sábado, 30 de septiembre de 2017

272. El fruto de la mansedumbre: acepto lo que me toca

2 Timoteo 2:24-26 RVC
24 Y el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;
25 que corrija con mansedumbre a los que se oponen, por si acaso Dios les concede arrepentirse para que conozcan la verdad
26 y escapen del lazo del diablo, en el cual se hallan cautivos y sujetos a su voluntad.

La mansedumbre nos da la idea de paz y tranquilidad, pero en un contexto de presión y dificultad: manso es aquel que resiste “sin protestar”. Está claro que este fruto es muy fácil de malinterpretar y abusar.

La mansedumbre se confunde muy fácilmente con debilidad o tolerancia de la injusticia; pero no es ese su verdadero significado y el ejemplo más claro lo tenemos en Jesús:

Mateo 11:25-30 RVC
25 En ese momento, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque estas cosas las escondiste de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
26 Sí, Padre, porque así te agradó.
27 El Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
28 Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.
29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma;
30 porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana.»

Al mismo momento en que expresa Su autoridad y dominio, se califica como “manso” porque lleva el “yugo” que le corresponde, el mismo yugo que nos invita a llevar a nosotros y que parece tan pesado y difícil pero que paradójicamente Jesús mismo califica de “fácil y liviano”.

Un caballo manso es el que no corcovea cuando se lo monta, un buey manso es el que hace el trabajo que se le pide sin rebelarse, un perro manso es el que no muerde y se acerca a su dueño; la creación nos “explica” qué significa ser manso.

Alguien no es manso porque tiene una vida tranquila y pacífica, sin motivos para enojarse o pelear, manso es el que EN MEDIO de las circunstancias difíciles e incluso injustas acepta su cuota de sufrimiento, pero no por debilidad o imposibilidad, sino porque sabe ciertísimamente que es la medida que Dios mismo permitió.

Podemos parecer mansos porque no nos rebelamos ante determinadas situaciones cuando en realidad lo haríamos si pudiéramos; la mansedumbre es un fruto que produce nuestro espíritu y Dios lo puede ver (o no) allí. También podemos parecer mansos cuando en realidad estamos siendo tolerantes contra la injusticia que sufrimos o que sufren los nuestros: eso no es mansedumbre, ¡eso es pecado! En ninguna parte de la Biblia se supone que debamos tolerar las injusticias y el sufrimiento “porque sí”; pero la Biblia dice:

1 Pedro 2:19-24 RVC
19 El soportar sufrimientos injustos es digno de elogio, si quien los soporta lo hace por motivos de conciencia delante de Dios.
20 Porque ¿qué mérito hay en soportar malos tratos por hacer algo malo? Pero cuando se sufre por hacer el bien y se aguanta el castigo, entonces sí es meritorio ante Dios.
21 Y ustedes fueron llamados para esto. Porque también Cristo sufrió por nosotros, con lo que nos dio un ejemplo para que sigamos sus pasos.
22 Cristo no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca.
23 Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando sufría, no amenazaba, sino que remitía su causa al que juzga con justicia.
24 Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados.

Aquí hay una injusticia; hay gente que la está sufriendo y no puede hacer nada al respecto, notemos que la Biblia no dice nada respecto a “aceptar” la injusticia, lo que indica es a “soportarla” sabiendo que el Señor la está permitiendo, que Él lo pasó primero, y que, por lo tanto, junto con Él seremos recompensados. Muchas veces esto es inevitable, pero quedarse en medio de una situación injusta por el simple hecho de “hacer mérito” no tiene sentido. La mansedumbre solo es tal cuando atravesamos los sufrimientos que el Señor ha permitido para nosotros con una actitud de paz en el corazón.

Esto solo puede surgir cuando el Espíritu nos transmite esa misma paz, esto es, cuando nos trae la convicción de que junto con Cristo, nosotros también seremos recompensados y de que nuestros sufrimientos redundarán en más gloria: una recompensa eterna para nosotros y la justicia del Reino en esta tierra. Tertuliano escribió en el año 197: "La sangre [de los mártires] es semilla de los cristianos"; y en un sentido más general, todo sufrimiento injusto de los hijos de Dios es una ofrenda que Dios NO PASA POR ALTO. Puede ser que no haya una acción en el momento, puede ser que pasen años, a veces siglos, pero no se olvida delante del Trono.

