domingo, 3 de septiembre de 2017

222. Cuando juzgamos al que sufre

Job 19:1-22 RVC
1 Entonces Job les respondió:
2 «¿Cuándo va a dejar de amargarme la vida y de herirme con sus palabras?
3 ¡Ya es mucho lo que me han ofendido! ¿No les da vergüenza ofenderme tanto?
4 Aun admitiendo que haya errado, las consecuencias son asunto mío.
5 Pero ustedes se creen mejores que yo, y me echan en cara mi vergüenza.
6 Bien saben ustedes que Dios me ha derribado, y que me tiene atrapado en su red.
7 Sufro de violencia, y él no me escucha; le pido ayuda, y no me hace justicia.
8 Me ha cerrado el paso, me impide avanzar; mi camino está envuelto en las tinieblas.
9 Me ha despojado de mis riquezas; ¡me ha arrebatado mi corona!
10 Por todos lados me acosa. Estoy acabado. ¡Soy como un árbol frondoso, arrancado de raíz!
11 Dios ha descargado su enojo contra mí, y me cuenta como uno de sus enemigos.
12 Reclutó contra mí a ejércitos de calamidades, y los hizo acampar alrededor de mi casa.
13 »Hasta a mis hermanos los ha alejado de mí; mis amigos me ven y se alejan, como de un extraño.
14 Mis parientes se mantienen a distancia; mis conocidos me tienen olvidado.
15 Los visitantes me ven como a un extraño; las criadas de mi casa me desconocen.
16 Llamo a mis criados, y no me hacen caso, aun cuando personalmente se lo suplico.
17 Mi propia esposa no soporta mi aliento, cuando me acerco y le pregunto por nuestros hijos.
18 Los jóvenes imberbes me miran con desdén, y en cuanto me levanto hablan mal de mí.
19 Sufro el desprecio de mis propios amigos; mis seres queridos me han vuelto la espalda.
20 Tengo la piel y la carne pegadas a los huesos, y los dientes se me caen de las encías.
21 »¡Amigos míos, por favor, apiádense de mí, que sobre mí ha caído la mano de Dios!
22 Ustedes me persiguen como el mismo Dios, ¿y todavía no se hartan de devorarme?

El Espíritu Santo resumiría estas palabras diciendo luego:

Romanos 12:15 RVC
15 Gocémonos con los que se gozan y lloremos con los que lloran.

Es decir, no juzguemos, no critiquemos ni pongámonos a listar pecados ocultos imaginarios en nuestro amigo sufriente, exactamente aquello que estaban haciendo los amigos de Job.

Ahora bien, ¿no tenía acaso pecados y errores Job? ¡Por supuesto! ¿El sufrimiento que pasó no fue parte del trato divino para corregirlo? ¡Claro! Y de esto nos damos cuenta leyendo el último capítulo:

Job 42:1-7 RVC
1 Entonces Job le respondió al Señor, y le dijo:
2 «Yo sé bien que todo lo puedes, que no hay nada que tú no puedas realizar.
3 Preguntaste: “¿Quién se atreve a oscurecer mis designios, con palabras carentes de sentido?” Yo fui ese atrevido, que habló sin entender; ¡grandes son tus maravillas! ¡Son cosas que no alcanzo a comprender!
4 Por favor, escucha mis palabras; quiero preguntarte algo; ¡házmelo saber!
5 Yo había oído hablar de ti, pero ahora mis ojos te ven.
6 Por lo tanto, me retracto de lo dicho, y me humillo hasta el polvo y las cenizas.»
7 Cuando el Señor terminó de hablar con Job, le dijo a Elifaz de Temán: «Estoy muy enojado contigo y con tus amigos porque, a diferencia de Job, ustedes tienen un concepto erróneo de mí.

¿Había una “puerta abierta” que dio lugar a la tentación del Adversario? ¡Sí la había! Pero no era el listado de pecados que los amigos de Job una y otra vez trataron infructuosamente que reconociera. El problema era más complejo y ni Job ni sus compañeros podían darse cuenta cabalmente de él hasta que el proceso no hubiera sido cumplido.

Esto debería darnos un equilibrio en la consejería. Por un lado, no podemos caer en una condescendencia completa con el que sufre porque Dios está tratando con él y hay cosas que quiere cambiar. Pero por otro tampoco podemos erigirnos en jueces, porque lo más probable es que, como los amigos de Job, estemos juzgando muy incorrectamente. La actitud que presenta Pablo es mucho más sana porque implica acompañarlo en el proceso, para que pueda escuchar más fácil y rápidamente la voz del Espíritu.

Cada movimiento y etapa de la Iglesia ha tenido sus “cucos” preferidos, y cuando uno pasaba sufrimientos, era porque estaba cometiendo alguno de esos pecados. Bien, ¡puede ser!, nadie dice lo contrario, ¡el pecado siempre acarrea sufrimiento, más temprano que tarde! Pero también puede no ser, también puede ocurrir, como en el caso de Job, que Dios está queriendo traer entendimiento sobre un tema muy distinto a lo que en ese particular momento histórico los creyentes están pensando o considerando, algo que no cabría normalmente en la mente de esa gente, algo “más allá” de la teología del momento.

Finalmente, el problema de Job no era injusticia oculta, sino un entendimiento incorrecto de la naturaleza divina. Y era necesario que atravesara por ese proceso porque a través de él no sólo tendría luz sino que esa luz iluminaría a muchas generaciones luego.

Hoy, con un predominio del evangelio de la prosperidad, uno de los pecados “más terribles” es no diezmar u ofrendar o pactar o dar primicias o algo por el estilo, o no hacerlo lo suficiente. También, dado que se ha borrado el concepto de santidad y regeneración, el otro pecado “favorito” es la falta de fe. Y podríamos decir que el “servicio” en la iglesia (propiamente “a” la iglesia, no sé si realmente a Dios) es otro. Y así, una consejería poco informada termina dando vueltas sobre ellos, tratando de forzar una solución en donde no la habrá. Ese fue el problema de Job: “dar vueltas” sobre un tema que no era lo que Dios quería decirle.

Y como en el caso de Job, no fue sino hasta que Dios mismo le habló que pudo entender lo que estaba ocurriendo y, PRINCIPALMENTE, qué quería lograr el Señor con todo ese proceso, lo cual de hecho es el centro del libro y no la acción del Enemigo en los primeros capítulos.

¿Cómo consolaremos al que sufre? ¿Cómo enfrentaremos nosotros nuestro propio sufrimiento? Aquí tenemos algunas claves. Que el Señor mismo nos ayude a ponerlas en práctica con sabiduría y oportunamente.




Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprima aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario