domingo, 3 de septiembre de 2017

202. La raíz de iniquidad nacional de egoísmo y abuso de poder

1 Reyes 21:6-11 RVC
6 Y Ajab le respondió: «Fui a ver a Nabot de Jezrel, y le pedí que me diera su viña a cambio de otra mejor; o que, si quería dinero, yo se lo pagaría. ¡Pero me dijo que no me daría su viña!»
7 Entonces Jezabel le preguntó: «¿Y acaso no eres tú el rey de Israel? ¡Vamos, come y emborráchate! Yo me comprometo a darte la viña de Nabot.
8 Enseguida, Jezabel escribió cartas a nombre de Ajab, las selló con su anillo, y las envió a los ancianos y a los jefes que vivían en la ciudad de Nabot.
9 Las cartas decían: «Que se proclame ayuno, y que Nabot comparezca ante el pueblo.
10 Que sean presentados como testigos dos sinvergüenzas, que acusen a Nabot de haber blasfemado contra el Señor y contra el rey. Que sea arrojado a la calle y apedreado hasta que muera.»
11 Y los ancianos, los jefes y el pueblo que allí vivía cumplieron las órdenes de Jezabel, tal y como las había puesto por escrito.

Este es uno de una serie de artículos que el Señor me dio sobre las iniquidades nacionales. Escribo sobre las iniquidades de Argentina porque es lo que mejor conozco y de lo que puedo hablar con autoridad, sin embargo, no son muy diferentes las iniquidades de todas nuestras naciones latinoamericanas, y lo que digo aquí bien puede aplicarse en muchos otros lugares.

El ejemplo de Nabot es uno de los más claros en las Escrituras sobre el abuso de poder, un mal que ha afectado a nuestros países, y continúa haciéndolo. El abuso por parte de los poderosos es, propiamente, lo más visible, aunque esa iniquidad se manifiesta en todo nivel: dentro de las familias, en las relaciones interpersonales, en las relaciones laborales. Dado que los latinoamericanos tenemos una herencia cultural muy arraigada de dependencia del poder político (lo cual es otro problema) y un funcionamiento nacional muy centralizado y paternalista, lo que hacen o dejan de hacer las autoridades nos afecta mucho, y por lo tanto, el abuso provoca un gran impacto.

Del espíritu de Caín el abuso de poder se desprende muy fácilmente, incluso podemos decir que es la forma en que este espíritu se manifiesta en los poderosos. Puede tomar formas extremas como en el ejemplo de más arriba o formas mucho más sutiles y hasta aparentemente democrática. Los últimos años nos han mostrado ejemplos de cómo, a través de hábiles manipulaciones legales y políticas, y con astucia, se puede acaparar enorme poder en nuestros sistemas “democráticos”. Ningún gobierno es inmune a esto y cuando analizamos la historia vemos que, en los gobiernos democráticos argentinos, es muy probable que ocurre de manera notoria luego de un primer mandato.

El abuso de poder se alimenta de profundas heridas emocionales, inevitablemente en algún tipo de abuso recibido que penetró muy hondo y que la falta de perdón mantuvo vivo. La persona hizo un enorme esfuerzo por construir “otra persona” por encima de ese niño herido, lo suficientemente atractiva y sagaz como para alcanzar alguna posición de poder (político, social, familiar, laboral), desde la cual, es decir, desde la seguridad que esa posición le brinda, podría vengarse real o imaginariamente de los que le hicieron daño. El abusador, en todas sus formas, no deja de ser un niño herido en el fondo, pero eso no justifica de ninguna manera al adulto, simplemente nos muestra que el origen de la sanidad debe ser muy profundo, algo que sólo el Espíritu puede hacer. En cierto sentido el abuso nace de la vergüenza. Este proceso es tanto individual como social y generacional.

