viernes, 18 de agosto de 2017

169. “¡Tengo más experiencia que vos y me tenés que hacer caso!”

Dejando de lado a un encolerizado padre hablando con su rebelde hijo, esta frase, dicha de maneras más o menos sutiles, o incluso “no dicha” pero sobreentendida, aparece en muchos ámbitos de la sociedad; y la Iglesia no escapa a ello.

De alguna manera hay un consenso general sobre el valor de la experiencia, y cuando alguien alude a su gran experiencia sobre un tema casi que cierra cualquier posibilidad de discusión. Pero, ¿es tan así? Porque en la práctica nos encontramos (de nuevo en el ámbito de la Iglesia) con líderes de muchos años y, supuestamente, mucha experiencia, que hacen las cosas mal, no saben realmente lo que tienen que hacer o directamente tienen malas intenciones ocultas. ¿Adónde quedó el valor de la experiencia?

La experiencia, y los portadores de esa experiencia: los ancianos, era algo muy valorado en todas las sociedades antiguas, y en las páginas bíblicas también. La experiencia puede llevarnos a decir cosas como:

Salmos 37:25 RVC
25 Yo fui joven, y ya he envejecido, pero nunca vi desamparado a un justo, ni vi a sus hijos andar mendigando pan.

Y el valor de esta promesa es enorme. Como este, podemos encontrar muchos ejemplos. Pero también nos encontramos, por ejemplo, con uno de los amigos de Job, Elifaz, diciendo:

Job 4:8 DHH
8 La experiencia me ha enseñado
que los que siembran crimen y maldad
cosechan lo que antes sembraron.

Lo cual suena muy lógico y sensato, pero al final de la historia, el mismo Dios lo reprende:

Job 42:7 DHH
7 Después que el Señor dijo estas cosas a Job, dijo también a Elifaz: estoy muy enojado contigo y con tus dos amigos, porque no dijeron la verdad acerca de mí, como lo hizo mi siervo Job.

Elifaz tenía una gran experiencia, pero en al final no le sirvió para entender lo que Dios estaba haciendo. Y el autor de Eclesiastés, con su descarnada visión de lo que ocurre “debajo del sol” concluye:

Eclesiastés 4:13 DHH
13 Por otra parte, más vale el joven pobre pero sabio que el rey viejo pero necio, porque este ya no admite consejos.

¿La experiencia enseña? Propiamente dicho, no. La experiencia simplemente puede “fijar” conductas o formas de pensar. La experiencia enseña ÚNICAMENTE cuando se reflexiona sobre ella, y, por supuesto, bajo la guía del Espíritu Santo. La experiencia por sí sola señala vejez, nada más. La experiencia guiada por el Espíritu es sabiduría. ¡Pero cuidado! La sabiduría en realidad viene de Dios, y Él puede darla a quién quiera, por lo que un joven puede ser (en algunos o varios ámbitos) más sabio que un viejo.

Y la experiencia / vejez va de la mano con otro problema: el orgullo y su aliada incondicional, la necedad. A medida que pasan los años y ya “sabemos” como son las cosas, y los que nos rodean nos repiten con admiración cuán inteligentes somos, terminamos creyendo que de verdad sabemos y que prácticamente no necesitamos aprender nada más, y si algo más debiéramos aprender, no nos lo puede enseñar ningún joven o subalterno.

La experiencia y los años pueden ser algo muy valioso, dependiendo de cómo se han vivido y cómo se siguen viviendo. Pero también puede ser terriblemente decepcionante acercarse a un líder de años, a un ministerio de “renombre”, para descubrir que no tiene alimento genuino.

Uno puede ver a los ministerios cuando recién empiezan, con todo el fuego del Espíritu, enfrentándose con quién sea seguros de que están escuchando y obedeciendo la voz de Dios, sin importarles muchos cuánta experiencia tengan o no. Pero puede ver a los mismos ministerios, unos cuantos años después, luego de haber sido bendecidos por el Señor, cómodamente sentados sobre los tronos de sus “pequeños imperios eclesiásticos”, hablando de su gran experiencia y tratando de dominar a cualquier nuevo ministerio / competencia que surja. Y, como dije al principio, el “peso de la experiencia” es una de las herramientas más efectivas para dominar a los más nuevos.

Es cierto que a veces tenemos a aquellos que intentan hablar de lo que no saben y no han vivido, pero no es menos cierto que también tenemos a aquellos que intentan imponer sus años de experiencia pero que hace rato se enfriaron en el Señor. ¿Entonces qué? Pues simplemente, ¡necesitamos discernimiento!

Hermanos, ni la experiencia ni la no experiencia constituyen base sólida para definir nada, la ÚNICA PLOMADA, la única regla para medir todo pensamiento y toda obra, ha sido, es y será la Palabra de Dios, la Biblia, el mensaje de Dios Padre, Hijo y Espíritu dado a todo aquel que quiera escuchar.

Que el Señor nos haga libre de aquellos que intentan dominarnos con su “gran experiencia ministerial”, pero que también nos haga humildes para escuchar a la verdadera experiencia en Cristo y a los que tienen la verdadera sabiduría de lo alto, sean jóvenes o sean ancianos, porque:

1 Corintios 12:7 DHH
7 Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos.


Danilo Sorti




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