Por razones obvias hoy se habla mucho del
paralelo de nuestra sociedad actual con la Sodoma del Antiguo Testamento;
normalmente referido al pecado sexual abierto y agresivo. Pero es interesante
ver que, siglos después de su destrucción, Sodoma es presentada de “otra”
manera; en la verdadera raíz de su pecado:
Ezequiel 16:49-50 RVC
49 »Tu hermana Sodoma y sus hijas pecaron de
soberbias. Era tanto el pan que tenían, y tanto el tiempo que les sobraba, que
no se ocuparon de dar fuerzas a los pobres y menesterosos.
50 Se llenaron de soberbia y, ante mis ojos,
cometieron actos repugnantes; por eso decidí destruirlas.
La extrema degradación moral de Sodoma partió
de algo muy “inocente” pero realmente terrible ante el Señor: recibir
sobreabundancia de bienes, no compartirlos con los necesitados y terminar
creyendo que uno los tiene porque se los merece y es perfectamente justo que
así sea. ¿No se parece esto al panorama del mundo occidental de la post guerra,
con todo su bienestar material y crecimiento económico?
Muchos cristianos de países prósperos han
llegado a naturalizar su condición, es más, comparándose con sus vecinos más
ricos consideraron que eran pobres y se esforzaron aún más, reclamándole al
Señor por qué no eran bendecidos… siendo que tenían muchas más bendiciones que
sus hermanos de la mayor parte del mundo.
Este pasaje nos da la pista también de por
qué Dios muchas veces no nos bendice como queremos: sencillamente, no podríamos
soportarlo. Antes que pedir bendición, necesitaríamos pedir transformación para
poder recibir y administrar esa bendición, y no desviarnos seriamente por el
camino.
Nos llama mucho la atención la inmoralidad
sexual y en determinados ámbitos cristianos es una de las “principales
batallas” que se libra; pero no es la raíz, solamente uno de los frutos de un
árbol que se nos pasa desapercibido.
¡Señor, abre nuestros ojos!
Danilo Sorti
Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario;
ResponderEliminarProverbios 30:8