domingo, 3 de septiembre de 2017

192. Las grandes construcciones…

1 Reyes 12:2-4 DHH
2 Pero lo supo Jeroboam, hijo de Nabat, que estaba todavía en Egipto, adonde había huido del rey Salomón y donde se había quedado a vivir.
3 Cuando lo mandaron llamar, Jeroboam y todo el pueblo de Israel fueron a hablar con Roboam, y le dijeron:
4 —Tu padre fue muy duro con nosotros; ahora alivia tú la dura servidumbre y el pesado yugo que él nos impuso, y te serviremos.


La época de Salomón parece, a primera vista, un tiempo de esplendor y gloria: sabiduría, enormes riquezas, grandes construcciones, fama… No por casualidad suele ser un personaje admirado por los predicadores de la prosperidad, ni por casualidad está en el “mito fundacional” masón.

Pero casi siempre se pasa por alto un par de “pequeños” detalles: el primero, que Salomón se desvió groseramente de la voluntad de Dios, y el segundo, consecuencia natural del primero, que su época no fue “tan maravillosa” para todos. Salomón “cosechó” la esforzada siembra de su padre David, y pudo lograr “grandes cosas” (humanamente hablando) debido a la plataforma que le preparó, pero su corazón no fue como el de su padre.

Ya desde antes del suceso narrado en I Reyes 12, inmediatamente después de la muerte de Salomón, hay un indicio poco alentador:

1 Reyes 5:13-17 RVC
13 Después Salomón decretó leva en todo el pueblo de Israel y reunió a treinta mil hombres.
14 Cada mes enviaba al Líbano diez mil hombres, los cuales trabajaban allí en turnos de un mes, y luego se quedaban en sus casas. Adonirán estaba a cargo de la leva.
15 Además, Salomón contaba con setenta mil hombres que cargaban los materiales, y ochenta mil que cortaban la madera en el monte,
16 sin contar a los tres mil trescientos maestros oficiales que Salomón puso al frente del pueblo que realizaba la obra.
17 También ordenó que llevaran grandes piedras labradas de cantera, de buena calidad, para los cimientos del templo.

Hermanos, ¡estos no eran los obreros de hoy día! Morir aplastado por una piedra, llegar a casa con un magro salario, terminar seriamente lisiado y sin ningún tipo de pensión era un destino muy probable para esta gente, ¿y para qué? Construir un templo glorioso, diríamos, sí, pero también hubo muchas construcciones personales de Salomón. Y sí, el templo jugó un rol muy importante en la vida espiritual de Israel, pero uno no puede evitar pensar si la simple tienda que cubrió el arca durante todo el reinado de David, muy “cerca” de todos los israelitas, no estuvo mucho más cerca del corazón del Padre que el lujoso templo que luego se convirtió en cueva de ladrones. Aunque la interpretación podría ser otra, creo que es lo que espiritualmente Dios está diciendo en Amós:

Amós 9:11 RVC
11 »Cuando llegue el día, yo volveré a levantar el tabernáculo de David, que ahora está derribado, y repararé sus grietas y reedificaré sus ruinas. Volveré a edificarlo, como en el pasado,

Pero en definitiva, toda la nación podía sentirse “orgullosa y tranquila” teniendo tan grandes construcciones. ¡Se había hecho una gran obra en todo el país!... ¿a costa de qué? A costa de la opresión del pueblo, de su trabajo sacrificado, de altos impuestos, de un pesado yugo. Israel lo toleró con Salomón, por amor a David su padre, pero no lo toleró más con Roboám.

Parte de la fundamentación de las mega iglesias tiene que ver con la “gran obra” que ellas pueden lograr al disponer de tantos recursos. Pero, ¿en qué consiste esa obra y a costa de qué?

Las grandes obras muchas veces son grandes construcciones. Bien, eso  puede servir, pero ¿grandes templos para escuchar qué o a quién? ¿Para escuchar la voz de Dios o la voz de hábiles manipuladores de masas? Creo que hoy Dios está prefiriendo una simple reunión casera que lo busque a Él.

Diremos también que se pueden hacer grandes obras de beneficencia, sí, pero luego de haber transitado un tiempo sobre esta tierra, sé que el dinero que llega a las grandes instituciones u organizaciones para beneficencia suele hacer “otros circuitos” y una buena parte de él queda en el camino, para sostener “la estructura” (es decir, pagarles un salario a los amigos que están allí). Y además, mientras Jesús dijo:

Mateo 6:2-4 RVC
2 Cuando tú des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que la gente los alabe. De cierto les digo que con eso ya se han ganado su recompensa.
3 Pero cuando tú des limosna, asegúrate de que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha;
4 así tu limosna será en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

Esas grandes obras de beneficencia se hacen con toda publicidad, llevando pecheras con nombre de la iglesia y haciendo grandes actos en la plaza pública. ¿Aportamos dinero para construir pequeños imperios eclesiásticos?

Y finalmente, las “grandes obras” de las grandes iglesias se logran a costa de “disciplinar” a los miembros. Claro, no me refiero a “disciplinarlos espiritualmente” porque la vida de santidad de esas congregaciones es, como mínimo, desastrosa, sino de “disciplinar” toda voz discordante… Hasta que aparece un Jeroboám, con un llamado genuino de Dios pero quizás fuera de tiempo o fuera del proceso correcto, y genera una división que termina siendo dañina.

Las mega iglesias de hoy se cimentaron en el genuino mover de Dios de décadas pasadas, tal como Salomón, aprovecharon el “envión divino” y construyeron sus imperios. Pero Salomón no vivió para siempre.

No necesariamente lo “grande” a los ojos humanos produce un gran fruto para el Reino de Dios, y las más de las veces genera todo lo contrario. Por otro lado, mucho de lo “pequeño” y “oculto” desde el punto de vista humano es aquello que tiene recompensa eterna. Mientras tanto, el precio de “lo grande” inevitablemente es la opresión del pueblo. ¡Señor, que podamos entender la libertad que nos diste en la cruz para no hacernos esclavos de nadie!


Danilo Sorti




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