1 Reyes 12:2-4 DHH
2 Pero lo supo Jeroboam, hijo de Nabat, que
estaba todavía en Egipto, adonde había huido del rey Salomón y donde se había
quedado a vivir.
3 Cuando lo mandaron llamar, Jeroboam y todo
el pueblo de Israel fueron a hablar con Roboam, y le dijeron:
4 —Tu padre fue muy duro con nosotros; ahora
alivia tú la dura servidumbre y el pesado yugo que él nos impuso, y te
serviremos.
La época de Salomón parece, a primera vista,
un tiempo de esplendor y gloria: sabiduría, enormes riquezas, grandes construcciones,
fama… No por casualidad suele ser un personaje admirado por los predicadores de
la prosperidad, ni por casualidad está en el “mito fundacional” masón.
Pero casi siempre se pasa por alto un par de
“pequeños” detalles: el primero, que Salomón se desvió groseramente de la
voluntad de Dios, y el segundo, consecuencia natural del primero, que su época
no fue “tan maravillosa” para todos. Salomón “cosechó” la esforzada siembra de
su padre David, y pudo lograr “grandes cosas” (humanamente hablando) debido a
la plataforma que le preparó, pero su corazón no fue como el de su padre.
Ya desde antes del suceso narrado en I Reyes
12, inmediatamente después de la muerte de Salomón, hay un indicio poco
alentador:
1 Reyes 5:13-17 RVC
13 Después Salomón decretó leva en todo el
pueblo de Israel y reunió a treinta mil hombres.
14 Cada mes enviaba al Líbano diez mil
hombres, los cuales trabajaban allí en turnos de un mes, y luego se quedaban en
sus casas. Adonirán estaba a cargo de la leva.
15 Además, Salomón contaba con setenta mil
hombres que cargaban los materiales, y ochenta mil que cortaban la madera en el
monte,
16 sin contar a los tres mil trescientos
maestros oficiales que Salomón puso al frente del pueblo que realizaba la obra.
17 También ordenó que llevaran grandes
piedras labradas de cantera, de buena calidad, para los cimientos del templo.
Hermanos, ¡estos no eran los obreros de hoy
día! Morir aplastado por una piedra, llegar a casa con un magro salario,
terminar seriamente lisiado y sin ningún tipo de pensión era un destino muy
probable para esta gente, ¿y para qué? Construir un templo glorioso, diríamos,
sí, pero también hubo muchas construcciones personales de Salomón. Y sí, el
templo jugó un rol muy importante en la vida espiritual de Israel, pero uno no
puede evitar pensar si la simple tienda que cubrió el arca durante todo el
reinado de David, muy “cerca” de todos los israelitas, no estuvo mucho más
cerca del corazón del Padre que el lujoso templo que luego se convirtió en
cueva de ladrones. Aunque la interpretación podría ser otra, creo que es lo que
espiritualmente Dios está diciendo en Amós:
Amós 9:11 RVC
11 »Cuando llegue el día, yo volveré a
levantar el tabernáculo de David, que ahora está derribado, y repararé sus
grietas y reedificaré sus ruinas. Volveré a edificarlo, como en el pasado,
Pero en definitiva, toda la nación podía
sentirse “orgullosa y tranquila” teniendo tan grandes construcciones. ¡Se había
hecho una gran obra en todo el país!... ¿a costa de qué? A costa de la opresión
del pueblo, de su trabajo sacrificado, de altos impuestos, de un pesado yugo.
Israel lo toleró con Salomón, por amor a David su padre, pero no lo toleró más
con Roboám.
Parte de la fundamentación de las mega
iglesias tiene que ver con la “gran obra” que ellas pueden lograr al disponer
de tantos recursos. Pero, ¿en qué consiste esa obra y a costa de qué?
Las grandes obras muchas veces son grandes
construcciones. Bien, eso puede servir,
pero ¿grandes templos para escuchar qué o a quién? ¿Para escuchar la voz de
Dios o la voz de hábiles manipuladores de masas? Creo que hoy Dios está
prefiriendo una simple reunión casera que lo busque a Él.
Diremos también que se pueden hacer grandes
obras de beneficencia, sí, pero luego de haber transitado un tiempo sobre esta
tierra, sé que el dinero que llega a las grandes instituciones u organizaciones
para beneficencia suele hacer “otros circuitos” y una buena parte de él queda
en el camino, para sostener “la estructura” (es decir, pagarles un salario a
los amigos que están allí). Y además, mientras Jesús dijo:
Mateo 6:2-4 RVC
2 Cuando tú des limosna, no toques trompeta
delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para
que la gente los alabe. De cierto les digo que con eso ya se han ganado su recompensa.
3 Pero cuando tú des limosna, asegúrate de
que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha;
4 así tu limosna será en secreto, y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público.
Esas grandes obras de beneficencia se hacen
con toda publicidad, llevando pecheras con nombre de la iglesia y haciendo
grandes actos en la plaza pública. ¿Aportamos dinero para construir pequeños
imperios eclesiásticos?
Y finalmente, las “grandes obras” de las
grandes iglesias se logran a costa de “disciplinar” a los miembros. Claro, no
me refiero a “disciplinarlos espiritualmente” porque la vida de santidad de
esas congregaciones es, como mínimo, desastrosa, sino de “disciplinar” toda voz
discordante… Hasta que aparece un Jeroboám, con un llamado genuino de Dios pero
quizás fuera de tiempo o fuera del proceso correcto, y genera una división que
termina siendo dañina.
Las mega iglesias de hoy se cimentaron en el
genuino mover de Dios de décadas pasadas, tal como Salomón, aprovecharon el
“envión divino” y construyeron sus imperios. Pero Salomón no vivió para
siempre.
No necesariamente lo “grande” a los ojos
humanos produce un gran fruto para el Reino de Dios, y las más de las veces
genera todo lo contrario. Por otro lado, mucho de lo “pequeño” y “oculto” desde
el punto de vista humano es aquello que tiene recompensa eterna. Mientras
tanto, el precio de “lo grande” inevitablemente es la opresión del pueblo.
¡Señor, que podamos entender la libertad que nos diste en la cruz para no
hacernos esclavos de nadie!
Danilo Sorti
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