Dejando de lado a un encolerizado padre hablando
con su rebelde hijo, esta frase, dicha de maneras más o menos sutiles, o
incluso “no dicha” pero sobreentendida, aparece en muchos ámbitos de la
sociedad; y la Iglesia no escapa a ello.
De alguna manera hay un consenso general sobre el
valor de la experiencia, y cuando alguien alude a su gran experiencia sobre un
tema casi que cierra cualquier posibilidad de discusión. Pero, ¿es tan así?
Porque en la práctica nos encontramos (de nuevo en el ámbito de la Iglesia) con
líderes de muchos años y, supuestamente, mucha experiencia, que hacen las cosas
mal, no saben realmente lo que tienen que hacer o directamente tienen malas
intenciones ocultas. ¿Adónde quedó el valor de la experiencia?
La experiencia, y los portadores de esa
experiencia: los ancianos, era algo muy valorado en todas las sociedades
antiguas, y en las páginas bíblicas también. La experiencia puede llevarnos a
decir cosas como:
Salmos 37:25 RVC
25 Yo fui joven, y ya he envejecido, pero nunca vi
desamparado a un justo, ni vi a sus hijos andar mendigando pan.
Y el valor de esta promesa es enorme. Como este,
podemos encontrar muchos ejemplos. Pero también nos encontramos, por ejemplo,
con uno de los amigos de Job, Elifaz, diciendo:
Job 4:8 DHH
8 La experiencia me ha enseñado
que los que siembran crimen y maldad
cosechan lo que antes sembraron.
Lo cual suena muy lógico y sensato, pero al final
de la historia, el mismo Dios lo reprende:
Job 42:7 DHH
7 Después que el Señor dijo estas cosas a Job,
dijo también a Elifaz: estoy muy enojado contigo y con tus dos amigos, porque
no dijeron la verdad acerca de mí, como lo hizo mi siervo Job.
Elifaz tenía una gran experiencia, pero en al
final no le sirvió para entender lo que Dios estaba haciendo. Y el autor de
Eclesiastés, con su descarnada visión de lo que ocurre “debajo del sol”
concluye:
Eclesiastés 4:13 DHH
13 Por otra parte, más vale el joven pobre pero
sabio que el rey viejo pero necio, porque este ya no admite consejos.
¿La experiencia enseña? Propiamente dicho, no. La
experiencia simplemente puede “fijar” conductas o formas de pensar. La
experiencia enseña ÚNICAMENTE cuando se reflexiona sobre ella, y, por supuesto,
bajo la guía del Espíritu Santo. La experiencia por sí sola señala vejez, nada
más. La experiencia guiada por el Espíritu es sabiduría. ¡Pero cuidado! La
sabiduría en realidad viene de Dios, y Él puede darla a quién quiera, por lo
que un joven puede ser (en algunos o varios ámbitos) más sabio que un viejo.
Y la experiencia / vejez va de la mano con otro
problema: el orgullo y su aliada incondicional, la necedad. A medida que pasan
los años y ya “sabemos” como son las cosas, y los que nos rodean nos repiten
con admiración cuán inteligentes somos, terminamos creyendo que de verdad
sabemos y que prácticamente no necesitamos aprender nada más, y si algo más
debiéramos aprender, no nos lo puede enseñar ningún joven o subalterno.
La experiencia y los años pueden ser algo muy
valioso, dependiendo de cómo se han vivido y cómo se siguen viviendo. Pero
también puede ser terriblemente decepcionante acercarse a un líder de años, a
un ministerio de “renombre”, para descubrir que no tiene alimento genuino.
Uno puede ver a los ministerios cuando recién
empiezan, con todo el fuego del Espíritu, enfrentándose con quién sea seguros
de que están escuchando y obedeciendo la voz de Dios, sin importarles muchos
cuánta experiencia tengan o no. Pero puede ver a los mismos ministerios, unos
cuantos años después, luego de haber sido bendecidos por el Señor, cómodamente
sentados sobre los tronos de sus “pequeños imperios eclesiásticos”, hablando de
su gran experiencia y tratando de dominar a cualquier nuevo ministerio /
competencia que surja. Y, como dije al principio, el “peso de la experiencia”
es una de las herramientas más efectivas para dominar a los más nuevos.
Es cierto que a veces tenemos a aquellos que
intentan hablar de lo que no saben y no han vivido, pero no es menos cierto que
también tenemos a aquellos que intentan imponer sus años de experiencia pero
que hace rato se enfriaron en el Señor. ¿Entonces qué? Pues simplemente,
¡necesitamos discernimiento!
Hermanos, ni la experiencia ni la no experiencia
constituyen base sólida para definir nada, la ÚNICA PLOMADA, la única regla
para medir todo pensamiento y toda obra, ha sido, es y será la Palabra de Dios,
la Biblia, el mensaje de Dios Padre, Hijo y Espíritu dado a todo aquel que
quiera escuchar.
Que el Señor nos haga libre de aquellos que
intentan dominarnos con su “gran experiencia ministerial”, pero que también nos
haga humildes para escuchar a la verdadera experiencia en Cristo y a los que
tienen la verdadera sabiduría de lo alto, sean jóvenes o sean ancianos, porque:
1 Corintios 12:7 DHH
7 Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia
del Espíritu, para provecho de todos.
Danilo Sorti
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