sábado, 30 de septiembre de 2017

262. Los sentimientos básicos de la humanidad y la obra del Espíritu: culpa versus esperanza, la obra del Padre

Mateo 15:18-19 RVC
18 Pero lo que sale de la boca, sale del corazón; y esto es lo que contamina al hombre.
19 Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias.

Romanos 4:6-8 RVC
6 David también se refiere a la felicidad del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
7 cuando dice: «¡Dichoso aquel cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos!
8 ¡Dichoso aquél a quien el Señor no culpa de pecado!»


La caída en el Edén produjo tres sentimientos básicos en la humanidad, que a partir de entonces quedaron adheridos a la naturaleza humana: el temor, la vergüenza y la culpa. Roland Muller expone esto en detalle.

Estos sentimientos básicos subyacen en lo profundo de la mente y en realidad están alimentados por el conocimiento del espíritu humano que sabe perfectamente que está separado de Dios, por lo que tiene miedo de lo que le pueda pasar y de encontrarse con ese mismo Dios, que está desnudo delante de Él porque sus obras no son correctas y que tiene culpa no solucionada delante del Juez. El hombre apartado de Dios trata de solucionarlo de diversas maneras, dando origen a los pecados del corazón y los pecados visibles en las obras.

Si bien toda la Biblia habla sobre la solución de Dios a este problema, Pablo lo expone de manera resumida cuando, luego de hablar sobre el servicio a través de los dones espirituales y de la motivación correcta que es el amor, concluye diciendo que:

1 Corintios 13:13 RVC
13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el más importante de todos es el amor.

Con esto, muchos cristianos se quedan con el “amor” y se olvidan de la fe y la esperanza, sin los cuales la vida cristiana queda “chueca”.

Veamos algunas definiciones de culpa:

·         La culpa es la experiencia disfórica (= emoción desagradable) que se siente al romper las reglas culturales (tanto religiosas, como políticas, familiares, de un grupo de pertenencia, etc), o por el pensamiento de cometer dicha transgresión. (Akhtar, Salman (2009). Comprehensive Dictionary of Psychoanalysis. Karnac Books)

·         En el ámbito jurídico, al igual que negligencia, el término culpa supone, según Francesco Carrara, la "voluntaria omisión de diligencia en calcular las consecuencias posibles y previsibles del propio hecho". (Wikipedia, “Culpa”).

·         Algunas de las acepciones según la Real Academia Española son: Imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. Omisión de la diligencia exigible a alguien, que implica que el hecho injusto o dañoso resultante motive su responsabilidad civil o penal. Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado. Pecado o transgresión voluntaria de la ley de Dios.

Romanos 4:15a RVC
15 Porque la ley produce castigo, …

La culpa es un sentimiento basado en un hecho concreto: al haber violado una ley, se espera la llegada del castigo. Inconcebibles e infructuosos esfuerzos ha hecho (y sigue haciendo) el hombre a lo largo de su historia para tratar con el SENTIMIENTO de la culpa sin darse cuenta de que, simplemente, debía eliminar su CAUSA, el pecado, que sólo se logra a través de la fe en Cristo.

La culpa es una de las tres raíces básicas que se expresan en diferentes pecados, tanto en el hombre sin Dios como en aquel que aceptó a Cristo como Salvador, pero que no ha sido completamente transformado por acción del Espíritu (es decir, ¡todos!). Si no tratamos con la culpa, o mejor dicho, si no colaboramos activamente con la obra que el Espíritu ya está haciendo para solucionar el tema de la culpa en nosotros, será difícil pretender recortar los pecados emergentes. Los cristianos pensamos que con el solo hecho de haber aceptado a Cristo hemos solucionado definitivamente el tema de la culpa y no es así. Claro está que si hemos tenido una conversión genuina, hemos dado el paso fundamental, pero aún hay un proceso para tratar con tres cosas:

Primero, la causa material de la culpa, que es el pecado. Como aún seguimos pecando, debemos ser santificados, es decir, limpiados de pecado (¡dejar de pecar!) para que no haya sentimiento de culpa. Segundo, el engaño de Satanás que fácilmente nos “tira culpa” encima, aún cuando no la tengamos, y de esa manera mantiene vivo el sentimiento, con lo que logra la acción. Tercero, la culpa generacional y social, que, aunque no nos implique directamente, nos afecta por asociación al pertenecer al género humano y a un “linaje” (familia, nación, raza) específico.

El fin de los tiempos que nos toca vivir presenta algunas particularidades en este sentido. Por un lado, el error dentro del Evangelio prácticamente en todos los casos trata de “borrar” la expresión de culpa, no la enfrenta y soluciona, la “olvida” debajo de un evangelio de la superación personal y de bonitas promesas para un futuro que nunca llega, precisamente cuando están por desatarse los peores juicios que la humanidad haya visto. Debemos evitar ese engaño y a esos engañadores.

Pero aún lo mejor que tenemos dentro del Evangelio tampoco suele darle demasiada importancia al tema, o más bien se “distrae” con otras cosas. La culpa y sus causas no debería ser nada traumático para los hijos de Dios: sus pecados ya han sido perdonados (no los pasados únicamente, también los futuros) y tiene la principal “herramienta” de santificación que es el Espíritu Santo y Su Palabra. ¿Cómo se aplica prácticamente esto? Quizás sea bueno tener periódicamente un tiempo para enfocarnos en el tema, orar y escuchar la voz del Espíritu, y luego trabajar en aquello que nos haya indicado.

