Jeremías 8:7 RVC
7 Hasta la cigüeña en el
cielo sabe cuándo ha llegado su tiempo. La tórtola, la grulla y la golondrina
respetan los tiempos de su llegada. ¡En cambio, mi pueblo no conoce la justicia
de su Señor!”
2 Reyes 19:25a RVC
25 ¿Nunca has oído decir
que, hace ya mucho tiempo, yo lo hice, y que desde tiempos pasados lo tengo
planeado? …
Salmos 104:19 RVC
19 Tú hiciste la luna para
medir los tiempos; el sol sabe cuándo debe ocultarse.
Daniel 2:21 RVC
21 Tú cambias los tiempos y
las edades, y a unos reyes los pones y a otros los quitas. A los sabios y
entendidos les das gran sabiduría,
Eclesiastés 3:1-8 RVC
1 Todo tiene su tiempo. Hay
un momento bajo el cielo para toda actividad:
2 El momento en que se
nace, y el momento en que se muere; el momento en que se planta, y el momento
en que se cosecha;
3 el momento en que se
hiere, y el momento en que se sana; el momento en que se construye, y el
momento en que se destruye;
4 el momento en que se
llora, y el momento en que se ríe; el momento en que se sufre, y el momento en
que se goza;
5 el momento en que se
esparcen piedras, y el momento en que se amontonan; el momento de la
bienvenida, y el momento de la despedida;
6 el momento de buscar, y
el momento de perder; el momento de guardar, y el momento de desechar;
7 el momento de romper, y
el momento de coser; el momento de callar, y el momento de hablar;
8 el momento de amar, y el
momento de odiar; el momento de hacer la guerra, y el momento de hacer la paz.
Dios es Dios también de los
tiempos, de las épocas y de los ciclos del año. Podemos seguir la historia
bíblica y vemos al Señor actuando en momentos específicos, por ejemplo:
Gálatas 4:4 RVC
4 Pero cuando se cumplió el
tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la
ley,
Pero también hay dinámicas
de tiempo “cíclicas”, algo que leemos muy claramente en el Antiguo Testamento,
pero que no se “pierde” en el Nuevo:
Mateo 5:45 RVC
45 para que sean ustedes
hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
Aquí el Señor está diciendo
que todos los ciclos que dan regularidad y, por consiguiente, previsibilidad a
la creación, por la misericordia de Dios se mantienen, para que los hombres
puedan vivir y desarrollar sus actividades; aunque sean injustos, aunque no
reconozcan que es Dios quien los sostiene. Los juicios del Padre, que son a
través de la naturaleza, muchas veces tienen que ver precisamente con la
alteración de estos ciclos; que nunca es una alteración total porque sino ya no
estaríamos aquí…
Entonces, Dios ha
establecido tiempos y momentos para actuar, y dentro de esa gran planificación
tenemos los ciclos anuales. ¿Qué tiene que ver con esto el 1° de agosto y los
rituales entorno a esa fecha? Mucho, pero veamos especialmente la ya famosa
“caña con ruda”:
“La tradición de la caña con ruda
tiene origen en los guaraníes que ya conocían las capacidades de la ruda macho
para la medicina, utilizándose contra parásitos y malestares estomacales.
También era usada para calmar el ardor y la irritación de picaduras de bichos y
alimañas.
“Además, existe una creencia
popular que considera a la ruda como un conjuro contra la envidia ajena y la
mala suerte, por lo tanto, la bebida es considerada para «espantar los males
del invierno». Los guaraníes creían que en el mes de agosto se producían muchas
muertes por el frío y las lluvias, creándose la caña con ruda como remedio
contra esto.
“Según la tradición, cada día 1 de agosto al levantarse y
en ayuna se toma tragos de caña con ruda (generalmente tres) para atraer la
salud y la suerte y alejar los maleficios. La fecha coincide con el Día de la
Pachamama, celebrado en América del Sur.” (Wikipedia, “Caña con ruda”)
La tradición es guaraní pero
la ruda macho (Ruta chalepensis) es de origen europeo y la bebida
alcohólica conocida como caña (o aguardiente) fue elaborada en tiempos de las
misiones jesuíticas a los guaraníes (siglos XVII y XVIII). Por ello, la
tradición de la “caña con ruda” tuvo que originarse por esas épocas.
