domingo, 3 de septiembre de 2017

196. Sea como sea, ¡se llenará!

Lucas 14:16-24 DHH
16  Jesús le dijo:
—Un hombre dio una gran cena, y mandó invitar a muchas personas.
17  A la hora de la cena mandó a su criado a decir a los invitados: ‘Vengan, porque ya la cena está lista.’
18  Pero todos comenzaron a disculparse. El primero dijo: ‘Acabo de comprar un terreno, y tengo que ir a verlo. Te ruego que me disculpes.’
19  Otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas. Te ruego que me disculpes.’
20  Y otro dijo: ‘Acabo de casarme, y no puedo ir.’
21  El criado regresó y se lo contó todo a su amo. Entonces el amo se enojó, y le dijo al criado: ‘Ve pronto por las calles y los callejones de la ciudad, y trae acá a los pobres, los inválidos, los ciegos y los cojos.’
22  Más tarde, el criado dijo: ‘Señor, ya hice lo que usted me mandó, y todavía hay lugar.’
23  Entonces el amo le dijo al criado: ‘Ve por los caminos y los cercados, y obliga a otros a entrar, para que se llene mi casa.
24  Porque les digo que ninguno de aquellos primeros invitados comerá de mi cena.’


El contraste entre los primeros invitados y los segundos es agudo: un terreno nunca fue barato, un buey podía costar tanto como un esclavo y las fiestas de casamiento no eran muy accesibles a los pobres. Los tres primeros invitados en excusarse no eran pobres, de hecho, pertenecían a la misma clase social que el anfitrión; Mateo en una parábola muy parecida pone la figura de un rey. ¡Dar una gran cena para muchas personas tampoco era (ni es) para cualquiera!

Ahora bien, ¿cuál era la urgencia de los tres primeros? Es cierto que en las tres situaciones había algo importante que hacer, pero el terreno no se iba a mover de lugar, los bueyes seguramente estaban descansando en un establo y no creo que estuvieran muy ansiosos  por salir a trabajar y la recién casada no iba a buscarse otro “amor” por ahí…. ¡al menos no tan rápido! La vida de la gente de clase alta, y especialmente la que está ligada a la producción primaria, ha sido y es relativamente tranquila y segura: un día no hace la diferencia. La vida de los pobres es bastante más complicada, y un día puede hacer la diferencia entre comer esa semana o no, o a veces entre la vida y la muerte.

Uno puede suponer que esa gente estaba tan acostumbrada a estar detrás de sus negocios y sus propios asuntos que “no podían ver” la oportunidad que significaba esa comida. Al fin y al cabo, ¡tenían tantas comidas opulentas, que una más…! Ellos no estaban disponibles, todo debía encajar en sus propias agendas.

Pero había una cena ya preparada y se iba a echar a perder, así que la invitación es cambiada radicalmente hacia los más pobres y desposeídos: los pobres, los inválidos, los ciegos, los cojos y los viajeros errantes. ¿Qué gran negocio tenían ellos entre manos como para no poder ir? ¿Acaso alguien los había invitado a otro banquete justo para el mismo día? ¿Tenían multitud de posesiones que cuidar y de las cuales ocuparse? No. Ellos estaban disponibles, y por eso pudieron escuchar y responder a la invitación del banquete y ocuparon el lugar que no había sido preparado originalmente para ellos.

Hermanos, debemos reconocer que la mayoría de nosotros nos encontrábamos antes de venir a Cristo en la posición de este segundo grupo: sin ninguna riqueza, ya sea material o espiritual, ¿qué “gran cosa tan importante” teníamos más que aceptar la invitación del Salvador? ¡Ninguna!

Pero cuando el Señor comenzó a bendecirnos, tanto en lo material como en lo social y fundamentalmente en lo espiritual, nuestras agendas comenzaron a llenarse y ahora nos volvimos “ricos” (vaya uno a saber en qué) y el Espíritu necesita concertar una cita con suficiente antelación como para encontrar un lugar en nuestras agendas. ¡Qué problema…! Especialmente cuando leemos:

Juan 3:8 DHH
8 El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su ruido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son también todos los que nacen del Espíritu.

Nada hay más dinámico que el Espíritu Santo en las páginas bíblicas, ¡es imposible seguirle el paso! Viento, fuego, agua, aceite, paloma; ninguna de las metáforas que lo describen son estáticas ni se supone que aquellos en los que habita lo sean.

Pues bien, cambiados los tiempos el Señor dispone nuevos planes, y normalmente los que primero fueron llamados y equipados prefieren “quedarse tras los rediles” en vez de arriesgarse a lo nuevo. Pero la casa se llenará, como sea. Y por eso Dios llama a los “estrafalarios”, los inadecuados, los hombres y mujeres de fe.

Ahora bien, no voy a caer en el error tantas y tantas veces cometido cuando se exalta a estas personas por encima de los otros: también son humanos y muchos de ellos terminan fallando groseramente. Incluso entre ellos tenemos también a muchos lobos disfrazados, a quienes Dios les permite por un tiempo mantenerse en el engaño porque es la única forma que algunos encuentren la verdad (y luego sean guiados hacia otros pastos). ¡Y todo eso porque los que primeramente fueron llamados tenían sus agendas demasiado ocupadas como aceptar una aventura de fe!

Entonces, la “indisposición agendaria” de los santos determina que algunos “poco santos” sean llamados, y que después metan la pata. Antes de salir a rasgarnos las vestiduras y tirarnos polvo en la cabeza, más vale comencemos a poner nuestras agendas en las manos del Espíritu. Debo confesar que yo soy uno de esos que tienen agendas bastante rígidas (no porque precisamente tenga muchos bienes materiales que atender, sino porque es mi temperamento) y cada tanto el Señor se encarga de desarmar mis “fantásticos planes”. No es agradable, pero trae fruto para el Reino de los Cielos.

¡Oh Señor, ayudanos a ser capaces de dejar todo por tu llamado!


Danilo Sorti




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