Apocalipsis 7:13-17 RVC
13 Entonces uno de los ancianos me dijo: «Y
estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son? ¿De dónde vienen?»
14 Yo le respondí: «Señor, tú lo sabes.»
Entonces él me dijo: «Éstos han salido de la gran tribulación. Son los que han
lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero.
15 Por eso están delante del trono de Dios, y
le rinden culto en su templo de día y de noche; y el que está sentado en el
trono los protege con su presencia.
16 No volverán a tener hambre ni sed, ni les
hará daño el sol ni el calor los molestará,
17 porque el Cordero que está en medio del
trono los pastoreará y los llevará a fuentes de agua de vida, y Dios mismo
secará de sus ojos toda lágrima.»
En esencia, la primer tentación de la
Serpiente consistió en poner en duda el amor de Dios, y a partir de ahí la
humanidad vivió, y continúa viviendo, en un mundo en el que hace falta fe, y a
veces mucha fe para creer en Su amor.
El hombre recibió lo que “declaró”: con sus
hechos puso en duda el amor divino aún viviendo en medio de una réplica del
Cielo en la tierra, y fue echado a un mundo en donde realmente iba a ser
difícil creer en el cuidado del Creador. De ahí en adelante los hombres
tuvieron siempre muy buenas razones para dudar de un Dios amoroso y protector.
No es diferente hoy, más todavía a medida que
la maldad humana crece exponencialmente y los juicios del Padre se desatan
sobre la tierra, ¿realmente podemos
creer en un Dios de amor? ¿Sigue cuidando a Sus hijos?
Lo cierto es que desde Edén en adelante Dios
manifestó tanto Su amor como Su justicia, por lo que si esperamos SOLAMENTE la
manifestación del amor divino estamos en un serio problema. Yo creo que aquí
tenemos la verdadera causa del llamado “ateísmo”, en el fondo, cuando eran
niños, les hablaron de un Dios ideal, puro amor, pero al empezar a ver la
realidad se encontraron con algo completamente distinto, por lo cual
concluyeron que “no existe Dios”, aunque en realidad buena parte de los que se
llaman “ateos” están simplemente peleando con ese “Dios” que no cumple con sus
promesas.
¿Y los hijos de Dios? ¿Seguimos creyendo en
Su amor? De hecho aquellos que apostatan del camino en algún momento empezaron
a pensar que el Señor no los ama tanto como dice, o al menos, que no se
preocupa tanto por ellos. Lenta o rápidamente fueron concluyendo que
decididamente Dios no tiene un interés genuino en ellos, que no va a responder
a sus necesidades, que simplemente los quiere para cumplir un papel y nada más,
y así, algunos se quedaron en el pantano de la duda y otros directamente fueron
arrastrados por el río de la incredulidad hacia el océano de la apostasía.
¿Cómo creer en el amor de Dios en medio de
ESTE mundo? El mayor hecho de Su amor era, para los israelitas, algo todavía
futuro, y para nosotros, algo ya pasado. Eso no tiene que ver con los
“visible”, propiamente no es de este mundo, es un acto primariamente espiritual
que cambió nuestro destino eterno y que tuvo un costo imposible de pagar con
todo el Universo y lo que contiene. Si estamos buscando Su amor en esta tierra,
a pesar de que SI HAY muchas pruebas de él, inevitablemente fallaremos. Podemos
seguir creyendo en el amor de Dios en medio de este mundo… si podemos ver más
allá de este mundo.
Pero hay algo más, segundo en orden pero
también fundamental; no fuimos creados para el sufrimiento y decididamente no
para vivir en el estado actual de la tierra. Lo sabemos, todos los seres
humanos lo saben y no necesitan que nadie se los enseñe. Podemos creer en el
mayor acto de amor realizado en Cristo, ¡pero tenemos que pasar por tantos
sufrimientos aquí! ¿Será verdad que Dios cuida de los suyos?
Jeremías 45:4 DHH
4 y me manda que te diga: destruyo lo que
construí, y arranco lo que planté. Y lo mismo haré con toda la tierra.
Su amor y cuidado no nos exime de Sus juicios
y Sus tratos. Pero esto no es el estado dispuesto para nosotros, hay todavía
una esperanza futura. Dijimos párrafos atrás que para los israelitas la
esperanza de la salvación de sus pecados era todavía un evento futuro, y debían
ejercitar la fe en que el Señor vendría a purificarlos de sus maldades. Cada
sacrificio, cada acto litúrgico, apuntaba hacia la obra y el sacrificio de
Cristo. Dijimos también que para nosotros es un evento ya pasado. Sin embargo,
todavía queda una esperanza futura para los que vivimos en este tiempo.
Propiamente, la esperanza del Reino Milenial
es más bien para la humanidad e Israel, que tendrán que atravesar por los
juicios de la tribulación. Nosotros estaremos allí y cumpliremos nuestra parte,
terminaremos de hacer lo que fue truncado aquí, por el pecado. Pero hay otra
esperanza para nosotros que estamos vivos, realizada ya en los que murieron, y
es la esperanza del cielo, en donde ya no estaremos sujetos a los dolores y
tristezas de este mundo, ni a sus limitaciones.
El pasaje de Apocalipsis en realidad se
refiere a un grupo en particular de personas, aquellos que estén atravesando
los juicios de la tribulación; porque si nos quejamos de los problemas y
catástrofes de este mundo, mucho peor será lo que vendrá. Si algún grupo de
personas ha tenido jamás situaciones como para dudar del amor de Dios, ellos lo
serán. ¿Cómo podrán creer en un Dios amoroso en medio de juicios tan terribles?
Bueno, sabemos que creerán; quizás porque recordarán el cuidado y la protección
de Dios que el mundo (aún los incrédulos) tenían en el pasado, precisamente
ESTE MUNDO ACTUAL, del que tanto nos quejamos y en el que tanto dudamos de
Dios.
Estos santos del futuro (que probablemente
sean los incrédulos, pecadores e impíos del presente) son en cierto sentido un
testimonio contra nuestra propia rebeldía e incredulidad.
Habrá una tierra restaurada, pero también hay
y habrá para nosotros un cielo, en donde al amor tierno y protector del Padre
se manifestará en toda su dimensión y por toda la eternidad; y no será un lugar
de “olvido” ni de amnesia, será un lugar donde habrá lágrimas en algún momento,
habrá tristezas y dolores del alma durante algún tiempo, pero la promesa es que
Dios mismo, el Padre en persona, se encargará de secar toda lágrima, de sanar toda
herida, de restaurar todo dolor. ¿Cómo puede hacerlo? Sencillo, Él también ha
pasado por todos esos dolores, por todas esas angustias, al mismo tiempo que
Sus hijos las pasaban en esta tierra, y muchísimo más aún en Su Hijo.
¡Qué insondable y profundo es Su Amor! ¡No
nos alcanzará la eternidad para comprenderlo!
Danilo Sorti
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