miércoles, 9 de agosto de 2017

99. Ámbitos del ministerio cristiano: el grupo pequeño y los “muchos”

Marcos 10:32 RVC
32 Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba al frente de los discípulos, los cuales estaban asombrados y lo seguían con miedo. Volvió entonces a llevar aparte a los doce, y comenzó a decirles lo que le iba a suceder.


A Jesús lo vemos rodeado de multitudes, pero la enseñanza más profunda estaba reservada para sus discípulos. Hablaba por parábolas a todos, pero a Sus discípulos les dedicaba un tiempo especial y una enseñanza mucho más profunda.

La importancia de los “grupos pequeños” se volvió a descubrir hace algunas décadas, cuando surgieron las células, casas de familia, casas de oración, y muchos nombres más para indicar el funcionamiento de grupos pequeños. Como todas las verdades que fueron traídas hace algún tiempo, hoy se han desvirtuado en parte y abandonado también en parte, pero eso no altera la verdad de la Palabra de Dios.

Siempre es importante recordar que aún Jesucristo, el Hijo de Dios en esta tierra, estuvo limitado en cuanto a la cantidad de personas que podía ministrar efectivamente: habló a multitudes, pero se volcó a sí mismo sólo en doce (y uno de ellos se desvió). Creo que la clave principal de esto no está en pretender recrear un discipulado de doce (no estoy criticando el método, pienso que puede ser útil en determinadas condiciones) sino en entender que hay un límite que los seres humanos tenemos aquí, y que no podemos pretender ministrar a multitudes y olvidarnos de los pocos. En el fondo, no son dos cosas contrapuestas.

Las multitudes siguieron más o menos lo que el Señor les enseñó, pero los doce (once en realidad) fueron el cimiento de la iglesia naciente. El mensaje del Señor se hubiera perdido si no hubiera sido por sus discípulos más cercanos, y lo mismo pasa hoy. Hemos visto hermosos ministerios levantarse, con una tremenda unción… que se terminó cuando sus portadores se murieron o se desviaron. ¿Dónde estaban sus discípulos? Pretendiendo llegar a muchos terminaron por no llegar a nadie cuando debían “pasar la antorcha”.

Creo que muchos están a tiempo de evitar este error, y cuando digo “pasar la antorcha” no me estoy refiriendo exclusivamente al momento de la muerte, sino que hay un “traspaso” que puede y debe ser realizado antes, con frecuencia, a personas preparadas.

Y esa capacitación sólo puede darse en grupos pequeños, a los cuales uno se “vuelca” por completo.

¡Cuidado! Hasta aquí estamos pensando en los grandes y visibles ministerios, pero el principio vale exactamente para todos, porque todos tenemos una porción de la unción de Dios que hemos recibido, debemos desarrollar y se nos pide transferir. Y hoy en día todos tenemos acceso a formas masivas de comunicación (por ejemplo, ¡escribir en Facebook!) y fácilmente podemos dedicar el (generalmente poco) tiempo disponible que nos queda una u otra actividad.

Está bien llegar a las multitudes, debemos ser fieles si el Señor nos da la capacidad para ministrar a millones, pero finalmente solo podremos volcar todo lo que hemos recibido en un grupo pequeño, no más.

Hoy el Señor, en Su cuerpo glorificado, puede estar en cualquier lugar a la vez y ministrar personalmente a todos los que quiera (como efectivamente lo está haciendo, por ejemplo, entre los muchos musulmanes que se están convirtiendo), pero no podía mientras estaba en el cuerpo de carne, ¡y nosotros estamos todavía en ese cuerpo!

Esa es la limitación que tenemos, y es a través de esa limitación que el Dios Todopoderoso se va a glorificar y va a hacer Su obra eterna, para que se Su obra y no la nuestra. Esa limitación que tenemos es exactamente lo que nos capacita para ministrar Su Evangelio a los demás hombres.



Danilo Sorti




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