domingo, 3 de septiembre de 2017

203. La raíz de iniquidad nacional de la falta de paternidad y la falsa paternidad

Mateo 23:8-10 RVC
8 Pero ustedes no busquen que los llamen “Rabí”, porque sólo uno es el Maestro de ustedes, y ése es el Cristo; y todos ustedes son hermanos.
9 Ni llamen “padre” a nadie en la tierra, porque sólo uno es el Padre de ustedes, y él está en los cielos.
10 Tampoco se hagan llamar “maestros”, porque sólo uno es su Maestro, y es el Cristo.

Este es uno de una serie de artículos que el Señor me dio sobre las iniquidades nacionales. Estoy hablando específicamente de la realidad de Argentina porque es la que mejor conozco y sobre la que puedo escribir con autoridad. Con todo, las raíces de iniquidad de todos los países latinoamericanos no son muy diferentes unas de otras, por lo que muchas de las cosas que aquí se dicen pueden aplicarse también en otros contextos nacionales.

Los varones nos sentimos “identificados” con Dios en cierto sentido porque Él se ha revelado como hombre. Sabemos, por supuesto, que Dios es espíritu y que no tiene sexo como las creaturas; en Su palabra podemos verlo tanto con cualidades “masculinas” como “femeninas”. Pero lo cierto es que ha elegido revelarse desde el tiempo que se narra en la Biblia como varón, y eso nos llena de orgullo a los hombres… ¡porque no hemos entendido bien el motivo!

La mujer nunca tuvo problemas en acercarse a un Dios “hombre” y de hecho son más las mujeres que han servido y sirven históricamente a Dios que los hombres, pero ¿nos hubiéramos acercado los hombres a un Dios “mujer”? Lo dudo. Si algo quedó profundamente alterado con la caída del hombre fue, precisamente, el verdadero rol masculino y la imagen de la paternidad, ¡por eso Dios tuvo que manifestarse como hombre! No deberíamos sentirnos orgullosos de eso, sino más bien avergonzados…

Ahora bien, el rol paternal es fundamental para dar identidad y destino a los hijos. El rol femenino no es menos importante, pero es obvio que el más alterado ha sido el del padre, e históricamente (y actualmente) son mucho más “escasos” los padres que las madres. Nuestra nación no es una excepción, y de nuevo, hablo de Argentina pero probablemente sea muy parecido en toda Latinoamérica.

La falta de paternidad hoy se ha extendido rápidamente en todo el mundo, pero ha sido una de las raíces constitutivas de nuestra nación. Por un lado, la historia latinoamericana está desde el origen marcada por “machos que engendran hijos”, de los cuales no se han hecho cargo; mestizos despreciados durante los años de la colonia, hijos “bastardos” según el estigma social. Humanamente hablando, la ausencia de padre es grave, tanto así que el Señor dice:

Deuteronomio 23:2 DHH
2 “el hijo bastardo no podrá ser admitido en la congregación del Señor, ni aun después de la décima generación.

Esto puede referirse a un matrimonio mixto también. Por supuesto, sabemos que en Cristo esto ya no rige, pero, humanamente, el daño psicológico, social, espiritual y cultural que produce es muy importante. Nuestra Latinoamérica fue poblada por “hijos bastardos”, lo cual elevó el papel de la mujer, la única que se hacía cargo del niño, al rol de madre y padre, algo que no le correspondía, y más aún, a un rol casi “divino”.

Así, se sobrevaloró el papel de la mujer, muy bien expresado en la tan difundida adoración a la Reina del Cielo, y el hombre “se fue” de la familia, transformándose en el mejor de los casos en un proveedor, pero difícilmente en un padre presente y cariñoso; en un verdadero sacerdote del hogar, en el valiente capaz de defender a su familia y sacrificar su propio bienestar y aún su propia vida por sus hijos.

Así, no solamente se alteró el rol paternal, sino también el maternal, por lo que, propiamente dicho, deberíamos decir que la iniquidad es la falta de padres y madres conforme al diseño divino.

La ausencia de padre deja un vacío muy grande, fundamentalmente en una falta de identidad e inseguridad profundas, que pueden intentar cubrirse con una falsa identidad “exagerada” y con una “osadía irracional”, como reacción inconsciente. Y así, tenemos sociedades que rápidamente corren detrás de las modas, que rápidamente cambian sus valores por los “nuevos” valores, porque no tuvieron un padre que adecuadamente los estableciera en las verdades eternas; que tiene todo tipo de conductas antisociales porque nadie los corrigió a tiempo (normalmente no es una tarea fácil para una mujer sola), es decir, “siembra” delincuencia, que acrecienta a su vez la disolución social.

