1 Pedro 1:1-9 RVC
1 Yo, Pedro, apóstol de Jesucristo, saludo a
los que se hallan expatriados y dispersos en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia
y Bitinia, y que fueron elegidos,
2 según el propósito de Dios Padre y mediante
la santificación del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser limpiados con
su sangre. Que la gracia y la paz les sean multiplicadas.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurrección de
Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva,
4 para que recibamos una herencia
incorruptible, incontaminada e imperecedera. Esta herencia les está reservada
en los cielos
5 a ustedes, que por medio de la fe son
protegidos por el poder de Dios, para que alcancen la salvación, lista ya para
manifestarse cuando llegue el momento final.
6 Esto les causa gran regocijo, aun cuando
les sea necesario soportar por algún tiempo diversas pruebas y aflicciones;
7 pero cuando la fe de ustedes sea puesta a
prueba, como el oro, habrá de manifestarse en alabanza, gloria y honra el día
que Jesucristo se revele. El oro es perecedero y, sin embargo, se prueba en el
fuego; ¡y la fe de ustedes es mucho más preciosa que el oro!
8 Ustedes aman a Jesucristo sin haberlo
visto, y creen en él aunque ahora no lo ven, y se alegran con gozo inefable y
glorioso,
9 porque están alcanzando la meta de su fe,
que es la salvación.
El gozo es uno de los frutos del Espíritu y,
propiamente, es algo que se manifiesta en nuestro espíritu. No tenemos mayor
problema en identificarlo con la alegría, pero no la alegría natural, humana,
que está sujeta a los vaivenes de esta vida, sino a la alegría espiritual,
profunda. Una muy buena descripción de este gozo es lo que presenta Pedro, esto
es, el gozo EN MEDIO DE la tribulación, A PESAR DE ELLA, porque está puesto en
algo mucho más profundo y eterno, no como los sufrimientos pasajeros de esta
vida, está puesto en la salvación, en la vida eterna, en la recompensa que
recibiremos.
Hebreos 12:2-3 RVC
2 Fijemos la mirada en Jesús, el autor y
consumador de la fe, quien por el gozo que le esperaba sufrió la cruz y
menospreció el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios.
3 Por lo tanto, consideren a aquel que sufrió
tanta contradicción de parte de los pecadores, para que no se cansen ni se
desanimen.
El gozo es la alegría profunda que viene de
saber que Dios está al control, que estamos en Sus propósitos y que finalmente
Él nos dará la recompensa prometida. Es disfrutar por anticipado de todos los
bienes que recibiremos, y es tan grande que nada sobre esta tierra lo puede
opacar.
No viene a raíz de las promesas materiales,
por lo que el evangelio de la prosperidad no puede darlo, viene solo por
conocer y recibir en nuestro espíritu las promesas espirituales. Externamente
se manifiesta en forma de una alegría tranquila, no la excitación estruendosa
de un gol, ni la carcajada por un chiste subido de tono, y ni siquiera por el
disfrute de la naturaleza o de una pieza musical, aunque estas dos últimas nos
acercan un poco a las promesas más profundas de Dios.
El gozo nos permite afrontar las tareas más
difíciles y desagradables con alegría, encontrando aún lo bueno de eso. Como
fruto del Espíritu, es obra de Él, pero está relacionado con la seguridad de
que Dios está dentro, con y por nosotros, y de que habrá una recompensa
gloriosa por toda la eternidad. Por lo tanto, todas las enseñanzas al respecto,
especialmente aquello que tiene que ver con la vida eterna, el cielo, el Reino
Milenial, y la protección y provisión divinas, colabora con esa obra del
Espíritu.
La Iglesia primitiva mencionó a la tristeza
como uno de los ocho pecados principales (que luego un papa redujo a siete), y
podemos decir que es el “pecado opuesto” al de gozo.
La tristeza es la expectativa de un mal
futuro, mientras que el gozo es la esperanza de un bien futuro. No hay aquí
camino intermedio: si no se cimienta claramente las promesas que nos dan
seguridad y esperanza, queda por defecto un mar nebuloso de dudas,
incertidumbres y, al final, temores; lo que acarrea tristeza y posiblemente
depresión, desánimo, desesperanza, abandono del camino.
La falsificación del fruto del gozo puede ser
la excitación almática que se da en algunas iglesias manipulando adecuadamente
la música, los mensajes y las luces, o incluso introduciendo una risa
descontrolada (por algún espíritu…), la alegría fútil que viene de los sentidos
cuando son convenientemente estimulados, a través de las “discotecas
cristianas” o algo parecido. Incluso una alegría mentirosa que viene al
prometer “el oro y el moro” al cristiano que cumpla con cierta condición (generalmente
diezmar o pactar).
Cuando no hay gozo inevitablemente el
cristiano lo buscará en donde sea y esto serán probablemente diversiones
seculares, que aunque no sean malas en sí, hoy se encuentran contaminadas e
inevitablemente arrastrarán al participante hacia la mundanalidad. Si tiene
suficiente dinero, procurará darse la “buena vida” cristianizada, tal como
viven y predican los pastores de la prosperidad, justificando bíblicamente su
estilo de vida sensual que en el fondo necesitan porque carecen del gozo
genuino del Espíritu. Si seguimos profundizando podemos caer en cosas más
groseras como la fornicación o adulterio, el juego, la drogadicción o lo que
sea que excite con suficiente fuerza a los sentidos, para tratar de traer una
“alegría” pasajera cada vez más esquiva.
Sin caer en esos pecados, la falta de gozo
nos puede llevar a vivir vidas cristianas amargadas, muy poco atractivas para
los inconversos y para nuestras propias familias. Contamina nuestra teología
con pesimismo y le abre las puertas a los espíritus de religiosidad.
Hay temperamentos a los que les cuesta mucho
más recibir el gozo del Señor, particularmente a los que son predominantemente
melancólicos (según la clasificación en cuatro temperamentos) y ellos necesitan
trabajar más con eso. Lamentablemente, aquellos que escribimos y “producimos
teología” solemos tener temperamentos así, por lo que puede ser difícil de
encontrar en la letra escrita. Por el contrario, quizás el temperamento
sanguíneo sea más proclive al gozo (aunque lo confunda con alegría sensual),
pero como no suelen escribir, eso circula más a través de la palabra oral. Como
sea, también es algo que debemos ministrarnos los unos a los otros.
Permitamos que fluyan las palabras de gozo
que el Espíritu quiere sembrar en nuestro espíritu para que luego fructifique
en el alma, sea directamente o a través de otros. Estemos atentos a las señales
de falta de gozo, para que llevemos ese pecado a los pies de Cristo, y ayudemos
a nuestros hermanos a crecer en él.
2 Corintios 1:24 RVC
24 No es nuestra intención dirigir la fe de
ustedes, sino colaborar con ustedes para que tengan gozo, pues por la fe se
mantienen firmes.
Danilo Sorti
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