1 Timoteo 1:3-7 RVC
3 Cuando fui a Macedonia, te rogué que te
quedaras en Éfeso para que mandaras a algunos que no enseñaran una doctrina
diferente,
4 ni prestaran atención a fábulas y
genealogías interminables, que acarrean disputas más que la edificación de Dios
que es por la fe. Y ahora te encargo lo mismo.
5 Pues el propósito de este mandamiento es el
amor que nace de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe
sincera.
6 De estas cosas se han desviado algunos y se
han apartado a palabrerías sin sentido;
7 pretenden ser doctores de la ley, aunque no
entienden lo que dicen ni lo que afirman.
En esta sección Pablo empieza hablando de las
falsas doctrinas y uno supondría que daría una explicación lógica y racional
sobre como las dificultades para entender llevarían a gestar una doctrina
errada, sin embargo no hace nada de eso y pasa inmediatamente a hablar del
amor, de una buena conciencia y de una fe sincera, y luego relaciona esto con
las falsas doctrinas, es decir “palabrerías sin sentido”. ¿Cuál es el verdadero
origen de las falsas doctrinas?
Está claro que el tema es bastante largo y
complejo, pero tiene una “raíz” muy definida. Por un lado, como seres humanos
imperfectos, aún en el mejor de los casos nuestra doctrina tendrá algo de
incorrecto; pero hay una diferencia muy importante entre eso y gestar una
doctrina que sea totalmente perniciosa.
Sabemos que el origen de toda desviación
doctrinal viene del reino de las tinieblas, pero como son los hombres quienes
finalmente enseñan las doctrinas (supuestamente) bíblicas, inevitablemente los
demonios deberán susurrar de manera suficientemente convincente a los oídos de
pastores, maestros y, especialmente, teólogos reconocidos, sus herejías.
Pero, dado que una falsa doctrina viene
“impregnada” del olor a Satanás, y que el espíritu (guiado por el Espíritu)
naturalmente rechaza eso, para ser aceptada debe estar lo suficientemente
cargada de motivaciones almáticas y razonamientos intelectuales, para que el
alma grite más fuerte que el espíritu y así “ahogue” su voz. Y para que esto
sea así es fundamental que haya suficientes heridas abiertas para que
fácilmente, al “meter el dedo en la llaga”, el alma grite su dolor y acepte la
falsedad. Y la acepta no tanto por razonamientos intelectuales sino porque la
falsa doctrina sirve como una (falso) calmante para el dolor.
Calmante, claro, pero sin sanarlo, ¡no
podría! Primero porque es falsa y no puede traer sanidad. Segundo porque si lo
sanara, ¿cómo podría seguir siendo creída? Es lo mismo que hace la industria
farmacéutica con las personas hoy: simplemente calma sus dolores sin curar el
problema de raíz. Los argumentos intelectuales van a acompañar las decisiones
del corazón, justificándolas “racionalmente”.
Una forma de darse cuenta de este proceso, en
otros y en nosotros, es cuando exponemos a una persona a una serie de
razonamientos que van demostrando la falsedad de lo que cree (o nosotros somos
expuestos a ellos); si las respuestas están cargadas de emociones y finalmente
llegamos a un: “no me vas a convencer con eso” es que poco importa lo que diga
la Biblia sino que necesitamos mantenernos aferrados a una postura teológica,
porque eso nos da sentido, identidad y seguridad.
De esta ensalada de emociones heridas y
razonamientos erróneos nacen y se afirman las falsas doctrinas.
Por eso el principal problema no está en la
doctrina sino en el corazón de las personas, que permanece herido y abierto a
cualquier herejía porque no hemos querido recibir el amor de Dios, porque en el
fondo seguimos pensando que Dios tiene “dobles intenciones” y que al fin y al
cabo, “no es tan bueno como dice”, entonces no aceptamos ni Su amor ni Sus
promesas, con lo que Su Espíritu no puede obrar con libertad en nuestros
corazones.
A medida que la gente está más herida (por
estar más lejos de Dios) e incluso los que se dicen cristianos, más firmemente
arraiga el error doctrinal y con más vehemencia se defiende.
Sólo el amor de Cristo puede romper esa
fortaleza, pero si no ocurre, el endurecimiento será cada vez peor. Esa es la
realidad de muchos cristianos en los últimos tiempos, y debemos cuidarnos de
ellos porque literalmente seremos atacados con ferocidad si pretendemos
mostrarles el error.
Pero cuando el amor de Dios entra y sana el
corazón, no solo se disipan las falsas doctrinas, sino que además se recibe un
profundo conocimiento y poder para sanar a otros. ¡Que el Señor nos mantenga
humildes para ser sanados en nuestras áreas de error!
Danilo Sorti
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