sábado, 30 de septiembre de 2017

268. La paciencia como fruto del Espíritu

Romanos 2:4 RVC
4 ¿No te das cuenta de que menosprecias la benignidad, la tolerancia y la paciencia de Dios, y que ignoras que su benignidad busca llevarte al arrepentimiento?

La paciencia implica tolerar una situación desagradable o incluso dañina en espera de un cambio o bien futuro. Cuando leemos sobre la paciencia de Dios siempre nos encontramos con una situación de pecado o rebeldía de Su Pueblo, pero el Señor está reteniendo Su juicio y manteniendo Sus bendiciones en espera de un cambio.

La paciencia implica humildad y es lo opuesto al pecado de orgullo, aunque no me refiero aquí a la raíz de orgullo propiamente como pecado básico de Satanás, sino al orgullo en su expresión de vanagloria, es decir, a la manifestación más visible de orgullo en la forma de “no quedar expuesto”, no ser contradicho, no ser desafiado en la propia autoridad (real o supuesta); es decir, todo aquello que afecta la imagen propia, ya sea de manera efectiva ante los ojos de otros o de manera potencial o interna, ante la propia mirada.

Pensemos un poco, ¿cómo “queda” Dios ante los ojos de los incrédulos cuando tiene paciencia y no ejecuta enseguida Su castigo?

·         “¡Dios no existe! Si existiera, no permitiría que haya tanta maldad e injusticia.”
·         “¡Dios es injusto! ¿Por qué no soluciona este problema?”
·         “A Dios no le interesa realmente lo que pasa aquí.”
·         “Puedo hacer lo que se me da la gana, total, Dios no me ha castigado y las cosas me siguen yendo bien.”
·         “Mirá a esos que creen en Dios, siempre tienen problemas y necesidades, ¡qué tontos que son!, y que “tonto” que es ese Dios en el que creen.”

Todas cosas por el estilo son las que se dicen o se piensan a diario en todo el mundo, y no ahora, sino desde hace miles de años. Miles de millones de personas, a lo largo de los siglos y en el presente, se han repetido frases como estas. ¿Cómo puede Dios soportar eso? Bueno, precisamente, ¡porque es Dios!

Es imposible que nosotros desarrollemos la paciencia hasta que entendamos correctamente la dimensión de la paciencia de Dios, bueno, “entender” no es la palabra correcta porque realmente no podremos hacerlo, pero al menos tener un vislumbre de ella.

Jesucristo, el Hijo de Dios, mostró en esta tierra la humildad en acción:

Mateo 11:27-30 RVC
27 El Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
28 Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.
29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma;
30 porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana.»

Inmediatamente después de afirmar que es el Señor de todo cuanto existe, se califica a sí mismo como manso y humilde; y sus hechos lo confirman. Siendo rey, no buscó honores ni gloria, y ni siquiera hizo un gran espectáculo después de haber resucitado triunfante, sino que se mantuvo casi en secreto.

La paciencia viene de saber que todo está bajo control y que en realidad uno tiene “la sartén por el mango”. Esto es evidente en el caso de Dios, ¿pero nosotros?

Efesios 2:4-6 RVC
4 Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó,
5 nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado),
6 y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales,

Siendo coherederos, nos ha hecho reyes y sacerdotes, y aunque todavía no se ha manifestado lo que seremos, cuando Él venga seremos elevados al nivel de autoridad prometido. Una adecuada perspectiva de quiénes somos en verdad nos permite desarrollar la paciencia.

En la vida cotidiana la paciencia resulta una virtud muy útil:

Proverbios 16:32 RVC
32 Ser paciente es mejor que ser valiente; es mejor dominarse uno mismo que tomar una ciudad.

Proverbios 25:15 RVC
15 La mucha paciencia aplaca al príncipe; la lengua afable quiebra los huesos más duros.

La prosperidad que tanto promete el falso evangelio, cuando es posible, llega estrechamente unida a la paciencia, paciencia necesaria para desarrollar un emprendimiento y hacerlo crecer.

Lucas 21:17-19 RVC
17 Por causa de mi nombre, todo el mundo los odiará,
18 pero ustedes no perderán ni un solo cabello de su cabeza.
19 Tengan paciencia, que así ganarán sus almas.

No se corre la vida cristiana sin paciencia.

Dentro de la clasificación de temperamentos, el colérico es el que más difícilmente pueda desarrollarla, y el flemático es quien más naturalmente la tiene. Muchas situaciones conspiran contra el ejercicio de la paciencia; a medida que se acumulan las frustraciones, que las esperanzas terrenales no se cumplen, que hay problemas de salud, cansancio o conflictos, o se van acumulando frustraciones de vida con los años, o, lo que es lo mismo, que se pone demasiadas expectativas en cosas que no ocurren, la paciencia “no fluye” fácilmente…

La corrupción de la paciencia es la indulgencia pecaminosa. Y es que la paciencia tiene un límite, que corresponde en sentido absoluto a Dios y según las circunstancias, a nosotros.

Lamentaciones 3:42-43 RVC
42 Hemos sido rebeldes y desleales, y tú no nos perdonaste.
43 Lleno de ira, no nos perdonaste; ¡nos perseguiste y nos mataste!

2 Pedro 3:9-10 RVC
9 El Señor no se tarda para cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que nos tiene paciencia y no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se vuelvan a él.
10 Pero el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Ese día los cielos desaparecerán en medio de un gran estruendo, y los elementos arderán y serán reducidos a cenizas, y la tierra y todo lo que en ella se ha hecho será quemado.

En un sentido general, la paciencia de Dios da paso a Su justicia luego de la muerte, cuando se sella el destino eterno de los hombres. En otro sentido, la paciencia sobre naciones, pueblos y el mundo todo se acaba cuando desata Sus juicios, aunque en rigor, aún en medio de Sus juicios se ve Su misericordia y paciencia porque sino hace rato ya que hubiéramos sido destruidos por completo.

Desechar la vanagloria es una de las formas más poderosas de morir a uno mismo. Implica ceder el derecho a ser reconocido, valorado, comprendido, a que se hable o piense bien de uno, a que se lo tenga en cuenta, incluso a veces a que no se lo maltrate. Es lo que Dios hace, en este preciso momento, con más de 7.000.000.000 de personas a la vez, entre los cuales a veces nos incluimos nosotros.

Desarrollar la paciencia que viene del Espíritu no es excusa para la indulgencia, por propia definición, la paciencia tiene un límite que es la perfecta justicia unida al amor; llega un momento en que por ser pacientes con algunos somos injustos con otros.

Apocalipsis 2:2-4 RVC
2 »Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu paciencia. Sé que no soportas a los malvados, que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y que has descubierto que son unos mentirosos.
3 Por causa de mi nombre has resistido, sufrido y trabajado arduamente, sin rendirte.
4 Pero tengo contra ti que has abandonado tu primer amor.

Con todo, la paciencia sin amor está vacía. Al igual que los otros frutos del Espíritu, el amor sigue siendo la base de todos ellos, y no puede quedar “opacado” por aquellos.


Danilo Sorti




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