Por otro lado, hoy conocemos muchísimo más que antes, por lo que podemos pedir perdón y limpiar nuestras manos de las culpas generacionales y nacionales. Aunque nosotros no vamos a ser condenados por los pecados de nuestros antepasados, cargamos con los derechos legales que ellos abrieron, y debemos cerrarlos.

Por otro lado, la cantidad efectiva de pecados que esta generación comete es tan grande, y la conciencia de culpa ha sido tan obstruida, que esta presión entre lo que el espíritu humano sabe y lo que el alma está dispuesta a aceptar necesariamente emerge en multitud de pecados. También debemos estar prevenidos.

¿Qué tiene que ver la esperanza en todo esto? ¿Y cómo se relaciona con Dios Padre?

Si Dios Padre es el Juez, Él es también el único que puede absolver al pecador y quitar las consecuencias merecidas de su pecado, al encontrar la perfecta justificación en la sangre del Cordero. Por lo tanto, Él es quien puede darle al pecador arrepentido un futuro de esperanza. ¿Qué es la esperanza? Veamos algunas definiciones:

·         La esperanza es un estado de ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables relacionados a eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto. (Dictionary.reference.com. 27 de noviembre de 1992)

·         El Diccionario de la Real Academia Española dice, entre otras definiciones; Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido.

¿Qué tiene que ver la esperanza con la culpa? Pues que la culpa es “esperanza al revés”, es decir, es la expectativa del castigo por venir, del fracaso en los planes porque se sabe que no se es digno, la expectativa de no recibir ayuda divina porque no se la merece debido a la indignidad de las propias obras. La esperanza no es más que esperar bendiciones de Dios, saber que el trabajo va a dar fruto porque Dios lo va a bendecir. El origen de la desesperanza podemos rastrearlo en:

Génesis 3:17-19 RVC
17 Al hombre le dijo: «Puesto que accediste a lo que te dijo tu mujer, y comiste del árbol de que te ordené que no comieras, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
18 Te producirá espinos y cardos, y comerás hierbas del campo.
19 Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás.»

Esto implica una activa maldición de parte del Creador, que retira su bendición de la tierra, de la fuente de trabajo, del quehacer humano.

Para mí, el pasaje que más claramente define la esperanza tanto para justos como injustos es:

Mateo 5:45 RVC
45 para que sean ustedes hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

La esperanza, en un sentido general, está cimentada en la misericordia divina, aún sobre los injustos, permitiendo que las cosas buenas ocurran, que haya fruto del trabajo (aunque sea difícil), que el futuro sea predecible. Cuando más en los hijos de Dios. Sin embargo, no debemos estar engañados con falsas esperanzas, aquellas que los apostolobos suelen generar tan fácilmente para recoger abundantes ofrendas. Como el mismo pasaje de Mateo dice, la esperanza sólo puede estar basada en la justicia y la misericordia, es decir, en vivir conforme la naturaleza del Padre, en otras palabras, ser santos:

Mateo 5:43-44 RVC
43 »Ustedes han oído que fue dicho: “Amarás a tu prójimo, y odiarás a tu enemigo.”
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes los persiguen,

Resumiendo: la culpa es un sentimiento subjetivo que viene del hecho concreto primeramente de haber pecado y, segundo, de ser partícipes involuntarios del pecado generacional y nacional. Sólo puede tratarse efectivamente a través de aceptar por fe la obra de Cristo y de creer y aplicar Su Palabra por el Espíritu para remover las obras de injusticia que todavía permanecen en nosotros y las raíces de iniquidad que nos afectan, a la vez que se rechazan los pensamientos culpógenos del Enemigo. Dado que la culpa es uno de los tres sentimientos básicos más arraigados de todos los seres humanos, es algo en lo que no podemos descuidarnos, sino trabajar constantemente; removiendo las causas y el sentimiento.

La culpa se reemplaza con esperanza, que es la expectativa de bienes de parte del Juez, que en la sentencia dará un veredicto favorable. Como el espíritu humano sabe que es culpable, necesita creer y recibir esta esperanza justificatoria, celebrar los bienes que vendrán y crecer en la esperanza, que lo conecta propiamente con Dios Padre.

Sin embargo, debemos poner todo esto en el contexto de los últimos tiempos y la inminencia de los juicios que han de caer sobre la Tierra, para no tener falsas esperanzas de cosas que hoy no pueden ocurrir, que pasaron en otros tiempos, que son perfectamente “esperables”, pero que no corresponden a este tiempo. Por otro lado, debemos tener una sólida esperanza en que seremos protegidos y guardados de los engaños de los últimos tiempos, y también de los juicios que caerán antes del arrebatamiento, ¡y que seremos llevados en él!... si es que hemos vivido en santidad, es decir, habiendo permanecido en el proceso de purificación de obras de injusticia.

Culpa vs esperanza, sentimientos cimentados en: pecado (propio) vs justicia (de Cristo); se trata de una de las piedras fundamentales del ser humano caído y la obra de restauración divina. Como tal, no debemos menospreciarla ni olvidarla; sino que es algo que debe ocupar nuestro tiempo, pero no volviendo cada vez al ABC del Evangelio, sino creciendo, cada vez, en la profundidad de lo que estas palabras significan: crecer en la profundidad del entendimiento del pecado, de la justicia de Cristo, de la culpa y de la esperanza, entender nuevos ámbitos de aplicación, avanzar en victorias nuevas. Así es la sabiduría de Dios: tan sencilla que los sabios la desprecian, porque no entienden que Sus “sencillos” fundamentos tienen profundidades inabarcables.

¡Señor, abre nuestros ojos!


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.



No hay comentarios:

Publicar un comentario