El egoísmo es otra causa del abuso. Nace del temor: temor a no tener, a sufrir daño físico o económico, a perder, a no poder alcanzar algo. Y como respuesta a ese sentimiento se trata de acaparar lo más posible, de quitarles a otros, “menos merecedores” que uno. “Hace falta dinero para hacer política” es la frase favorita y no dicha de los políticos, en nombre de la cual se justifican todos los hechos de corrupción posibles.

Proverbios 22:22-23 DHH
22 No abuses del pobre por ser pobre,
ni oprimas ante los jueces al indefenso,
23 pues el Señor saldrá en su defensa
y oprimirá a quienes los opriman.

Y así, los que en un momento fueron injustos reciben luego la misma injusticia que sembraron, ¡pero la historia nacional nos demuestra que nunca terminan de aprender, y uno tras otro repiten el ciclo!

Jeremías 7:5-7 DHH
5 Si mejoran su vida y sus obras y son justos los unos con los otros;
6 si no explotan a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas, ni matan a gente inocente en este lugar, ni dan culto a otros dioses, con lo que ustedes mismos se perjudicarían,
7 yo los dejaré seguir viviendo aquí, en la tierra que di para siempre a sus antepasados.

Cuando hay abuso de autoridad hay opresión, y si hay opresión, Dios permite que extranjeros ganen poder sobre la nación. Obviamente, quienes más fácilmente son objeto del abuso de poder son los que tienen pocos recursos, aunque no debemos pensar necesariamente esto desde un punto de vista solamente económico porque hay sectores medios de la sociedad que no tienen mucho poder político y resultaron objeto preferido de alguna forma de abuso político en favor de los “pobres” (es decir, de una mayor cantidad de votos). Los más pobres, por otro lado, que son fácilmente “comprados” con planes asistenciales reciben un abuso más sutil: si no participan en marchas y piquetes, si no votan a los que les mantienen los planes, son amenazados con perder casi la única fuente de ingreso posible en una sociedad ultra sofisticada y competitiva, en la que muy difícilmente puedan insertarse en el mercado laboral.

Amós 4:1-2 DHH
1 Escuchen esto, vacas de Basán.
damas de Samaria,
que oprimen a los pobres
y maltratan a los necesitados,
que ordenan a sus maridos
traerles vino para beber.
2 Dios el Señor juró por su santidad:
“Vienen días en que a ustedes
se las llevarán con ganchos,
y sus hijos serán enganchados con anzuelos.

El abuso no es prioritario de los hombres, claro está. En la historia de nuestra nación también tenemos mujeres que han abusado de su poder, y a veces peor que los hombres.

Eclesiastés 5:8 RVC
8 Si en tu provincia ves que se oprime a los pobres, y que se tuercen el derecho y la justicia, esto no debe asombrarte, porque sobre un alto oficial hay otro más alto, y por encima de ellos hay uno más alto.

Y el abuso y la opresión llegan a formar parte indisoluble del sistema de gobierno de un país, sostenido y apañado por la estructura. Es, propiamente, un estilo de gobierno.

Bueno, ¿hace falta agregar más a una realidad que todos vivimos? La herramienta del Señor para traer Su Reino a la tierra es la Iglesia, ¿pero qué vemos?

3 Juan 9,10 DHH
9 Yo escribí una carta a la comunidad, pero Diótrefes no acepta nuestra autoridad porque le gusta mandar.
10 Por eso, cuando yo vaya le llamaré la atención, pues anda contando chismes y mentiras contra nosotros. Y, no contento con esto, no recibe a los hermanos que llegan, y a quienes quieren recibirlos les prohíbe hacerlo y los expulsa de la comunidad.

El abuso de autoridad en las iglesias puede ser a veces muy notorio y grosero, pero muchas otras es más sutil y hasta “institucionalizado” en los reglamentos denominacionales. Puede ser incluso involuntario, producto de la ignorancia bíblica. ¿Qué más común en las iglesias que desanimar a los hermanos a que vayan a otra iglesia o escuchen a tal o cual ministro que no está en la línea de la denominación? Pues bien, esto muy bien puede caer dentro de lo que escribió Juan.

