martes, 19 de septiembre de 2017

238. Juzgar está mal… ¿pero juzgar qué?

Mateo 7:1-5 RVC
1 »No juzguen, para que no sean juzgados.
2 Porque con el juicio con que ustedes juzgan, serán juzgados; y con la medida con que miden, serán medidos.
3 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no miras la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿Cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes una viga en el tuyo?
5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

El latiguillo de “no juzgar” se ha convertido en la práctica en el refugio de muchos lobos rapaces dentro de la iglesia de tal forma que pueden ocultar su comportamiento turbio detrás de un aparente mandato bíblico.

Como siempre, no se puede hacer doctrina de un solo pasaje bíblico, ni mucho menos de una interpretación “estirada” del mismo. ¿Es verdad que la Biblia dice exactamente que “no debemos juzgar” absolutamente nada? ¿Qué y cuándo no debemos juzgar? ¿Y qué y cuándo sí?

Las palabras de Jesús se encuentran en el contexto de la relación entre hermanos, de la vida en la comunidad, y el “mandato” de no juzgar tiene que ver con lo que se dice en el versículo 4 y 5, pero si entendemos bien, ahí no está diciendo que absolutamente no puedo juzgar, simplemente que yo debo estar libre de ese tal pecado que pretendo corregir.

¿Será verdad que la Biblia no me autoriza a analizar ni juzgar el comportamiento de mi hermano? Veamos.

Mateo 18:15-17 RVC
15 »Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo cuando él y tú estén solos. Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano.
16 Pero si no te hace caso, haz que te acompañen uno o dos más, para que todo lo que se diga conste en labios de dos o tres testigos.
17 Si tampoco a ellos les hace caso, hazlo saber a la iglesia; y si tampoco a la iglesia le hace caso, ténganlo entonces por gentil y cobrador de impuestos.

Si aquí no hay un juicio de valor, ¿entonces qué? Obviamente basado en hechos concretos y claros, no chismes.

Juan 7:24 RVC
24 Sean justos en sus juicios, y no juzguen según las apariencias.»

Refiriéndose a un juicio de valor, sobre su propio ministerio, Jesús exhorta a su audiencia no a “no juzgar” sino a hacerlo de manera correcta.

1 Corintios 10:15 RVC
15 Les hablo como a personas sensatas; juzguen ustedes mismos lo que digo.

Las palabras de Pablo debían ser juzgadas.

2 Corintios 13:1 RVC
1 Ésta será la tercera vez que los visite. Todo asunto se resolverá por el testimonio de dos o tres testigos.

Cuestiones graves de iglesia debían ser resueltas por un testimonio consistente, no como suele pasar que “una hermanita vio a fulano haciendo tal cosa pero no vamos a decir el nombre para no involucrarla…”.

2 Timoteo 3:5 RVC
5 que parecerán muy piadosos, pero negarán la eficacia de la piedad; evítalos.

Aquí hay un juicio de valor, no significa que necesariamente los tales son excluidos públicamente de la comunidad, pero sí que habiendo juzgado su conducta, uno debe apartarse de ellos.

1 Corintios 6:1-5 RVC
1 Si alguno de ustedes tiene un pleito con otro, ¿por qué presenta el caso ante los impíos, y no ante los santos?
2 ¿Acaso no saben ustedes que los santos juzgarán al mundo? Y si son ustedes quienes han de juzgar al mundo, ¿acaso les es poca cosa juzgar casos muy pequeños?
3 ¿No saben ustedes que nosotros juzgaremos a los ángeles? ¡Pues con más razón los asuntos de esta vida!
4 Si ustedes pueden emitir juicios en cuanto a los asuntos de esta vida, ¿cómo entonces ponen como jueces a gente de poca estima en la iglesia?
5 Les digo esto para avergonzarlos. ¿Acaso no hay entre ustedes siquiera uno que sea sabio y que pueda servir de juez entre sus hermanos?

Pablo está diciendo claramente que personas capacitadas y probadas dentro de la Iglesia pueden fungir como jueces de sus hermanos, y que su veredicto debe ser aceptado.

1 Corintios 4:2-5 RVC
2 Ahora bien, de los administradores se espera que demuestren ser dignos de confianza.
3 Por mi parte, no me preocupa mucho ser juzgado por ustedes o por algún tribunal humano; es más, ni siquiera yo mismo me juzgo.
4 Y aunque mi conciencia no me acusa de nada, no por eso quedo justificado; quien me juzga es el Señor.
5 Así que no juzguen ustedes nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a la luz lo que esté escondido y pondrá al descubierto las intenciones de los corazones. Entonces Dios le dará a cada uno la alabanza que merezca.

