Juan 11:7-15 RVC
7 Luego les dijo a los discípulos: «Vamos
otra vez a Judea.»
8 Los discípulos le dijeron: «Rabí, hace poco
los judíos intentaron apedrearte, ¿y de nuevo vas allá?»
9 Jesús respondió: «¿Acaso no tiene el día
doce horas? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
10 pero el que anda de noche tropieza, porque
no hay luz en él.»
11 Dicho esto, agregó: «Nuestro amigo Lázaro
duerme, pero voy para despertarlo.»
12 Entonces, sus discípulos dijeron: «Señor,
si duerme, sanará.»
13 Pero Jesús decía esto de la muerte de
Lázaro, aunque ellos pensaron que hablaba del reposo del sueño.
14 Entonces Jesús les dijo abiertamente:
«Lázaro ha muerto;
15 y me alegro por ustedes de no haber estado
allí, para que crean. Vayamos a verlo.»
Juan 11:39-45 RVC
39 Jesús dijo: «Quiten la piedra.» Marta, la
hermana del que había muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal, pues ha estado
allí cuatro días.»
40 Jesús le dijo: «¿No te he dicho que, si
crees, verás la gloria de Dios?»
41 Entonces quitaron la piedra. Y Jesús,
levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias por haberme
escuchado.
42 Yo sabía que siempre me escuchas; pero lo
dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has
enviado.»
43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz:
«¡Lázaro, ven fuera!»
44 Y el que había muerto salió, con las manos
y los pies envueltos en vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Entonces
Jesús les dijo: «Quítenle las vendas, y déjenlo ir.»
45 Muchos de los judíos que habían venido
para acompañar a María, y que vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.
Templanza es otra forma de decir dominio
propio, y esto puede ser muy parecido a
la mansedumbre, pero hay una diferencia: mientras la mansedumbre implica
“soportar” una situación que nos es dada y de la cual no “podemos” salir, al
menos no si queremos permanecer en el centro de la voluntad de Dios mientras
clamamos por Su justicia, el dominio propio implica “meternos” conscientemente
en una situación problemática para hacer la voluntad de Dios.
Puede ser algo muy simple: abstenernos de
comer tal o cual cosa para no engordar o cuidar nuestra salud, eso implica una
dosis de “sufrimiento” si dejamos de comer algo que nos gusta, pero lo hacemos
por la salud de nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu Santo. Puede ser
tener la disciplina de estudiar una carrera, lo que implica abstenernos de
pasar todo ese tiempo con nuestros amigos o haciendo otra actividad, o
trabajando para tener dinero. Para algunos puede ser incluso la disciplina de
no estudiar o no trabajar de más, para dedicar tiempo a la familia o al Señor.
Sea lo que sea, el dominio propio implica una acción decidida de la voluntad
que nos va a acarrear algún tipo de inconvenientes para logra un bien mayor,
pero que no es “necesaria” realizar, es decir, que nuestra vida individual
podría transcurrir de todas formas “bien” (o aparentemente bien) si no hiciéramos
eso.
Uno de los ejemplos más hermosos de dominio
propio es el episodio de Lázaro, sin contar la cruz, que es el máximo ejemplo
posible. Jesús no necesitaba ir a Judea, no hacía falta exponerse públicamente
en ese momento, ni mucho menos debía estar
en frente de la tumba para resucitar a Lázaro, bastaba con que diera la orden y
listo. Pero toda la acción que se suscitó sirvió para que muchos creyeran, y
Jesús asumió la molestia del viaje, la exposición a los peligros de Judea (para
Él y para Sus discípulos) y las iras que desató por el hecho para que la gente
crea. Lázaro no “necesitaba” resucitar, excepto para aumentar su recompensa
posterior en el cielo; él estaba mucho mejor allá.
¡Dios no necesitaba hacer nada de lo que
hizo! ¿Para qué involucrarse con esta raza caída y rebelde? ¿Por qué no
eliminarla con algún otro asteroide, como hizo con los dinosaurios, y formar
una nueva especie, mejor que estos “monos desnudos” (con perdón de los monos…)?
¿Para qué hacerse hombre y pasar tantos sufrimientos a mano de Su propia
creación?
¿Por qué el Padre tendría que entregar a Su
Hijo? ¿Por qué debería tolerar el desastre que hicimos en la tierra? ¿Por qué
el Bendito Espíritu debería habitar en esta habitación sucia y rebelde? ¿Por
qué debería insistir tanto para que finalmente le haga caso?
No, no existe mejor ejemplo de dominio propio
que el de la Trinidad toda, que VOLUNTARIAMENTE puso en marcha el plan de la
redención (al cual todavía le faltan mil años) para rescatarnos, cuando no
había necesidad. ¡Qué maravilloso amor de Dios para nosotros! ¡Qué insondable
que es Su Corazón! ¡Jamás tendríamos palabras para describir siquiera una sola
de Sus virtudes, no ya a Él mismo! ¿Qué haremos por la eternidad? Tratar de
conocerlo, pero no vamos a terminar…
El opuesto del domino propio lo podemos ver
claramente en el caso de la comida, y es la gula, que también se manifiesta en
la borrachera. Esto es “incorporar”, ingerir, todo lo que tengo a mano ahora
mismo sin pensar en las consecuencias futuras y sin poder poner un límite, es
decir, sin poder aceptar una cuota de sufrimiento cuando la satisfacción de las
necesidades está perfectamente accesible.
Jesucristo nació como rey y Él siempre supo
que reinaría, pero no aceptó ninguno de los ofrecimientos satánicos que tuvo
durante Su vida terrenal: ejerció el dominio propio porque sabía que había algo
mejor.
Nos cuesta mucho discernir los frutos del
Espíritu en Dios, pero en realidad es lógico, ¿acaso el Espíritu va a producir
algo que sea diferente a Su misma esencia, a Su propia naturaleza? No, por
supuesto. Por lo tanto, todos los frutos que Él produce en los creyentes son
parte de la naturaleza de Dios, y el dominio propio no es una excepción.
El dominio propio puede corromperse
fácilmente. En la época de Pablo una de las corrientes filosóficas eran los
estoicos, que procuraban una vida sumamente disciplinada, es decir, llevaban el
dominio propio al máximo posible, pero humanamente, sin Dios. Esto no es sabio:
fuimos creados con deseos y necesidades, con sueños y motivaciones; aunque
fueron corrompidos por el pecado, todavía permaneces muchos impulsos buenos,
¿por qué negarlos? Sólo cuando hay un propósito claro del Señor, nada más. El
resto es justicia propia, apariencia de piedad, la actitud de los fariseos que tanta
repulsión le causó a Jesús.
En realidad, negarse a uno mismo no es más
que poder ver al Señor al lado nuestro en todo momento:
Salmos 16:8 RVC
8 Todo el tiempo pienso en ti, Señor; contigo
a mi derecha, jamás caeré.
¿Y quién puede hacernos ver al Señor sino el
Espíritu? Recibir el testimonio del Bendito es lo que nos permite desarrollar
el dominio propio. Con Él a nuestra diestra, ¿qué más queremos? Necesitamos
acercarnos a Él, tan simple y tan difícil como eso, no hay más.
Danilo Sorti
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