto -
c. 160 en Roma [ciertos autores dan 95-161]), escritor y teólogo griego, fue un
heresiarca cristiano del siglo II, fundador de la secta marcionita.
“Su doctrina se resume en la existencia de
dos espíritus supremos, uno bueno y otro malo, y considera al Dios del Antiguo
Testamento uno inferior de estos, simple modelador de una materia preexistente.
“Rechazaba por tanto el Antiguo Testamento, y
del Nuevo solo aceptaba el Evangelio según san Lucas y las epístolas de San
Pablo.
“Era un griego convertido al cristianismo.
Muy rico, ya que era naviero, viajó a Roma entre los años 120 y 130, con la
idea de intervenir en la propagación de la fe.
“Fue excomulgado por su padre que era obispo
de Sínope, luego readmitido a la iglesia de Roma en 139 y declarado hereje y
vuelto a ser excomulgado y expulsado de Roma en 144. Su partida fue un duro
golpe para las arcas del cristianismo romano.
“Está considerado como el mayor peligro que
sufrió el cristianismo primitivo, porque estaba muy organizado y disponía de
mucho dinero para predicar sus teorías.”
Bien, hasta aquí un hereje como tantos de los
que predican hoy el evangelio de la prosperidad y también disponen de mucho
dinero (obviamente) para difundir sus teorías. ¿Qué bien pudo hacer a la
Iglesia?
Marción definió su propio canon de la Biblia,
eliminando el Antiguo Testamento y dejando solo algunos escritos del Nuevo: el
Evangelio de Lucas y las cartas de Pablo. Esta fue una de las causas principales
que obligó a la iglesia primitiva a definir el canon de lo que sería el Nuevo
Testamento. Tengamos en cuenta que ya había pasado alrededor de un siglo de la
aparición del primero de dichos libros, I Tesalonicenses, escrito alrededor del
año 52, y unas cuantas décadas del Apocalipsis, escrito hacia el final del
primer siglo. ¿Por qué la iglesia resultó “perezosa” en ese sentido, tanto que
el Señor tuvo que permitir que un hombre como Marción se levantara?
Antes de intentar responder esa pregunta,
volvamos sobre el tema del canon del Nuevo Testamento. Durante ese tiempo se
escribió una gran cantidad de material, pero solo 27 libros fueron aceptados
como canónicos. El proceso de selección llevó un par de siglos e implicó un
reconocimiento de todas las iglesias de la época, extendidas a lo largo del
Imperio Romano. F. F. Bruce, citado por Josh Macdowell en Evidencia que Exige
un Veredicto, dice:
“Cuando por fin un concilio de la Iglesia –el
Sínodo de Hipona en el año 393 D. C.– confeccionó una lista de los veintisiete
libros del Nuevo Testamento, no confirió sobre ellos ninguna autoridad que
éstos ya no poseyeran, sino que simplemente reconoció su canonicidad
establecida previamente.” Es decir, que ya hacia finales del IV siglo el canon
del Nuevo Testamento, los libros inspirados por el Espíritu que merecían formar
parte de las Escrituras, había sido determinado y aceptado por toda la iglesia,
habiendo salido de un proceso de muchas dificultades y contradicciones
internas. No fue un proceso fácil ni rápido, teniendo en cuenta especialmente las
dificultades para copiar y transmitir la información en la época.
¿Qué nos queda de la iglesia de los primeros
siglos? Finalmente toda ella fue sumida en la oscuridad de la Edad Media, que
duró mil años y en la cual pocas luces alumbraban aquí y allá. ¿Qué nos queda
del trabajo de los 12 apóstoles originales, si al final el Nuevo Testamento
sólo habla en profundidad sobre 3 de ellos, ¡y el que más aparece no fue uno de
los 12!
La Iglesia comenzó su proceso de restauración
hace 5 siglos, precisamente a partir de la Biblia, “redescubierta” por Lutero.
El fruto de esa iglesia primitiva, que hacia el tiempo en que reconocía el
canon neotestamentario y completaba así la revelación bíblica comenzaba un
milenio de oscuridad, fue, precisamente, ¡la Biblia completa que hoy tenemos!
El Espíritu habló a través de los hombres que escribieron sus páginas,
relativamente pocos, pero también habló a través de los miles que durante
varios siglos recibieron esos escritos, los vivieron y pudieron dar testimonio
de su veracidad y poder para cambiar vidas. Las voces de ellos también resuenan
a través de las páginas del Nuevo Testamento, son los “amén” de miles de
testigos dados a cada uno de sus versículos. No están escritos con letras, pero
sí con el Espíritu.
El fuego de la primera iglesia se apagó y
casi se extingue, buena parte de ella fue capturada por el naciente Islam, y el
resto cayó en la apostasía. Pero el fruto de esa iglesia persistió en las
páginas de la Biblia, “encerrado” en una especie de “cápsula del tiempo”
esperando por una generación que estuviera dispuesta a recibirlo y vivirlo. ¡Y
Marción tuvo mucho que ver en eso!
El Señor permitió que fuera un hombre rico,
con muchos recursos; por supuesto que nunca Su propósito había sido que difundiera
una mentira, sino todo lo contrario, que utilizara sus recursos y sus dones
para extender el verdadero Evangelio, ¡cuánto bien hubiera podido hacer a la
Iglesia! Cuánto más se hubiera extendido y afianzado por el mundo antiguo,
¿quién sabe si la oscuridad que luego la cubrió hubiera sido “un poco menos
oscura” gracias a la obra de un Marción santo? Pero finalmente, de una forma u
otra, Dios lo iba a usar para Sus planes y así resultó: debido a su influencia,
la Iglesia se vio obligada a esforzarse más en definir el verdadero canon.
¿Por qué la Iglesia no lo hizo antes? Quizás
la respuesta sea la misma a por qué nosotros también demoramos las cosas
importantes del Señor y nos entretenemos con las secundarias… porque las
consideramos exactamente al revés. Bien, no es para nada extraño que el Señor
tenga que obligar a Su pueblo distraído a concentrarse en los objetivos
prioritarios, pero al final podremos decir, como Pablo:
Filipenses 1:12 RVC
12 Quiero que sepan, hermanos, que lo que me
ha sucedido más bien ha servido para el avance del evangelio,
¿Dónde están los “Marciones” de hoy? Por
todos lados, muchos de ellos apareciendo en ciertos canales de televisión,
otros escribiendo libros, otros predicando por la radio, y otros en los
púlpitos. Y están obligando a la verdadera Iglesia a reaccionar ante el error y
profundizar mucho más en la verdad bíblica y la revelación de Dios para este
tiempo. ¿Nos preocuparíamos por escribir y hablar sobre estos temas si no los
tuviéramos? Creo que no, probablemente caeríamos en la autocomplacencia y la
pereza espiritual. No voy a decir que están cumpliendo el propósito de Dios
porque de hecho están llevando a muchos al error y directamente al infierno,
pero sí que aún el Señor puede sacar algo muy bueno de todo eso. ¡Él no deja de
se Dios!
Danilo Sorti
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