2 Timoteo 4:3 DHH
3 Porque va a llegar el tiempo en que la
gente no soportará la sana enseñanza; más bien, según sus propios caprichos, se
buscarán un montón de maestros que solo les enseñen lo que ellos quieran oir.
El conjunto de significados de la palabra
“soportar” en griego (según Strong) incluye los conceptos de: aguantar,
padecer, soportar, sufrir, tolerar; no muy diferente a lo que entenderíamos en
castellano. En definitiva, el significado es bastante claro: la gente de ese
tiempo que menciona Pablo no toleraría escuchar la verdad, pero a su vez
tendría “comezón de oir” (como traduce VRV60). Esta palabra en la Biblia (según
Strong) quiere decir codicia por lo prohibido, concupiscencia (deseos humanos
materiales y sexuales, exacerbados o desordenados), deseo, pasión.
Creo que no hace falta aclarar que se trata
de la gente que tenemos hoy, pero veámoslo más en detalle. Estas personas están
desesperadas por oir algo “espiritual”, que los aliente, que trascienda
Entonces, tenemos gente que está desesperada
por oir, porque (según interpreto yo) el contexto de este tiempo, la vacuidad
del mundo material, los desastres que ocurren todos los días y la misma voz del
Espíritu hablando a toda carne, generan una inquietud en el corazón de
prácticamente todas los seres humanos hoy día. Pero a su vez están tan cerrados
a la verdad y tan endurecidos en su estilo de vida pecaminoso que no quieren
cambiar y no soportan siquiera que se les mencione su error. No lo soportan,
claro, porque en el fondo de su corazón (en su espíritu, “medio despierto” por
los acontecimientos que están ocurriendo) saben que están mal, pero su alma
acalla con todas las fuerzas esa voz. No soportan porque saben en lo profundo
que es verdad, aunque no lo entiendan con su mente, por eso necesitan
desesperadamente acallar esa voz.
Más arriba dije que esta gente es la que hoy
tenemos, quizás haga falta aclarar que constituyen buena parte de nuestras
iglesias populosas. Pues bien, ¿cómo nos relacionamos con ellos?
Específicamente los líderes, los ministros, ¿qué hacemos con ellos?
Supongo que muchos de los que están sirviendo
al Señor ya se han hecho esta pregunta y han llegado a respuestas más o menos
adecuadas. En todo caso, una respuesta inadecuada es ser “políticamente
correcto”, aunque tampoco corresponde ofender innecesariamente.
Unos versículos antes, Pablo le hace un
encargo muy enfático a Timoteo, de que no se desanime de predicar, aun cuando
no quieran escuchar; y que sea muy paciente; sabiendo que en algún momento su
auditorio sería esta clase de gente, que tendría su cabeza llena de “toda clase
de cuentos”.
Por un lado debemos tener bien en claro a
quiénes les estamos hablando y qué clase de respuesta podemos esperar;
hermanos, no nos hagamos ilusiones. Por otro, creo que tampoco debemos ser
imprudentes ni exponernos sin necesidad. ¡Cuidado! Son gente peligrosa, unos
versículos antes Pablo le dijo a Timoteo:
2 Timoteo 3:5 DHH
5 Aparentarán ser muy religiosos, pero con
sus hechos negarán el verdadero poder de la religión.
No tengas nada que ver con esa clase de
gente.
“No tengas nada que ver”; es decir, podemos
predicarles con prudencia (bajo la guía del Espíritu) pero no relacionarnos con
ellos; lo que en el ámbito de la iglesia significa no tener comunión con ellos.
Suena paradójico porque el Señor nos llama a amarnos unos a otros y mantener la
relación fraternal, pero se entiende bien si consideramos que la relación fraternal
la podemos mantener sólo con los hermanos, ¡no con los que aparentan serlo!
No nos involucremos con ellos: no los
tengamos como líderes, no organicemos ministerios junto con ellos, no
compartamos ni tiempo ni charlas con ellos porque nos van a enredar con sus
palabras y van a terminar hablando mal de nosotros, y mucho menos nos asociemos
en actividades económicas. Sólo transmitir una palabra (que inevitablemente
será siempre de exhortación) y nada más.
Querido hermano, por un lado escuchás una voz
que te dice que tenés que estar en comunión, que tenés que participar en tal o
cual grupo, etc., etc., y te sentís culpable cuando no lo hacés. Pues bien, eso
no es, hoy en día, un consejo correcto, y no deberías sentirte culpable en lo
más mínimo por no estar en comunión con determinadas personas. Podés amarlos,
podés orar por ellos, podés darles una palabra (y nada más que eso), pero no
debés relacionarte con ellos, no hasta que no tengan un verdadero cambio en el
Espíritu.
Y si fuiste herido por ellos, bueno,
¡bienvenido al club! Aprendamos de los errores.
No desperdicies el poquísimo tiempo que nos
queda sobre la tierra, seguro que hay hermanos y pastores fieles que necesitan
tu compañía, tus oraciones y tus ofrendas; seguro que hay muchos inconversos
con un genuino deseo de conocer más sobre el Señor. Y te aseguro que hay mucho
más de lo que parece. ¡Que el Señor te guíe hacia relaciones santas y de
bendición mutua!
Post data, ¿cómo andamos por casa? Si
nosotros mismos somos los que no soportamos el mensaje de algunos profetas y
maestros que nos amonestan… bueno, ¿podríamos revisar qué nos está pasando, no?
Danilo Sorti
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