1 Crónicas 17:7 RVC
7 Así que ve a decirle a mi siervo David que
yo, el Señor de los ejércitos, he dicho: ‘Yo te tomé del redil, cuando andabas
detrás de las ovejas, para que fueras el príncipe de mi pueblo Israel.
El ejemplo de David no es nada fuera de lo
común en las páginas bíblicas, podemos mencionar muchos siervos de Dios a
quienes el Señor preparó “en lo oculto”; gente que no venía de una larga
tradición ni de la cual alguien hubiera razonablemente pensado que podía ocupar
un rol poderoso en el propósito divino. Sin ir más lejos, el mismo Rey del
Universo nació en un humilde establo y se crió jugando con la viruta de una
carpintería, ¿acaso el Salvador y Soberano de la Creación podía salir de ahí?
Ninguno de los apóstoles venía de tradición
religiosa propiamente dicha, si bien no eran pobres, se trataba de hombres de
negocios, pequeños empresarios o profesionales, ¡nada que ver con la función
que después desempeñarían, como cimientos de la Iglesia! Bueno, a decir verdad,
uno de ellos sí venía de un ámbito cercano a la más poderosa tradición
religiosa de la época: Judas Iscariote…
Casi todos los hombres de las páginas
bíblicas que desempeñaron un rol trascendental en el Reino “no debían haber
estado allí” desde el punto de vista humano. Dicho de otra forma, Dios mismo se
encargó de formarlos en “lo oculto”. ¿Por qué?
Hay varias razones. Una de ellas es que si
Dios quería traer un cambio no podía hacerlo con las personas a las que les
estaba “yendo bien” con las cosas como estaban. Pero la otra razón muy
importante es que el lugar más seguro y relativamente libre de los ataques más
directos del Adversario es, precisamente, “el lugar oculto”.
¿Qué es lo que mira Satanás? Lo mismo que
vemos en la tentación:
Mateo 4:8-9 RVC
8 De nuevo el diablo lo llevó a un monte muy
alto. Allí le mostró todos los reinos del mundo y sus riquezas,
9 y le dijo: «Todo esto te daré, si te
arrodillas delante de mí y me adoras.»
Creo que Satanás fue absolutamente sincero
aquí: le estaba mostrando a Jesús lo que él mismo más deseaba y más quería:
poder, riquezas, fama, dominio. El “pequeño” inconveniente era que nada de eso
le importó nunca al Señor, Él estaba procurando la salvación eterna de los
hombres, ¡nada que ver con lo que Satanás quería! Jesús no necesitaba
preocuparse por ningún reino, ¡era Rey y nunca dejaría de serlo! Tampoco debía
preocuparse por el dominio ¡es el Creador del Universo! ¿Y para qué quería la
fama, si al final de los tiempos ABSOLUTAMENTE TODA rodilla se doblará ante Él?
Este episodio ilustra, entonces, la razón por
la cual Dios elige el “lugar escondido”, ¡Satanás “no mira” allí! Ahora bien,
no seamos inocentes, Satanás conoce mucho mejor que nosotros los planes y la
forma de obrar de Dios, propiamente dicho, “no hay” lugar escondido para él en
esta tierra caída; pero debido a su naturaleza, su enfoque siempre ha sido el
poder y dedica la mayoría de sus recursos a mantener a los poderosos bajo su
control, y también a aquellos que están en ese camino, los que van a
sucederlos. No es que se descuide de los “no poderosos”, pero su ejército es
limitado y tiene que priorizar sus actividades.
Además, él también necesita de sus siervos
para llevar a cabo sus planes aquí, y estos siervos, que tienen su misma
mentalidad, necesariamente se van a enfocar en los poderosos y en los que
llegarán a serlo, porque es lo que desean y lo que les interesa. Por más que
Satanás sepa que un “don nadie” está siendo preparado por Dios para conmover el
reino de las tinieblas, es difícil conseguir una gran cantidad de sus siervos
para obrar en contra de él.
Así, hay una cuestión estratégica por la cual
conviene que el siervo de Dios sea preparado en lo oculto hasta el día de su
manifestación. Así, conviene que el que está siendo preparado no trate de
adelantar ese día, ni de “asomar la nariz” fuera de tiempo. ¡Pero hace falta
mucha paciencia para esto! Paciencia y dominio propio, más aún, literalmente
morir a uno mismo, al yo y a los propios deseos.
Nunca nos olvidemos que Juan el Bautista
necesitó solo seis meses de ministerio para cumplir su función, y sin Juan el
Bautista no hubiéramos tenido el ministerio de Jesús, ¡así que fue muy
importante! Pueden ser muchos años el tiempo de preparación del Señor sobre
vos, y quizás un “breve” ministerio, pero ese “breve” ministerio, en el
propósito y tiempos perfectos del Señor, es absolutamente suficiente.
Hermanos, ¡animémonos unos a otros con estas
verdades!
Danilo Sorti
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