miércoles, 9 de agosto de 2017

92. Cuando Dios te da una nueva identidad, no vuelvas a la vieja…

Hechos 21:21-26 RVC
21 Lo que aquí se ha sabido es que a los judíos que están entre los no judíos los enseñas a renegar de las enseñanzas de Moisés, y que les dices que no circunciden a sus hijos ni observen nuestras costumbres.
22 ¿Qué dices a esto? Seguramente ya se sabe que has venido,
23 así que te recomendamos hacer lo siguiente: Hay entre nosotros cuatro hombres que están obligados a cumplir un voto.
24 Ve y purifícate con ellos, y paga para que les rasuren la cabeza. Así todos comprenderán que no es cierto lo que supieron acerca de ti, y que también tú obedeces la ley.
25 En cuanto a los creyentes no judíos, nosotros ya les hemos escrito y les recomendamos que no observen nada de esto, sino que se abstengan solamente de comer lo que se sacrifica a los ídolos, que no coman sangre ni animales ahogados, ni incurran en libertinaje sexual.»
26 Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente se purificó con ellos y entró en el templo para dar a conocer los días cuando se cumpliría la purificación y se presentaría la ofrenda por cada uno de ellos.

En otro artículo estuve hablando sobre este pasaje, desde otra perspectiva. Pero es necesario verlo también desde el punto de vista de Pablo. Personalmente creo que, en primer lugar, Pablo no debió ir a Jerusalén, y, luego, no debió haber accedido al pedido de los ancianos (aunque si estaba allí, era casi imposible decirles que no). Por supuesto, no todos piensan así, y creo que ese es también un punto de vista válido.

¿Por qué pienso que no debió ir a Jerusalén? Por un lado, se metió en problemas que le duraron más de 4 largos años. Claro, él estaba acostumbrado y de hecho no tenía ningún problema en ofrecer su propia vida en sacrificio, pero ahí justamente estaba el problema: el “exceso de sacrificio” también está mal. Sufrir en sí mismo no tiene ningún mérito y nunca lo vemos a Jesús sufriendo de puro gusto, simplemente lo hizo cuando correspondía hacerlo, pero no antes (y en más de una vez quisieron prenderlo). Pablo tenía una firme disposición a ofrecer su vida por Cristo, y eso era muy valioso, pero de ninguna manera significa exponerse innecesariamente al sufrimiento; sólo cuando sea el momento indicado por el Señor. Hay tenemos un aprendizaje, bastante difícil, para los hermanos más consagrados.

Pero creo yo que el principal asunto estuvo en su “identificación” con el judaísmo tradicional de Jerusalén. Pablo era un rabino, su identidad “natural” consistía en estar en Jerusalén y cumplir con todos los ritos del Templo. Pero el Señor le había cambiado radicalmente esa identidad al punto de llegar a ser el apóstol de los gentiles. Y, creo yo, tanto era así, que “volver atrás” a las tradiciones judías, aunque fuera solamente un acto simbólico hecho una vez en Jerusalén, muy lejos de tierras gentiles, habría causado bastante confusión en sus muchos seguidores. El Señor estaba tratando de dejar bien en claro que la iglesia gentil NO DEBÍA cumplir con los ritos judíos, si el principal apóstol a los gentiles volvía a ellos, ¿qué habría pasado?

Por esa razón, creo yo, el Señor permitió que ese rito de hecho no se cumpliera, y que todo el conflicto que tuvo que vivir después se convirtiera en una clara señal para el mundo gentil de que no debían judaizarse.

En el fondo, sin darse cuenta, Pablo estaba dejando la nueva identidad que el Señor quería darle y volviéndose a la vieja.

Bueno, antes de agarrar piedras para tirarle al hermano Pablo, creo que deberíamos analizarnos en profundidad a nosotros mismos y darnos cuenta de que todos, en algún momento, somos culpables de lo mismo, y también “casi” sin darnos cuenta… y así, “sin darnos cuenta” hemos tenido que sufrir una dura disciplina del Señor, que en su momento no entendimos (a lo mejor seguimos sin entenderla ahora…), pero que en esencia tiene que ver con haber rechazado la nueva identidad que el Señor quería darnos.

Esa “nueva identidad” no se refiere al hecho de ser cristiano, estoy suponiendo que todos los que leen esto, como creyentes, ya han aceptado esa nueva realidad, literalmente, una nueva vida, mejor dicho, ¡LA VIDA verdadera! Esa nueva identidad se refiere a un nuevo rol, una nueva función, algo para lo cual específicamente no nos preparamos, o no proyectamos para nuestro futuro, o está fuera de los “mandatos” que los que nos rodean nos han impuesto. Y es algo “sutil”, que de ningún modo nos parece demasiado importante o quizás diferente de nuestra “vieja” identidad, pero que para la economía del Reino de Dios, para las ganancias eternas, es MUY PERO MUY importante.

¡Señor, perdonanos por haber rechazado esa nueva identidad, ese nombre nuevo que Tú nos diste! Hoy lo aceptamos en el nombre de Cristo.

Danilo Sorti




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