¿Quién no ha tenido que tomar a veces alguna
medicina amarga? ¿Algún té de hierbas que preparó la abuela…? Con el avance de
la ciencia médica, los medicamentos se volvieron más “amigables” para tomar,
aunque no por eso dejan de tener problemas; a veces no tienen gusto amargo pero
pueden producir una buena gastritis. A veces no son las medicinas sino las
prácticas médicas: un yeso nos soluciona una quebradura, pero hay que llevarlo
varias semanas; una operación nos puede salvar la vida, pero el proceso lleva
tiempo, y normalmente uno tiene que cuidarse de por vida de algunas cosas. En
definitiva, tenemos muchos avances médicos (y otros tantos que son más bien
“retrocesos”, pero ese es otro tema…), pero casi nunca resulta agradable
someterse al proceso.
Esto es una poderosa lección en el ámbito
espiritual, especialmente en relación con la realidad actual de la Iglesia.
Sabemos que el Cuerpo de Cristo ha sido inundado de herejías y falsos apóstoles
y profetas; ha habido una verdadera avalancha de engaño y los sobrevivientes
tratan de mantener la cabeza a flote en medio del lodo y las piedras. ¿Qué se
hace con eso? Como si fuera un cáncer agresivo, es necesaria una operación
importante, rayos y una larga quimioterapia. Nada de eso es agradable, y los
que tuvieron que pasar por todo el proceso pueden dar testimonio. ¿Podría
evitarse el proceso? Sí, es muy sencillo; simplemente dejando que el cáncer
avance…
Todos los cristianos que han recibido la luz del
Espíritu se enfrentan hoy a este dilema: dejar que el cáncer satánico acabe por
corromper totalmente al Cuerpo de Cristo, o afrontar las dificultades del
tratamiento.
El tratamiento es doloroso, largo y muy difícil;
no hay “médico” humano que pueda llevarlo a cabo, sólo el Espíritu a través de
los santos. Pero si los santos no están dispuestos a aplicar dicho tratamiento,
deberá hacerlo el Padre a través de la naturaleza, y eso es mucho peor. ¿Pero
acaso no está sucediendo esto último? Sí, y cada vez más, porque no hubo santos
fieles que estuvieran dispuestos a hacer su parte. ¿Cuál es?
Orar, sí. Escudriñar las escrituras para conocer
la verdad y no dejarse engañar. Crecer en comunión y santidad. Pero también
confrontar; y “por amor a la unidad” (¿unidad de qué? De la verdadera Iglesia seguro
que no) no se hizo. Los líderes rapaces acallaron la voz de los verdaderos
profetas, pero muchos también se llamaron al silencio, temiendo o haciendo más
caso a esas voces humanas que a la misma voz de Dios.
La “medicina” que necesita la Iglesia desesperadamente
hoy no es agradable; ni para el que la “recibe” ni para el que la “da”; pero es
necesaria. Uno no siempre está tomando medicamentos (excepto si se cae bajo las
garras de Pharmakeia) y no todos son llamados a la función “médica”; pero hay
un momento en que hace falta.
Y ya que estamos haciendo una comparación con la
medicina, veamos que dijo el mismo Hipócrates, hace más de 26 siglos: “Que tu
medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina.” El avance de la
alimentación sana conoce muy bien este concepto, ¡que perfectamente se aplica
en lo espiritual! Cuando nuestro alimento espiritual es sano, no nos enfermamos
y no necesitamos ningún tratamiento severo y doloroso; cuando el alimento
espiritual es malo, bueno, ya se sabe.
Muchos se llenan la boca hoy de palabras,
pretendiendo transmitir “al pueblo” las palabras de Dios, pero los hechos
demuestras exactamente lo contrario: un alimento contaminado ha enfermado
gravemente a la Iglesia. La solución no es agradable, pero es necesaria. Si el Señor
te llama a “aplicar medicina”, ¿estás dispuesto? Si el Señor te llama a
“recibir medicina”, ¿estás dispuesto?
Proverbios 4:20-22 RVC
20 Hijo mío, presta atención a mis palabras;
Inclina tu oído para escuchar mis razones.
21 No las pierdas de vista; guárdalas en lo más
profundo de tu corazón.
22 Ellas son vida para quienes las hallan; son la
medicina para todo su cuerpo.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario