Hebreos 4:12 DHH
12 Porque la palabra de Dios tiene vida y
poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo
más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y
somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.
La reflexión de este artículo surge a raíz de
algo que escuché de un ministerio conocido en muchos países, y que creo que
tiene muchas cosas buenas que valen la pena escuchar, pero también he visto
algunos frutos que no me convencen tanto. Bueno, como decimos por acá,
¡chocolate por la noticia! ¿Quién es perfecto? ¡Solo Uno! Por eso somos un
cuerpo, para ayudarnos los unos a los otros.
En el contexto de un seminario sobre
adoración, el predicador se refiere a una mala experiencia en el pasado, cuando
invitó a cantantes y adoradores reconocidos pero no pudieron llevar adelante
adecuadamente la capacitación. Una de las reflexiones que surgió de ahí fue
que, literalmente:
“Conocían del cielo lo que conocen en la
Biblia, eso significa que por tener un libro de cocina soy cocinero. Puedo
tener todos los libros de cocina más maravillosos, si yo no sé moverme en una
cocina… Entonces, yo creo que la Biblia
es eso, es un hermoso libro de cocina, nos muestra cómo se hacen las cosas,
pero no puedes saborearlo, tú no puedes mirar la foto y distinguir los sabores
que hay dentro. Dios nos dio la Biblia para que funcione conectada con el
Espíritu Santo; es el Espíritu Santo el que trae la realidad, es el que hace:
“¿ves esta foto? Sí. Esta comida se llama tal cosa, ¿quieres probarlo? Sí” El
Espíritu Santo nos hace probar eso.
“Si no tenemos al Espíritu Santo, tenemos un
hermoso libro de cocina con unas fotos maravillosas; y podemos discutir por
mucho tiempo y hacer teología muy complicada, pero en definitiva igual nunca
hemos probado eso, hablamos de comidas que no sabemos cómo saben, solo podemos
hablar de lo que está en la foto. Eso se llama teología.
“Necesitamos ambas cosas, necesitamos al
libro y las fotos, pero necesitamos al Espíritu Santo que trae la realidad de
la fotografía dentro de nosotros.”
Si nos agarra desprevenidos, escuchar esta
mezcla de conceptos podría arrancar de nosotros un fuerte “¡Amén!” ¿Quién no
está a favor de la experiencia del Espíritu, vivificando la Palabra para que no
sea “letra muerta”? ¿Qué cristiano verdadero no afirmaría la importancia del
Espíritu Santo en la vida cristiana, haciendo real Su Palabra? ¡Ninguno!
Sin embargo, cuando lo ponemos por escrito y
lo leemos con más detenimiento hay algunas señales de alerta. Es cierto que no
hay Palabra Viva sin el Espíritu que le da Vida. ¿Pero hasta qué punto podemos
comparar la Biblia con un “libro de cocina” y qué quiere decir esa comparación?
Hay mucho de cierto allí: la Biblia nos
muestra cómo relacionarnos con Dios, cómo vivir, cómo discernir el mundo
espiritual, etc., etc.; pero si no ponemos eso en acción no sirve de nada, de
hecho se vuelve tan inútil como un libro de cocina almacenando polvo en un
estante… ¿y quién no tiene uno de ellos?
Pero la Palabra de Dios nunca se refiere a sí
misma de tal forma, sino todo lo contrario, tal como leímos en el pasaje de más
arriba. Sí es un libro, sí son páginas y letras, pero la Vida del Espíritu se
manifiesta a través de ella y es imposible leerla sin que ese mismo Espíritu
hable; si se acepta o se rechaza, es otra historia, pero a través de ningún
libro el Espíritu habla (aunque Él no tiene problemas en hablar a través de lo
que sea) como allí. Y mientras un libro de cocina habla a la mente de la
persona (y al estómago…), la Biblia habla al espíritu de la persona, que es
otra cosa distinta a la mente.
A través de un libro habla su autor; pero
mientras los autores de todos los libros que podamos conseguir son humanos, El
Autor de la Biblia es Dios, por lo que en el simple hecho de leerla encontramos
una diferencia fundamental con el resto de los libros.
Ahí tenemos entonces un error sutil, pero
quizás el mayor problema no sea exactamente ese sino el hecho de colocar de una
manera explícita a la experiencia cristiana al mismo nivel que la Palabra
Escrita. “Necesitamos ambas cosas”, dice, y es cierto, pero en ningún momento
se ubica clara e indudablemente a la Palabra por encima de la experiencia, sino
que ambas quedan, de manera implícita pero remarcada, a un mismo nivel. De acuerdo, eso puede haber ocurrido a lo
largo de todo el seminario, aquí solo estoy analizando un fragmento y no
necesariamente representa toda la estructura de pensamiento del autor.
Pero lo cierto es que son esas palabras que
decimos “al pasar”, normalmente en el contexto de otro tema distinto, las que
definen nuestros verdaderos pensamientos. Si yo estuviera hablando sobre la
Biblia cuidaría mucho lo que voy a decir para que sea “bíblicamente” correcto
(lo cual no significa que no diga algunas cosas incorrectas), pero si yo estoy
hablando de otro tema, y “al pasar” menciono algo sobre la Palabra de Dios,
entonces es más probable que sea sincero en lo que digo ya que no “preparé” mi
discurso sobre ese tema.
De paso, digamos que esto es una muy buena
herramienta de autoanálisis, ¿qué decimos cuando hablamos “de otra cosa”?
Deberíamos escuchar con cuidado nuestras propias palabras y luego ponerlas a la luz de La Palabra y del Espíritu de La
Palabra, ¡y nos sorprenderíamos de cuántas herejías pronunciamos!
Ubicar implícitamente la experiencia
cristiana “al mismo nivel” que la Palabra de Dios es en extremo peligroso.
Quizás el que dice eso tenga una fuerte base bíblica y difícilmente se mueva de
ella, por lo que su propia experiencia cristiana esté siempre guiada por la
Palabra, pero ¿qué pasa con el que escucha? Yo no pretendo juzgar al
predicador, me interesa analizar cómo el mensaje llega al oyente. Y lo cierto
es que, escuchando a algunas personas que siguen ese ministerio encuentro que
la “experiencia cristiana” ocupa el mismo o más espacio que La Palabra en su
conversación y pensamiento, pero cuidado, es un hecho común también entre otros
grupos cristianos.
Cuando le damos tanta importancia a la
“experiencia” caemos en un terreno subjetivo en el que fácilmente termina
siendo la “experiencia” de algunos pocos la que domine sobre muchos. ¿Por qué?
Veamos. Casi por definición la experiencia es algo subjetivo e individual. Todos
podemos ir a determinado parque de diversión y podríamos decir que tuvimos “la
misma experiencia”, pero lo cierto es que cada uno fue a distintos juegos,
estuvo en un momento del día distinto, fue con distintos familiares, se sentía
él mismo de forma diferente, etc., etc.; aunque el lugar era exactamente el
mismo, la experiencia fue muy distinta. Entonces, ¿cuál es la válida, cuál es
mejor, quién tiene la verdad?
En la práctica, la “más válida” es la más
espectacular, la más “profunda”, la más llamativa, esto es, la experiencia de
los que tienen el ministerio profético y son llevados a las regiones
espirituales. Por lo tanto, es su experiencia la “más experienciada” (perdón
por el neologismo). El resto de los mortales, ¿cómo podría comparar su pobre y
miserable experiencia sufriendo y peleando en este mundo de polvo con esas
gloriosas y magníficas visiones? Menos mal que la Biblia sigue diciendo:
Juan 20:29 RVC
29 Jesús le dijo: «Tomás, has creído porque
me has visto. Bienaventurados los que no vieron y creyeron.»
Hermanos, no necesito decir que todos
conocemos profetas que han tenido visiones y revelaciones maravillosas y
terminaron apartándose del Señor, una profetisa muy conocida, ex bruja, entre
ellos. Las revelaciones del mundo espiritual son un don maravilloso que el
Señor le da a algunos cristianos para bendición del Cuerpo y no deberíamos
desestimarlas (como hacen algunos), ¡pero eso no es ni regla de fe ni garantía
de nada!
Además, no toda experiencia espiritual
proviene necesariamente de Dios (y podemos citar a la misma ex profetisa de
Dios que mencioné), aún para los hombres de Dios. Y, de todas formas, por más
genuina y válida que sea, nadie es completo, ningún ministerio lo es y ninguna
experiencia o revelación tampoco. ¿Cuál es la experiencia más válida, aquella
del gran profeta que recibe las profundas revelaciones del cielo o la del
cristiano sufriente que entrega su vida por Cristo, habiendo conocido quizás
solo algunas porciones de la Escritura? ¿La del apóstol que recorre naciones
predicando la Palabra o la del ama de casa fiel que no deja de orar noche y día
por su familia y su nación? Todas provienen del mismo Dios y recibirán su
recompensa de acuerdo a su fidelidad, no a su “magnificencia”.
Darle demasiado valor a las experiencias
espirituales nos puede llevar a caer en manos de aquellos de los que habla
Pablo:
Colosenses 2:18 DHH
18 No dejen que los condenen esos que se
hacen pasar por muy humildes y que dan culto a los ángeles, que pretenden tener
visiones y que se hinchan de orgullo a causa de sus pensamientos humanos.
