sábado, 30 de septiembre de 2017

281. “¿Y yo no habría de tener piedad…?”

Jonás 4:10-11 RVC
10 Y el Señor le dijo: «Tú sientes lástima por la enredadera, por la cual no trabajaste, y a la cual no hiciste crecer; durante una noche creció, y a la noche siguiente dejó de existir.
11 ¿Y yo no habría de tener piedad de Nínive, esa gran ciudad con más de ciento veinte mil habitantes que no saben distinguir cuál es su mano derecha y cuál su mano izquierda, y donde hay muchos animales?»

Jonás fue un profeta realmente honesto; no podríamos saber su historia si él mismo no la hubiera contado, tal como fue, sin disimular su propio pecado, ¡qué bueno que Jonás está en la Biblia! Eso significa que hay esperanza para nosotros, que somos mensajeros impacientes e irascibles…

La historia de la predicación de Jonás es bastante conocida; a veces ha sido juzgado con severidad, pero Nínive era cabeza de un imperio realmente cruel y Jonás, vinculado a funciones de gobierno, estaba muy al tanto de todo lo que le había hecho a su pueblo. Ahora que le llegaba el momento del castigo, cuando finalmente desaparecería como imperio y los israelitas dejarían de sufrir sus atrocidades, ¡a Dios se le ocurre tener misericordia de ellos! ¡No podía ser! ¿Acaso no había visto todo lo que le hizo a la nación de Israel? No, decididamente, Dios veía las cosas como ellos… menos mal, ¿no?

A través de un par de recursos pedagógicos que todos los docentes desearían, rápidamente el Señor trató con su profeta cascarrabias. A veces pienso cuánto tiempo invertimos enseñando para lograr tan pocos cambios de actitud y lo comparo con la efectividad que tuvo el Señor en su “enseñanza” hacia Jonás, es más, ¡no tuvo que decir ni una palabra! Un gran pez, una enredadera, un gusano y el viento se encargaron de todo. Pues bien, Jonás ES UNA PROFECÍA para este tiempo; si bien sus palabras iluminaron el camino de los creyentes a lo largo de siglos, desde que fue escrito, y aún más porque se constituyeron nada menos que en un anuncio de la muerte y resurrección de Cristo, creo que no hay momento en la historia en que su mensaje resulten más necesario y aleccionador como el fin de esta era. ¡Qué bueno! Eso significa que aún hay esperanza para nosotros, mensajeros rebeldes y “chinchudos” (como decimos por acá). Que aliento nos da saber que uno de los profetas más díscolos de la Biblia pudo profetizar el evento más importante de la historia. Y con esto no estoy alabando la actitud de Jonás, simplemente estoy diciendo que la misericordia divina aún alcanza para usarnos a nosotros.

Los sentimientos encontrados que pasó Jonás a lo largo de su misión no son más que un pequeño reflejo de los mismos sentimientos encontrados que el Señor estaba pasando con Nínive: su pecado ya era demasiado y no podía extender más Su misericordia, pero decide tomar una última acción: enviar al profeta con la mayor unción para predicar que tenemos registrado en el Antiguo Testamento. ¿Qué profeta, con un mensaje no mayor de cinco palabras, logra convertir completamente una nación tan pecadora y endurecida? ¡Y sin tener el más mínimo deseo de que eso ocurra! La unción que recibió Jonás creo que no fue dada a otro mortal sobre la tierra, al menos que yo conozca.

Toda esa generación creyó y el castigo fue evitado, pero la generación que siguió no, y el juicio finalmente vino. ¿Qué hubiera pasado si Jonás, además de la increíble unción que recibió, hubiera tenido la voluntad de que Nínive se salvara? Quizás hubiera permanecido hasta el día de hoy.

Esa misericordia de último momento, ese “tiempito más” que Dios le dio a Nínive es lo que está ocurriendo exactamente hoy, sólo que los tiempos son ahora mucho más breves. A medida que las catástrofes naturales se van sucediendo, vemos, con todo, que Dios sigue teniendo misericordia de algunos pueblos y naciones, pero esto no será por mucho. Son las últimas oportunidades, ahora sí, literalmente las últimas. El pecado de esta generación es muy superior al de Nínive, ellos al menos no tenían el conocimiento que nuestra sociedad tuvo de Dios, por lo que no resultaron ser tan culpables, pero la culpa de la gente de hoy ha sobrepasado la de todas las generaciones pasadas.

Con todo, aún sigue habiendo algunas “ventanas” de misericordia, breves, y algunos Jonases que el Espíritu está enviando a predicar, esperemos que con una mejor disposición que su antecesor, pero también con una unción que está por soltarse superior a la de los grandes predicadores del siglo XX y XIX. Estos son los santos que han sido profetizados desde hace tiempo, aquellos que estuvieron literalmente en el vientre del gran pez, en el fondo del mar, es decir, el reino de Leviatán, la tierra de los espíritus malignos que habitan allí, es decir, en lo más profundo del reino de las tinieblas, atrapados por los lazos del Maligno, pero habiendo sido rescatados y transformados. Estos son aquellos con los que Satanás estaba tranquilo y satisfecho porque eran sus siervos preferidos, o al menos, los más inútiles para el Reino de Dios, aquellos que no podían lograr nada bueno para el Señor. A ellos se les revelará el dolor del Corazón del Padre, el conflicto entre Su justicia y Su misericordia, y serán los que recibirán la unción para levantar la última cosecha. El mismo espíritu de ellos continuará en los que sigan predicando durante el tiempo de la tribulación.

Estos vienen y estos ya están aquí, en los mismos tiempos de Jonás, solo que hoy no hay “una” Nínive, sino todo un mundo. A ellos los veremos levantarse pronto, y es probable que tú también estés en la compañía.

¡Oh Señor, cuán grande es Tu misericordia!



Danilo Sorti




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