sábado, 30 de septiembre de 2017

249. 1° de agosto: un cambio en los tiempos, ¿miedo o fe?

Jeremías 8:7 RVC
7 Hasta la cigüeña en el cielo sabe cuándo ha llegado su tiempo. La tórtola, la grulla y la golondrina respetan los tiempos de su llegada. ¡En cambio, mi pueblo no conoce la justicia de su Señor!”

2 Reyes 19:25a RVC
25 ¿Nunca has oído decir que, hace ya mucho tiempo, yo lo hice, y que desde tiempos pasados lo tengo planeado? …

Salmos 104:19 RVC
19 Tú hiciste la luna para medir los tiempos; el sol sabe cuándo debe ocultarse.

Daniel 2:21 RVC
21 Tú cambias los tiempos y las edades, y a unos reyes los pones y a otros los quitas. A los sabios y entendidos les das gran sabiduría,

Eclesiastés 3:1-8 RVC
1 Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad:
2 El momento en que se nace, y el momento en que se muere; el momento en que se planta, y el momento en que se cosecha;
3 el momento en que se hiere, y el momento en que se sana; el momento en que se construye, y el momento en que se destruye;
4 el momento en que se llora, y el momento en que se ríe; el momento en que se sufre, y el momento en que se goza;
5 el momento en que se esparcen piedras, y el momento en que se amontonan; el momento de la bienvenida, y el momento de la despedida;
6 el momento de buscar, y el momento de perder; el momento de guardar, y el momento de desechar;
7 el momento de romper, y el momento de coser; el momento de callar, y el momento de hablar;
8 el momento de amar, y el momento de odiar; el momento de hacer la guerra, y el momento de hacer la paz.


Dios es Dios también de los tiempos, de las épocas y de los ciclos del año. Podemos seguir la historia bíblica y vemos al Señor actuando en momentos específicos, por ejemplo:

Gálatas 4:4 RVC
4 Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley,

Pero también hay dinámicas de tiempo “cíclicas”, algo que leemos muy claramente en el Antiguo Testamento, pero que no se “pierde” en el Nuevo:

Mateo 5:45 RVC
45 para que sean ustedes hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Aquí el Señor está diciendo que todos los ciclos que dan regularidad y, por consiguiente, previsibilidad a la creación, por la misericordia de Dios se mantienen, para que los hombres puedan vivir y desarrollar sus actividades; aunque sean injustos, aunque no reconozcan que es Dios quien los sostiene. Los juicios del Padre, que son a través de la naturaleza, muchas veces tienen que ver precisamente con la alteración de estos ciclos; que nunca es una alteración total porque sino ya no estaríamos aquí…

Entonces, Dios ha establecido tiempos y momentos para actuar, y dentro de esa gran planificación tenemos los ciclos anuales. ¿Qué tiene que ver con esto el 1° de agosto y los rituales entorno a esa fecha? Mucho, pero veamos especialmente la ya famosa “caña con ruda”:

“La tradición de la caña con ruda tiene origen en los guaraníes que ya conocían las capacidades de la ruda macho para la medicina, utilizándose contra parásitos y malestares estomacales. También era usada para calmar el ardor y la irritación de picaduras de bichos y alimañas.

“Además, existe una creencia popular que considera a la ruda como un conjuro contra la envidia ajena y la mala suerte, por lo tanto, la bebida es considerada para «espantar los males del invierno». Los guaraníes creían que en el mes de agosto se producían muchas muertes por el frío y las lluvias, creándose la caña con ruda como remedio contra esto.

“Según la tradición, cada día 1 de agosto al levantarse y en ayuna se toma tragos de caña con ruda (generalmente tres) para atraer la salud y la suerte y alejar los maleficios. La fecha coincide con el Día de la Pachamama, celebrado en América del Sur.” (Wikipedia, “Caña con ruda”)

La tradición es guaraní pero la ruda macho (Ruta chalepensis) es de origen europeo y la bebida alcohólica conocida como caña (o aguardiente) fue elaborada en tiempos de las misiones jesuíticas a los guaraníes (siglos XVII y XVIII). Por ello, la tradición de la “caña con ruda” tuvo que originarse por esas épocas.