¿Cómo “mido” la veracidad de una experiencia
espiritual? Sin discernimiento, ¿cómo sé cuándo me están diciendo la verdad y
cuándo me están contando un lindo cuentito? Y sin un conocimiento sólido de la
Biblia en esta época en la que el error ha llegado a su máximo nivel, ¿de dónde
saco ese discernimiento?
La experiencia del predicador mencionado
puede ser perfectamente genuina (y no tengo motivos para dudarlo) y su base
bíblica muy sólida, pero si en la mente de los cristianos se establece el
criterio “experiencia” implícitamente al mismo nivel o por encima de la Biblia,
el día de mañana aparecerá otro profeta, o supuesto profeta, con, también
supuestas, visiones y experiencias mucho más maravillosas y los hermanos serán
fácilmente arrastrados hacia él, porque no estuvieron lo suficientemente
fundamentados en la Palabra de Dios.
Ahora bien, la experiencia es la base de la
revelación bíblica:
1 Juan 1:3 RVC
3 Así que, lo que hemos visto y oído es lo
que les anunciamos a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con
nosotros. Porque nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Pero si colocamos nuestra experiencia
presente “al mismo nivel” que la revelación bíblica, estamos diciendo que
nuestras palabras tienen la misma autoridad que la Biblia. ¿Por qué criticamos
entonces a la “religión oficial” de nuestros países latinoamericanos? ¿Por qué
más vale no nos convertimos todos a ella, si en el fondo estamos diciendo lo
mismo? Ellos ponen a la tradición al mismo nivel que la Biblia, ¿y qué es la
tradición sino experiencia acumulada?
Ahora bien, si ponemos a la Biblia en el
lugar más alto, ¿no caeríamos en una “dominación teológica” por parte de los
que más saben? Sí, es posible, pero hay una gran diferencia: la Biblia puede
(¡¡y debe!!) ser leída e interpretada por todos, ese fue el “grito de guerra”
de la Reforma, pero quinientos años después son los mismos líderes herederos de
esa Reforma los que tratan por muchas formas de acallarlo. La Biblia es algo
objetivo que está “afuera” de mi experiencia subjetiva, con la guía del
Espíritu, y con paciencia y esfuerzo, puedo discernir cualquier doctrina
bíblica fundamental y diferenciar lo correcto de lo incorrecto. No puedo hacer
eso con una experiencia subjetiva.
Para concluir, no debemos menospreciar el
problema de pretender vivir la Biblia sin el Espíritu, ni debemos desechar la
experiencia cristiana, pero debemos reconocer que el Espíritu se manifiesta de
muchas y muy diversas formas, y “la” experiencia cristiana válida es mucho más
que la experiencia de los grandes profetas y de los viajes al cielo e infierno;
porque ya hemos visto que algunos de los que han ido allí terminaron eligiendo
el camino incorrecto. Hermanos, todas las revelaciones que el Señor nos pueda
traer, y creo que nos está dando muchísimas en este tiempo y yo no tengo ningún
problema en recibirlas, NUNCA CONTRADECIRÁN LA PALABRA DE DIOS ni avanzarán más
allá de lo que está escrito. Necesitamos las palabras proféticas frescas para
el “ajuste fino” de los tiempos en que vivimos, y de eso no tengo ninguna duda,
¡pero nada supera a lo que ya fue escrito!
Gálatas 3:3-5 DHH
3 ¿Son tan duros para entender, que habiendo
comenzado con el Espíritu quieren ahora terminar con algo puramente humano?
4 ¿Tantas buenas experiencias para nada? ...
¡Imposible que hayan sido para nada!
5 Cuando Dios les da su Espíritu y hace
milagros entre ustedes, ¿por qué lo hace? No en virtud del cumplimiento de la
ley, sino por aceptar el mensaje de la fe.
Toda la carta de Gálatas está basada en
experiencias con el Señor: del mismo Pablo, de Abraham, de los gálatas. Pero
ninguna de esas experiencias, ni de las que supuestamente estaban trayendo los
falsos apóstoles, estaba por encima del “mensaje de la fe”, el Evangelio una
vez anunciado y creído. Allí está el lugar de la experiencia: ilustra a la
Palabra de Dios, la explica, la muestra en acción, nos hace entender cuando se
nos dificulta, pero siempre subordinada a la Palabra que Dios dejó escrita.
Cualquier mensaje que pretenda muy sutilmente elevarla aunque más no sea
“demasiado cerca” de la Biblia, no proviene del Espíritu Santo.
Danilo Sorti
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