Proverbios 19:4, 7 DHH
4 La riqueza atrae multitud de amigos,
pero el pobre hasta sus amigos pierde.
7 Si al pobre hasta sus hermanos lo
desprecian,
con mayor razón sus amigos se alejarán de él.
Los amigos y la familia, y, en general, las
relaciones de buena voluntad entre las personas son fundamentales para todos nosotros.
Difícilmente alguien puede hacerse “a sí mismo”, sin no hay personas (familia,
amigos o simplemente conocidos) que le ayudan a alcanzar un objetivo, conseguir
un buen trabajo, obtener dinero prestado o lo que fuera. Cuando leemos las
biografías de exitosos empresarios que, aparentemente, alcanzaron la fama “por
sí mismos”, no es difícil encontrar entre líneas a personas claves que les
dieron los consejos, la formación o el dinero que necesitaron en momentos
especiales para hacer crecer sus fortunas. En la sociedad humana, nadie “se
hace a sí mismo” sino que todos dependemos los unos de los otros.
Un ejemplo maravilloso lo encontramos en los
primeros años de la Iglesia, en Jerusalén, cuando los hermanos de más recursos
ayudaban a los que menos tenían. En las raíces de la Iglesia está el ayudarse
unos a otros, Jesucristo estableció antes que nada una hermandad, no una
pirámide de autoridad y dominación, como algunos están desesperados por armar
hoy.
Pues bien, la presión de los tiempos
presentes claramente atenta contra este principio, y se cumple muy bien lo que
hace tres mil años se escribió en Proverbios: cuando estás en la pobreza, tus
amigos se apartan, y con ellos, las posibilidades de crecer y salir de ese
estado.
¿Qué es la pobreza? Económicamente está
claro: falta de dinero, falta de recursos, falta de posibilidades. Pero también
hay pobreza “de relaciones”: si tenés pocos amigos de valor, probablemente
otros no tengan interés en acercarse a vos porque a través tuyo no van a
conseguir contactos valiosos. Si no tenés estudios o formación profesional o
habilidades útiles, no hay mucho que puedas aportar a otro. Si no sos
“socialmente aceptado” (algo muy común en los que tienen ministerios
proféticos) también sos “pobre en relaciones”. Aunque también hay “pobreza en
actitudes”, esto es, cuando aún teniendo recursos de diverso tipo, no los
compartís generosamente con otros; podríamos llamarla “pobreza de amor”. En
cualquiera de estos casos hay pobreza y probablemente pocos quieran estar con
vos. Obviamente hay algunos de estos tipos de pobreza que pueden ser
solucionados con relativa facilidad, otros no tanto.
En la Biblia hay muchos consejos muy
prácticos que nos sirven para vivir, y este es uno de ellos. Resulta bastante
doloroso darnos cuenta de que entramos en la categoría de “pobre” y más
doloroso descubrir que unas cuantas relaciones que no siguieron en realidad
tenían que ver con nuestra condición de “pobres”. Doloroso, pero necesario. No
para que nos llenemos de resentimiento o envidia, sino para que busquemos a
Dios, quien es el Único que no nos rechaza, el Único que siempre está al lado
nuestro, La Fuente de toda riqueza espiritual, El que nos dará la recompensa en
los cielos. Una vez que los amigos se fueron, que las personas nos fallaron,
que pocos se interesan de verdad en nosotros, ¿quién queda, sino El que siempre
estuvo allí?
Dios quiere ocupar el primer lugar, pero
cuando hay demasiados amigos y demasiadas relaciones dando vueltas, puede ser
(no necesariamente, no en todos, pero puede ser) que no quede “mucho espacio
vacante” para el Señor, y por eso Él permite la pobreza.
También nosotros, como familia de Dios,
necesitamos aplicar la misericordia y aprender a ver al Señor en nuestro
hermano pobre, sin recursos, sin estudios, necesitados. ¡Señor, ayúdanos!
Danilo Sorti
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