Agosto es un mes en de mucha variabilidad climática; los chilenos dieron origen al dicho “hay que pasa agosto”, porque debido al clima frío y a esa variabilidad suelen producirse muchas muertes, principalmente de adultos mayores (aunque estadísticamente no es el mes con más muertes). Agosto es también el último mes del invierno, el mes en que se termina el tiempo frío y que anuncia la llegada de la primavera con todo su resurgir de vida.

Seguramente la caña con ruda nace con un fin medicinal, aunque con el tiempo (¿o en sus orígenes?) adquirió un componente espiritual, como un “conjuro”.

En definitiva, lo que nos está señalado esta costumbre que se está extendiendo en nuestros países es una fortaleza o raíz de temor ubicada, precisamente en agosto, y que tiene que ver con el futuro inmediato (no enfermar durante ese mes) pero quizás más con la suerte durante el resto del año. Y aclaro que no estoy en contra de las plantas medicinales ni de la alimentación adecuada para cada estación, todo lo contrario.

En otro artículo comenté que el 1° de agosto es una fecha muy importante para nuestra región porque fue cuando se decretó la creación del Virreinato del Río de la Plata, por lo que no es demasiado descabellado pensar que, espiritualmente, es una fecha que marca un fin / principio de ciclo para nuestros países, relacionado con el propósito divino. En este sentido, la “caña con ruda” termina funcionando como un desvío espiritual en el momento en que los hombres deben alzar los ojos al cielo para buscar el propósito y la protección divina para el nuevo período que comienza; en vez de confiar en Dios para lo nuevo que vendrá buscan la solución en un ritual “mágico”.

Vuelvo a repetir que no estoy hablando en contra de lo que genuinamente implica el cuidado de la salud, sino respecto de lo que ha llegado a ser esta tradición.

Por ello, creo que este tiempo puede ser un momento especial para declarar nuestra fe en Dios para el año que comienza, nuestra confianza en Su protección frente a las adversidades del clima y las enfermedades, y aún aceptar Su proceso purificador.

Y es que en lo natural el invierno implica purificación del ambiente, y tenemos un ejemplo muy claro con los mosquitos, que hoy están transmitiendo cada vez más enfermedades peligrosas: un invierno frío elimina una gran cantidad de larvas y podemos tener una primavera relativamente limpia de ellos. Viceversa, un invierno templado (precisamente como el que tenemos al momento de escribir este artículo) augura una explosión de mosquitos en la primavera y verano, con el consiguiente aumento de enfermedades transmitidas por vectores.

La “muerte” que se produce en la naturaleza, la quietud del invierno, las inclemencias climáticas, incluso la enfermedad que nos obliga a estar en casa sin movernos, hacen de esta etapa del año un momento “hacia adentro”, de recogimiento, de tranquilidad, en definitiva, de búsqueda espiritual y de autoanálisis. Es un momento de “purificación”, de retomar propósitos, de reenfocarnos en los diseños divinos. Pronto viene la primavera y el verano, cuando hay más actividad y ocupaciones por todos lados; no es el momento más adecuado para la reflexión.

Por ello, esta fecha puede ser también, como dije en otro artículo, el momento para buscar el propósito y limpiarnos de las cosas que nos desviaron de él. Está claro que cuando digo “propósito” me refiero tanto a lo específico para cada persona, iglesia o nación (actividades, ministerios, etc.) como el propósito general de Dios para nosotros: santificación, comunión, oración, etc.

El primero de agosto es el momento para expresar nuestra fidelidad y confianza tanto en la protección divina como en lo correcto de Sus propósitos para nosotros.


Danilo Sorti






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