Pero la ausencia de padre lleva a algo socialmente tanto o más terrible como es la “falsa paternidad”, expresado políticamente en los “líderes paternalistas” de los cuales los latinoamericanos tenemos ejemplos de sobra, o en la búsqueda de un “líder papá” a quién creer y seguir ciegamente, comportamiento propio de un niño pequeño no de adultos. Y estos líderes paternales, casi mesiánicos, provocan luego sufrimientos indecibles entre el pueblo, exacerbando las divisiones (espíritu de Caín) y el autoritarismo, gobernando caprichosamente. De acuerdo, puede haber honrosas excepciones, y las hay, pero propiamente, son excepciones y sólo en algunas áreas, nunca un líder paternalista ha sido “completamente” bueno.

Vamos a la Iglesia, el instrumento que el Señor ha dejado para traer Su Reino a la tierra: ¡no estamos mejor! Hace algunas décadas el Espíritu trajo la revelación de la “paternidad”, pero ¿que han terminado haciendo los líderes? Propiamente lo que Jesús condena en los versículos que leímos al principio: reemplazaron la genuina paternidad de EL PADRE por la falsa paternidad de también falsos “padres”. Resulta realmente sorprendente ver como se llaman “padre” (y “madre”) a sí mismos y como la gente lo repite, aunque para matizarlo utilizan el término “papá espiritual”. Dios quiso traer un manto de paternidad celestial sobre los creyentes, para sanar las heridas de siglos de historia, y ellos lo usurparon. ¡Esto es terrible!

Necesitamos pedir perdón por las heridas provocadas por la falta de paternidad, que viene en realidad de una especie de abuso de autoridad, esto es: el hombre históricamente (y aún en el presente) al tener más fuerza física y “capacidad de participación social” fácilmente puede abusar relegando a la mujer a un rol subordinado hacia las tareas “menos importantes” como criar hijos. Pero esto también está en la base de la caída del hombre:

Génesis 3:16 RVC
16 A la mujer le dijo: «Aumentaré en gran manera los dolores cuando des a luz tus hijos. Tu deseo te llevará a tu marido, y él te dominará.»

Aunque por eso mismo puede ser restaurado por la obra de Cristo, pero es necesario aplicar Su sangre.

Ahora bien, en relación con la paternidad, criar hijos es de “poca importancia” para la mayoría de los hombres, por eso les dan poco valor. Pero al darle poco valor en realidad se dan poco valor a sí mismos… porque han recibido poco valor de sus propios padres, y así la rueda de la iniquidad sigue girando y creciendo año a año. ¿Qué dice Dios al respecto?

Juan 3:35 RVC
35 El Padre ama al Hijo, y ha puesto en sus manos todas las cosas.

Juan 5:20 RVC
20 Y es que el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que él hace; y mayores obras que éstas le mostrará, para el asombro de ustedes.

Juan 10:30 RVC
30 El Padre y yo somos uno.»

Juan 14:23 RVC
23 Jesús le respondió: «El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir.

Juan 16:27 RVC
27 pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que yo salí de Dios.

Juan 20:17 RVC
17 Jesús le dijo: «No me toques, porque aún no he subido a donde está mi Padre; pero ve a donde están mis hermanos, y diles de mi parte que subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes.»

La relación que vemos entre el Padre y el Hijo (Juan especialmente nos muestra eso) es exactamente la misma que el Padre anhela ardientemente establecer con nosotros.

Ahora bien, cuando no hay una verdadera paternidad, inevitablemente hay una falsa:

Juan 8:44 RVC
44 Ustedes son de su padre el diablo, y quieren cumplir con los deseos de su padre, quien desde el principio ha sido un homicida. No se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de lo que le es propio; porque es mentiroso y padre de la mentira.

Entonces, debemos arrepentirnos por la desatención voluntaria de los hombres, por el abuso de poder sobre las mujeres y los niños, los más débiles pero los más importantes para Dios:

Mateo 18:10 RVC
10 »Tengan cuidado de no menospreciar a uno de estos pequeños, porque yo les digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.

Mateo 18:14 RVC
14 Del mismo modo, el Padre de ustedes, que está en los cielos, no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños.

Es un pecado muy grave delante de Dios, y los hombres cristianos no somos menos culpables, al contrario, cuando desatendemos nuestra familia por “la obra de Dios”, estamos diciendo que eso es más importante que nuestros pequeños.

Debemos arrepentirnos y cortar con la falsa paternidad del Adversario, arrepentirnos los cristianos de haber aceptado la terriblemente inicua falsa paternidad de los “superapóstoles” y “superpastores”.

Y debemos celebrar y establecer la genuina paternidad de Dios, el gozo de amar y cuidar de los pequeños, de nuestra esposa y nuestros hijos, de nuestros hijos espirituales, de los que están en una situación de necesidad o debilidad en este momento, de aquellos que Dios nos puso delante para que los ayudemos y protejamos. Debemos celebrar el verdadero gozo y sentido de propósito que viene de ahí, realmente, cuando hacemos eso, ¡los primeros que somos restaurados en nuestro interior, que recibimos sanidad y resultamos ubicados en nuestro verdadero propósito somos nosotros!

Establezcamos sobre nuestra tierra la verdadera paternidad, que trae verdadero propósito e identidad sobre aquellos a los que servimos.


Danilo Sorti




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