martes, 19 de septiembre de 2017

243. ¿La experiencia cristiana está por encima de la Biblia?

Hebreos 4:12 DHH
12 Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.


La reflexión de este artículo surge a raíz de algo que escuché de un ministerio conocido en muchos países, y que creo que tiene muchas cosas buenas que valen la pena escuchar, pero también he visto algunos frutos que no me convencen tanto. Bueno, como decimos por acá, ¡chocolate por la noticia! ¿Quién es perfecto? ¡Solo Uno! Por eso somos un cuerpo, para ayudarnos los unos a los otros.

En el contexto de un seminario sobre adoración, el predicador se refiere a una mala experiencia en el pasado, cuando invitó a cantantes y adoradores reconocidos pero no pudieron llevar adelante adecuadamente la capacitación. Una de las reflexiones que surgió de ahí fue que, literalmente:

“Conocían del cielo lo que conocen en la Biblia, eso significa que por tener un libro de cocina soy cocinero. Puedo tener todos los libros de cocina más maravillosos, si yo no sé moverme en una cocina… Entonces, yo creo que la  Biblia es eso, es un hermoso libro de cocina, nos muestra cómo se hacen las cosas, pero no puedes saborearlo, tú no puedes mirar la foto y distinguir los sabores que hay dentro. Dios nos dio la Biblia para que funcione conectada con el Espíritu Santo; es el Espíritu Santo el que trae la realidad, es el que hace: “¿ves esta foto? Sí. Esta comida se llama tal cosa, ¿quieres probarlo? Sí” El Espíritu Santo nos hace probar eso.

“Si no tenemos al Espíritu Santo, tenemos un hermoso libro de cocina con unas fotos maravillosas; y podemos discutir por mucho tiempo y hacer teología muy complicada, pero en definitiva igual nunca hemos probado eso, hablamos de comidas que no sabemos cómo saben, solo podemos hablar de lo que está en la foto. Eso se llama teología.

“Necesitamos ambas cosas, necesitamos al libro y las fotos, pero necesitamos al Espíritu Santo que trae la realidad de la fotografía dentro de nosotros.”

Si nos agarra desprevenidos, escuchar esta mezcla de conceptos podría arrancar de nosotros un fuerte “¡Amén!” ¿Quién no está a favor de la experiencia del Espíritu, vivificando la Palabra para que no sea “letra muerta”? ¿Qué cristiano verdadero no afirmaría la importancia del Espíritu Santo en la vida cristiana, haciendo real Su Palabra? ¡Ninguno!

Sin embargo, cuando lo ponemos por escrito y lo leemos con más detenimiento hay algunas señales de alerta. Es cierto que no hay Palabra Viva sin el Espíritu que le da Vida. ¿Pero hasta qué punto podemos comparar la Biblia con un “libro de cocina” y qué quiere decir esa comparación?

Hay mucho de cierto allí: la Biblia nos muestra cómo relacionarnos con Dios, cómo vivir, cómo discernir el mundo espiritual, etc., etc.; pero si no ponemos eso en acción no sirve de nada, de hecho se vuelve tan inútil como un libro de cocina almacenando polvo en un estante… ¿y quién no tiene uno de ellos?

Pero la Palabra de Dios nunca se refiere a sí misma de tal forma, sino todo lo contrario, tal como leímos en el pasaje de más arriba. Sí es un libro, sí son páginas y letras, pero la Vida del Espíritu se manifiesta a través de ella y es imposible leerla sin que ese mismo Espíritu hable; si se acepta o se rechaza, es otra historia, pero a través de ningún libro el Espíritu habla (aunque Él no tiene problemas en hablar a través de lo que sea) como allí. Y mientras un libro de cocina habla a la mente de la persona (y al estómago…), la Biblia habla al espíritu de la persona, que es otra cosa distinta a la mente.

A través de un libro habla su autor; pero mientras los autores de todos los libros que podamos conseguir son humanos, El Autor de la Biblia es Dios, por lo que en el simple hecho de leerla encontramos una diferencia fundamental con el resto de los libros.

Ahí tenemos entonces un error sutil, pero quizás el mayor problema no sea exactamente ese sino el hecho de colocar de una manera explícita a la experiencia cristiana al mismo nivel que la Palabra Escrita. “Necesitamos ambas cosas”, dice, y es cierto, pero en ningún momento se ubica clara e indudablemente a la Palabra por encima de la experiencia, sino que ambas quedan, de manera implícita pero remarcada, a un mismo nivel.  De acuerdo, eso puede haber ocurrido a lo largo de todo el seminario, aquí solo estoy analizando un fragmento y no necesariamente representa toda la estructura de pensamiento del autor.

