viernes, 18 de agosto de 2017

167. La herejía oculta detrás del uso de la palabra “sembrar”

Gálatas 6:7-8 RVC
7 No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.
8 El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

El principio de la siembra y la cosecha es algo bastante claro en el Nuevo Testamento. Lo que no es tan claro es el fundamento para el uso actual de la expresión “sembrar”. Uno puede escuchar esa palabra prácticamente cada domingo, y también casi cada domingo se la utiliza en relación con el dinero. ¿Está bien ese énfasis? Veamos en la Biblia.

“Sembrar” es la palabra griega σπείρω, que aparece 53 veces en todo el NT, en 42 versículos. De paso, digamos que el capítulo 53 de Isaías es el que narra la mayor “siembra” de todos los tiempos: la vida del Hijo de Dios, que produjo la cosecha de almas para el Cielo; y el capítulo 42 del mismo libro nos habla también del Siervo de Jehová.

Volvamos al NT. De todas las veces que aparece, solamente 3 (en II Corintios 9:6-10) se refieren de manera directa a recibir conforme se ha ofrendado. En el resto de los pasajes es usada generalmente en un sentido espiritual. ¿Esto nos avala para usar la palabra públicamente en relación con las ofrendas? Pienso que sí, pero ¿es el énfasis principal que debería tener? Pienso que no.

Debemos tener en cuenta que el engaño toma formas muy sutiles y sofisticadas, y una de ella es, precisamente, el uso de los énfasis y el “torcer ligeramente” el sentido de las palabras. No está mal utilizar la palabra “siembra” en un sentido económico en relación con las ofrendas, porque la misma Biblia lo hace, pero se vuelve incorrecto cuando la palabra se aplica hasta el cansancio de esa forma. Digamos, de paso, que deberíamos revisar muchas palabras de nuestro “vocabulario cristiano”; cómo las usamos y cuáles usamos “de más” y cuáles “de menos”.

Sin embargo, hay algo peor que una simple “sutileza de énfasis”, y es el hecho de reforzar un concepto más allá de lo correcto. ¿Está más hacer algo para obtener una recompensa? No, de hecho Jesús mismo lo hizo:

Isaías 53:11 RVC
11 Verá el fruto de su propia aflicción, y se dará por satisfecho. Mi siervo justo justificará a muchos por medio de su conocimiento, y él mismo llevará las iniquidades de ellos.

Jesucristo tenía la vista puesta en la recompensa de Su sufrimiento: ¡nosotros!

EL ASUNTO es: ¿cuál es la recompensa que estamos esperando? El uso habitual de la palabra “sembrar” está implicando una recompensa económica; tanto se repite en ese sentido que refuerza poderosamente el materialismo en los cristianos. Deberíamos hablar aquí del verdadero sentido de la prosperidad en los hijos de Dios, y cuáles son sus límites, pero por lo pronto digamos que el Nuevo Testamento no avala de ningún modo el afán excesivo de lucro ni el énfasis actual que hacen los falsos apóstoles del evangelio de la prosperidad.

“Dar para recibir” fácilmente se transforma en una “transacción económica” con un “Dios tacaño”: la única manera en que podamos recibir bendición es si nosotros le damos primero, ¡así actúa el Adversario, no el Padre! “Dar para recibir” también fácilmente se desvirtúa en una forma de “comprar las bendiciones de Dios”; y de nuevo, ¡eso es hechicería! Y hasta llega a ser un intento de manipular al mismo Creador.

Pero “dar para recibir” tiene también una cara oculta: el miedo que genera “no recibir”, no ser prosperados, ¿y quién es el que se siente a sus anchas en medio del miedo…? No Dios, claro.

Cuando la inocente palabra “sembrar” despierta sentimientos de miedo si no se hace, cuando se piensa que es la única forma de recibir bendición económica, y que automáticamente uno será prosperado cuando lo haga, nos encontramos frente a una manipulación satánica: se ha construido una fortaleza de miedo y de control que se activa con una simple palabra, que es la “llave” para abrirle la puerta al demonio de Mamón.

Volvamos al uso bíblico, y particularmente, neotestamentario de la palabra “sembrar”: sembramos la Palabra, sembramos amor, sembramos servicio, y dentro de ellos, también sembramos ofrendas (de dinero, pero también de tiempo y de cosas); y cuando sembramos EN DIOS, esto es, CONFORME AL PROPÓSITO DE DIOS, y no conforme a una manipulación satánica o a nuestros “buenos criterios humanos”, INEVITABLEMENTE            cosechamos. ¿Qué cosechamos? Riquezas eternas en los cielos, que se manifiestan en la tierra parcialmente, aunque a veces no; se manifiestan en paz, gozo, relaciones sanas, puertas abiertas de ministerio, y también en recursos materiales. Pero si el Señor dispone que eso no ocurra, quedan reservadas y generando intereses a tasas “celestiales”, esperándonos en las viviendas eternas.

¡Señor, haznos libres y generosos para sembrar constantemente de las riquezas celestiales que nos diste, para que produzca una gran cosecha para vida eterna!


Danilo Sorti



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