Pero también el juicio de valor tiene un límite, aquí Pablo habla de su ministerio y no se está refiriendo a ningún supuesto pecado ni mala intención evidente de su parte, sino hacia cosas más profundas del ministerio, que ellos todavía no estaban en condiciones de juzgar adecuadamente.

Romanos 14:4 RVC
4 ¿Quién eres tú, para juzgar al criado ajeno? Si éste se mantiene firme o cae, es un asunto de su propio amo. Pero se mantendrá firme, porque el Señor es poderoso para mantenerlo así.

Aquí tenemos la misma verdad.

Podemos ver la historia de Israel ¡y vaya si nos encontramos con juicios allí!

El latiguillo de “no juzgar” es una simplificación de algo más complejo. Pasar la vida juzgando al que se cruza por el camino, como muchas personas tienen por costumbre y especialmente muchos de los que están formados en ciencias sociales y docencia (perdón si los ofendo, pero lo he observado en mi ámbito laboral), es HORRIBLE, especialmente para el que resulta “blanco favorito” de dichos juicios. ¡Eso no debemos hacerlo!

Pasar por alto el pecado, no discernir a los mentirosos y corruptos que pretenden hablar en nombre del Señor, ES UNA NECEDAD TERRIBLE. ¡Eso sí debemos juzgarlo! Por supuesto, todo con pruebas adecuadas.

Juzgar a otros siervos en su ministerio, no habiendo pecados manifiestos ni desviaciones doctrinales ni cosas ocultas, no es correcto. Ahí más vale orar y esperar a que el Señor nos muestre o saque a luz lo que sospechamos, o bien que nos muestre nuestro error!!

Resumiendo: ¿no juzgar? Depende de lo que queramos decir con la palabra “juzgar”. Si nos referimos a pasar la vida “despellejando” con la lengua a cuanto infeliz se nos cruce por el camino, está claro que ESE JUICIO está mal; en esencia consiste en hablar el lenguaje del infierno, el idioma de Satanás, es sembrar maldiciones espirituales sobre la tierra y maldecir a las personas, es abrir puertas a Satanás, darle derecho legal, sobre nosotros y sobre los otros.

No discernir, apartarnos y denunciar a los pecadores e hipócritas que destruyen el Cuerpo de Cristo es una necedad y un pecado. Eso sí debemos juzgarlo. Pero aquí estamos hablando de pruebas objetivas: hechos claramente testificados o desviaciones doctrinales expresas. ¿Qué pasa cuando el Espíritu nos muestra algo que está oculto? Depende, por lo menos, deberíamos orar y estar alertas; si estamos en una posición de liderazgo y nuestro don ha sido ya probado y aprobado por los hermanos, deberíamos tener la valentía de Pedro al enfrentarse con Simón el (¿ex?) mago o con Ananías y Safira. Si se trata de líderes de la iglesia, ¡pues apartarnos de ellos!

Juzgar el ministerio de otro, cuando no hay pecado manifiesto ni desviación doctrinal evidente, aún más, cuando se han visto sus frutos para el Reino de Dios y no hay testimonio del don de discernimiento contra ellos, es incorrecto. Pretender condenar a otros ministros o siervos por su inmadureces y pecados menores es una perfidia: ¿qué ministro no los tiene? No quiero justificarlos, tampoco decir que deberíamos pasarlos por alto “alegremente”, simplemente que muchos de los “siervos reconocidos” tienen una buena estructura por detrás que se encarga de ocultar sus errores. En todo caso, si es un ministerio nuevo y que nos resulta “extraño” en función de las formas que conocemos, debemos orar y esperar hasta que el Señor nos muestre más claramente. Llegar a definir por estatutos denominacionales cuál es exactamente la función de un ministerio, cuáles ministerios son aceptados y cuáles no, puede ser una forma de violar este principio.

El asunto entonces no es “no juzgar” sino ajustar nuestro juicio en aquello que efectivamente no debemos juzgar y en aquello que sí. Y, por supuesto, alimentarnos con la verdad para llegar al nivel que menciona Pablo en Hebreos:

Hebreos 5:14 RVC
14 El alimento sólido es para los que ya han alcanzado la madurez, para los que pueden discernir entre el bien y el mal, y han ejercitado su capacidad de tomar decisiones.


¡Señor, tú eres el Juez, haz que nuestro juicio sea justo!



Danilo Sorti




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