Pero lo cierto es que son esas palabras que decimos “al pasar”, normalmente en el contexto de otro tema distinto, las que definen nuestros verdaderos pensamientos. Si yo estuviera hablando sobre la Biblia cuidaría mucho lo que voy a decir para que sea “bíblicamente” correcto (lo cual no significa que no diga algunas cosas incorrectas), pero si yo estoy hablando de otro tema, y “al pasar” menciono algo sobre la Palabra de Dios, entonces es más probable que sea sincero en lo que digo ya que no “preparé” mi discurso sobre ese tema.

De paso, digamos que esto es una muy buena herramienta de autoanálisis, ¿qué decimos cuando hablamos “de otra cosa”? Deberíamos escuchar con cuidado nuestras propias palabras y luego ponerlas  a la luz de La Palabra y del Espíritu de La Palabra, ¡y nos sorprenderíamos de cuántas herejías pronunciamos!

Ubicar implícitamente la experiencia cristiana “al mismo nivel” que la Palabra de Dios es en extremo peligroso. Quizás el que dice eso tenga una fuerte base bíblica y difícilmente se mueva de ella, por lo que su propia experiencia cristiana esté siempre guiada por la Palabra, pero ¿qué pasa con el que escucha? Yo no pretendo juzgar al predicador, me interesa analizar cómo el mensaje llega al oyente. Y lo cierto es que, escuchando a algunas personas que siguen ese ministerio encuentro que la “experiencia cristiana” ocupa el mismo o más espacio que La Palabra en su conversación y pensamiento, pero cuidado, es un hecho común también entre otros grupos cristianos.

Cuando le damos tanta importancia a la “experiencia” caemos en un terreno subjetivo en el que fácilmente termina siendo la “experiencia” de algunos pocos la que domine sobre muchos. ¿Por qué? Veamos. Casi por definición la experiencia es algo subjetivo e individual. Todos podemos ir a determinado parque de diversión y podríamos decir que tuvimos “la misma experiencia”, pero lo cierto es que cada uno fue a distintos juegos, estuvo en un momento del día distinto, fue con distintos familiares, se sentía él mismo de forma diferente, etc., etc.; aunque el lugar era exactamente el mismo, la experiencia fue muy distinta. Entonces, ¿cuál es la válida, cuál es mejor, quién tiene la verdad?

En la práctica, la “más válida” es la más espectacular, la más “profunda”, la más llamativa, esto es, la experiencia de los que tienen el ministerio profético y son llevados a las regiones espirituales. Por lo tanto, es su experiencia la “más experienciada” (perdón por el neologismo). El resto de los mortales, ¿cómo podría comparar su pobre y miserable experiencia sufriendo y peleando en este mundo de polvo con esas gloriosas y magníficas visiones? Menos mal que la Biblia sigue diciendo:

Juan 20:29 RVC
29 Jesús le dijo: «Tomás, has creído porque me has visto. Bienaventurados los que no vieron y creyeron.»

Hermanos, no necesito decir que todos conocemos profetas que han tenido visiones y revelaciones maravillosas y terminaron apartándose del Señor, una profetisa muy conocida, ex bruja, entre ellos. Las revelaciones del mundo espiritual son un don maravilloso que el Señor le da a algunos cristianos para bendición del Cuerpo y no deberíamos desestimarlas (como hacen algunos), ¡pero eso no es ni regla de fe ni garantía de nada!

Además, no toda experiencia espiritual proviene necesariamente de Dios (y podemos citar a la misma ex profetisa de Dios que mencioné), aún para los hombres de Dios. Y, de todas formas, por más genuina y válida que sea, nadie es completo, ningún ministerio lo es y ninguna experiencia o revelación tampoco. ¿Cuál es la experiencia más válida, aquella del gran profeta que recibe las profundas revelaciones del cielo o la del cristiano sufriente que entrega su vida por Cristo, habiendo conocido quizás solo algunas porciones de la Escritura? ¿La del apóstol que recorre naciones predicando la Palabra o la del ama de casa fiel que no deja de orar noche y día por su familia y su nación? Todas provienen del mismo Dios y recibirán su recompensa de acuerdo a su fidelidad, no a su “magnificencia”.

Darle demasiado valor a las experiencias espirituales nos puede llevar a caer en manos de aquellos de los que habla Pablo:

Colosenses 2:18 DHH
18 No dejen que los condenen esos que se hacen pasar por muy humildes y que dan culto a los ángeles, que pretenden tener visiones y que se hinchan de orgullo a causa de sus pensamientos humanos.