Agosto es un mes en de
mucha variabilidad climática; los chilenos dieron origen al dicho “hay que pasa
agosto”, porque debido al clima frío y a esa variabilidad suelen producirse muchas
muertes, principalmente de adultos mayores (aunque estadísticamente no es el
mes con más muertes). Agosto es también el último mes del invierno, el mes en
que se termina el tiempo frío y que anuncia la llegada de la primavera con todo
su resurgir de vida.
Seguramente la caña con
ruda nace con un fin medicinal, aunque con el tiempo (¿o en sus orígenes?) adquirió
un componente espiritual, como un “conjuro”.
En definitiva, lo que nos
está señalado esta costumbre que se está extendiendo en nuestros países es una
fortaleza o raíz de temor ubicada, precisamente en agosto, y que tiene que ver
con el futuro inmediato (no enfermar durante ese mes) pero quizás más con la
suerte durante el resto del año. Y aclaro que no estoy en contra de las plantas
medicinales ni de la alimentación adecuada para cada estación, todo lo
contrario.
En otro artículo comenté
que el 1° de agosto es una fecha muy importante para nuestra región porque fue
cuando se decretó la creación del Virreinato del Río de la Plata, por lo que no
es demasiado descabellado pensar que, espiritualmente, es una fecha que marca
un fin / principio de ciclo para nuestros países, relacionado con el propósito
divino. En este sentido, la “caña con ruda” termina funcionando como un desvío
espiritual en el momento en que los hombres deben alzar los ojos al cielo para
buscar el propósito y la protección divina para el nuevo período que comienza;
en vez de confiar en Dios para lo nuevo que vendrá buscan la solución en un
ritual “mágico”.
Vuelvo a repetir que no estoy
hablando en contra de lo que genuinamente implica el cuidado de la salud, sino
respecto de lo que ha llegado a ser esta tradición.
Por ello, creo que este
tiempo puede ser un momento especial para declarar nuestra fe en Dios para el
año que comienza, nuestra confianza en Su protección frente a las adversidades
del clima y las enfermedades, y aún aceptar Su proceso purificador.
Y es que en lo natural el
invierno implica purificación del ambiente, y tenemos un ejemplo muy claro con
los mosquitos, que hoy están transmitiendo cada vez más enfermedades
peligrosas: un invierno frío elimina una gran cantidad de larvas y podemos
tener una primavera relativamente limpia de ellos. Viceversa, un invierno
templado (precisamente como el que tenemos al momento de escribir este
artículo) augura una explosión de mosquitos en la primavera y verano, con el
consiguiente aumento de enfermedades transmitidas por vectores.
La “muerte” que se produce
en la naturaleza, la quietud del invierno, las inclemencias climáticas, incluso
la enfermedad que nos obliga a estar en casa sin movernos, hacen de esta etapa
del año un momento “hacia adentro”, de recogimiento, de tranquilidad, en
definitiva, de búsqueda espiritual y de autoanálisis. Es un momento de
“purificación”, de retomar propósitos, de reenfocarnos en los diseños divinos.
Pronto viene la primavera y el verano, cuando hay más actividad y ocupaciones
por todos lados; no es el momento más adecuado para la reflexión.
Por ello, esta fecha puede
ser también, como dije en otro artículo, el momento para buscar el propósito y
limpiarnos de las cosas que nos desviaron de él. Está claro que cuando digo
“propósito” me refiero tanto a lo específico para cada persona, iglesia o
nación (actividades, ministerios, etc.) como el propósito general de Dios para
nosotros: santificación, comunión, oración, etc.
El primero de agosto es el
momento para expresar nuestra fidelidad y confianza tanto en la protección
divina como en lo correcto de Sus propósitos para nosotros.
Danilo Sorti
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