El abuso de poder, literalmente abusar de la Novia del Cordero, es un pecado corriente en las iglesias argentinas (y latinoamericanas), que se repite con cada nuevo líder que asciende en autoridad. Pero no sería el principal problema si surgiera un líder más o menos abusivo, sino:

2 Corintios 11:19-20 DHH
19 Ustedes son muy sabios, pero soportan de buena gana a los locos,
20 y soportan también a aquellos que los obligan a servir, que los explotan, que los engañan, que los tratan con desprecio o que los golpean en la cara.

“Es grave que haya abuso espiritual, y peor aún que se justifique” dice Jaume Llenas en una nota homónima de El Protestante Digital.

Bueno, no hace falta hablar mucho más sobre el tema para reconocer la extensión de esta iniquidad (tampoco exclusivamente argentina). Como en todos los casos, es solamente a través de la Sangre de Cristo que puede haber limpieza; necesitamos asumir el pecado, reconociéndolo primero en nosotros, pidiendo perdón y librándonos por el poder del Espíritu Santo. El pecado de abuso de poder es tanto del que efectivamente abusa como del que acepta el abuso. Ahora bien, el que está en inferioridad de condiciones no puede evitarlo muchas veces, pero “aceptar el abuso” se refiere más bien a tolerar una estructura de abuso, esto es, no orar para que eso cambie, no denunciar lo que nos corresponda, abusar en algo “pequeño”, acomodarse a la estructura y sacar provecho de ella. A veces las líneas divisorias pueden ser sutiles y hace falta discernimiento espiritual para saber hasta dónde se puede avanzar.

En Argentina es tan común ver a alguien robando algo mínimo o transgrediendo una norma porque “total, los más poderosos lo hacen…” ¡Es algo que mancha a toda la sociedad, prácticamente nadie escapa de ello! El famoso tango “Cambalache”, de Enrique Santos Discépolo (1935) es una descripción sociológica tan adecuada de la sociedad argentina que sorprende, y entre sus “verdaderamente proféticos” versos dice: “el que no afana es un gil” ¡Ése es el pensamiento argentino!

El espíritu opuesto al abuso de poder basado en el egoísmo y el temor es el cumplimiento del verdadero propósito de la autoridad, basado en la generosidad y la seguridad en Dios. La autoridad fue puesta como una guía, una ayuda, un refugio contra los malvados; con el propósito de llevar a su plenitud a aquellos a quienes sirve.

Mateo 23:11-12 RVC
11 El que sea más importante entre ustedes, sea siervo de todos.
12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

La autoridad es servicio y en el servicio hay verdadero gozo, seguridad y realización en Dios.

Efesios 4:11-16 RVC
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas,
15 sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Tanto en el ámbito de la Iglesia como en el ámbito secular, la verdadera autoridad debe llevar a su plenitud a todos los que sirve, es decir, brindarse en servicio al otro para que éste alcance todo su potencial y un nivel aún mayor que el de la autoridad.

Este modelo es absolutamente contrario al del mundo, y en la práctica también extraño dentro de la Iglesia, pero como es el modelo de Dios, es la única forma en que el ejercicio de la autoridad es bendecido. Si algo caracteriza a las personas en autoridad es la carga excesiva y el sentimiento de frustración, amenaza e ira. Muchos terminan “presos” del cargo que tanto anhelaron; abusando de otros y siendo abusados por otros. La autoridad según Dios, que no es fácil, lleva una cosecha de paz, alegría, fruto y bendición para muchos, verdaderamente lleva fruto por la eternidad.

Debemos desarraigar la raíz de abuso de autoridad y plantar el maravilloso árbol de la genuina autoridad, que no es muy diferente al Árbol de la Vida, que consistía en la Autoridad de Vida que viene de Dios.


Danilo Sorti




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