 Apocalipsis 8:4-6 RVC
4 De la mano del ángel subió el humo del incienso a la presencia de Dios, junto con las oraciones de los santos.
5 El ángel tomó el incensario, lo llenó con fuego del altar, y ese fuego lo arrojó a la tierra. Hubo entonces truenos, voces, relámpagos y un terremoto.
6 Los siete ángeles se dispusieron a tocar las siete trompetas que tenían.

Aquí sube el clamor de los santos, sus oraciones, delante de la misma presencia del Padre, y ya Dios no puede soportarlo más y comienzan Sus juicios, para traer definitivamente justicia a la tierra y acabar con el sistema de gobierno opresivo y perverso que mantiene a la humanidad cautiva desde los tiempos de Babel.

La mansedumbre, o la falta de ella, es algo difícil de ver en lo exterior; y precisamente la falta de mansedumbre es lo que llamamos envidia, ¿por qué? Porque mientras la mansedumbre nace de la paz de un espíritu que escucha a la voz del Espíritu que le recuerda en cada momento que tiene un lugar seguro y una recompensa en los cielos, que es necesario atravesar ese sufrimiento porque eso redundará en más gloria, la envidia surge de no escuchar esa voz, ¿por qué? Definimos a la envidia como el deseo ardiente y destructivo de lo que no tenemos, pero lo cierto es que cada persona en este mundo, si se comparara en términos absolutos con el resto de la humanidad, carecería de una infinidad de cosas.

Sin embargo, la envidia se enfoca en alguien cercano y desea precisamente ESO que tiene a la vez que NO DESEA muchas otras cosas que podría tener genuinamente y sin problemas, es decir, mientras que la persona envidiosa seguramente tiene mucho, o podría tenerlo, no valora nada de eso sino que se concentra en algo que no tiene, y que razonablemente no puede tener (al menos no sin una intervención sobrenatural, pero que probablemente no ocurra); eso que no tiene es “su cuota” de sufrimiento. En vez de aceptarlo y atravesarlo con la esperanza en la recompensa, que puede venir en esta vida o no, pero que va a venir, pierde la paz tratando de conseguirlo por medio de las trampas, la guerra, la pelea, el enojo.

Vuelo a decir que esto no significa aceptar situaciones injustas como la esclavitud, el abuso, el maltrato, la opresión económica, y dejar que los impíos sigan haciendo lo que quieran; esto significa remitir la “causa al que juzga con justicia”, esto es Dio. La mansedumbre implica renunciar a “solucionar” un problema por mis propios criterios y dejarlo en las manos de Dios. La envidia consiste en “agarrar bien fuerte” al problema y tratar de solucionarlo yo, lo cual termina por ocupar toda mi mente y mis energía, haciéndome olvidar de las muchas cosas que sí tengo, de las muchas más que puedo conseguir, y de la mucho más enorme recompensa que me espera en los cielos.

Como dije ya en varias oportunidades, la corrupción de la mansedumbre es tolerar las injusticias SIN ENCOMENDARLAS al Juez, es decir, sino orar por ellas, sin buscar una eventual solución de parte de Dios, con lo cual nosotros mismos, aunque sufrimos la injusticia, nos volvemos injustos, y si tuviéramos la oportunidad, cometeríamos exactamente la misma injusticia sobre otros; y sobre eso ya hay bastante escrito.

El sistema económico actual no puede funcionar si los consumidores no envidian, ¿Cómo vender tantas cosas superfluas? ¿Qué harían las revistas de farándulas? ¿Por qué la gente iría a ver esculturales cuerpos casi desnudos en un teatro? ¿Cómo crecerían las ventas de autos deportivos, teléfonos de última generación, ropa lujosa, etc., etc.? Las iglesias de la prosperidad han “santificado” a la envidia y los mismos predicadores luchan por ser ellos mismos objetos de envidia material, mostrarse exitosos, exhibiendo relojes y trajes que cuestan varios sueldos mensuales (si no más) del asistente promedio. Pero cuidado, porque incluso podemos envidiar el genuino crecimiento espiritual de los hermanos, tal como le pasó a Caín, que tuvo envidia del grado de comunión que Abel tenía con Dios, olvidándose de que él mismo también estaba hablando directamente con el Creador, algo que los hombres de los tiempos posteriores muy difícilmente lograron, aún los más santos de ellos.

La mansedumbre, como fruto del Espíritu, surge de recibir Su testimonio y de ser llevados espiritualmente a esos lugares en los cuales está nuestra recompensa. La envidia anida en el alma, que rechaza el testimonio del espíritu y procura resolver los problemas por sus propios medios. Pero la mansedumbre no es injusticia.


Danilo Sorti




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