¿Cómo “mido” la veracidad de una experiencia espiritual? Sin discernimiento, ¿cómo sé cuándo me están diciendo la verdad y cuándo me están contando un lindo cuentito? Y sin un conocimiento sólido de la Biblia en esta época en la que el error ha llegado a su máximo nivel, ¿de dónde saco ese discernimiento?

La experiencia del predicador mencionado puede ser perfectamente genuina (y no tengo motivos para dudarlo) y su base bíblica muy sólida, pero si en la mente de los cristianos se establece el criterio “experiencia” implícitamente al mismo nivel o por encima de la Biblia, el día de mañana aparecerá otro profeta, o supuesto profeta, con, también supuestas, visiones y experiencias mucho más maravillosas y los hermanos serán fácilmente arrastrados hacia él, porque no estuvieron lo suficientemente fundamentados en la Palabra de Dios.

Ahora bien, la experiencia es la base de la revelación bíblica:

1 Juan 1:3 RVC
3 Así que, lo que hemos visto y oído es lo que les anunciamos a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Porque nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

Pero si colocamos nuestra experiencia presente “al mismo nivel” que la revelación bíblica, estamos diciendo que nuestras palabras tienen la misma autoridad que la Biblia. ¿Por qué criticamos entonces a la “religión oficial” de nuestros países latinoamericanos? ¿Por qué más vale no nos convertimos todos a ella, si en el fondo estamos diciendo lo mismo? Ellos ponen a la tradición al mismo nivel que la Biblia, ¿y qué es la tradición sino experiencia acumulada?

Ahora bien, si ponemos a la Biblia en el lugar más alto, ¿no caeríamos en una “dominación teológica” por parte de los que más saben? Sí, es posible, pero hay una gran diferencia: la Biblia puede (¡¡y debe!!) ser leída e interpretada por todos, ese fue el “grito de guerra” de la Reforma, pero quinientos años después son los mismos líderes herederos de esa Reforma los que tratan por muchas formas de acallarlo. La Biblia es algo objetivo que está “afuera” de mi experiencia subjetiva, con la guía del Espíritu, y con paciencia y esfuerzo, puedo discernir cualquier doctrina bíblica fundamental y diferenciar lo correcto de lo incorrecto. No puedo hacer eso con una experiencia subjetiva.

Para concluir, no debemos menospreciar el problema de pretender vivir la Biblia sin el Espíritu, ni debemos desechar la experiencia cristiana, pero debemos reconocer que el Espíritu se manifiesta de muchas y muy diversas formas, y “la” experiencia cristiana válida es mucho más que la experiencia de los grandes profetas y de los viajes al cielo e infierno; porque ya hemos visto que algunos de los que han ido allí terminaron eligiendo el camino incorrecto. Hermanos, todas las revelaciones que el Señor nos pueda traer, y creo que nos está dando muchísimas en este tiempo y yo no tengo ningún problema en recibirlas, NUNCA CONTRADECIRÁN LA PALABRA DE DIOS ni avanzarán más allá de lo que está escrito. Necesitamos las palabras proféticas frescas para el “ajuste fino” de los tiempos en que vivimos, y de eso no tengo ninguna duda, ¡pero nada supera a lo que ya fue escrito!

Gálatas 3:3-5 DHH
3 ¿Son tan duros para entender, que habiendo comenzado con el Espíritu quieren ahora terminar con algo puramente humano?
4 ¿Tantas buenas experiencias para nada? ... ¡Imposible que hayan sido para nada!
5 Cuando Dios les da su Espíritu y hace milagros entre ustedes, ¿por qué lo hace? No en virtud del cumplimiento de la ley, sino por aceptar el mensaje de la fe.

Toda la carta de Gálatas está basada en experiencias con el Señor: del mismo Pablo, de Abraham, de los gálatas. Pero ninguna de esas experiencias, ni de las que supuestamente estaban trayendo los falsos apóstoles, estaba por encima del “mensaje de la fe”, el Evangelio una vez anunciado y creído. Allí está el lugar de la experiencia: ilustra a la Palabra de Dios, la explica, la muestra en acción, nos hace entender cuando se nos dificulta, pero siempre subordinada a la Palabra que Dios dejó escrita. Cualquier mensaje que pretenda muy sutilmente elevarla aunque más no sea “demasiado cerca” de la Biblia, no proviene del Espíritu Santo.



Danilo Sorti




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