Gálatas 6:7-8 RVC
7 No se
engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también
cosechará.
8 El que
siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra
para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
El principio de la siembra y la cosecha es algo
bastante claro en el Nuevo Testamento. Lo que no es tan claro es el fundamento
para el uso actual de la expresión “sembrar”. Uno puede escuchar esa palabra
prácticamente cada domingo, y también casi cada domingo se la utiliza en
relación con el dinero. ¿Está bien ese énfasis? Veamos en la Biblia.
“Sembrar” es la palabra griega σπείρω, que aparece
53 veces en todo el NT, en 42 versículos. De paso, digamos que el capítulo 53
de Isaías es el que narra la mayor “siembra” de todos los tiempos: la vida del
Hijo de Dios, que produjo la cosecha de almas para el Cielo; y el capítulo 42
del mismo libro nos habla también del Siervo de Jehová.
Volvamos al NT. De todas las veces que aparece,
solamente 3 (en II Corintios 9:6-10) se refieren de manera directa a recibir
conforme se ha ofrendado. En el resto de los pasajes es usada generalmente en
un sentido espiritual. ¿Esto nos avala para usar la palabra públicamente en
relación con las ofrendas? Pienso que sí, pero ¿es el énfasis principal que
debería tener? Pienso que no.
Debemos tener en cuenta que el engaño toma formas
muy sutiles y sofisticadas, y una de ella es, precisamente, el uso de los
énfasis y el “torcer ligeramente” el sentido de las palabras. No está mal
utilizar la palabra “siembra” en un sentido económico en relación con las
ofrendas, porque la misma Biblia lo hace, pero se vuelve incorrecto cuando la
palabra se aplica hasta el cansancio de esa forma. Digamos, de paso, que
deberíamos revisar muchas palabras de nuestro “vocabulario cristiano”; cómo las
usamos y cuáles usamos “de más” y cuáles “de menos”.
Sin embargo, hay algo peor que una simple
“sutileza de énfasis”, y es el hecho de reforzar un concepto más allá de lo
correcto. ¿Está más hacer algo para obtener una recompensa? No, de hecho Jesús
mismo lo hizo:
Isaías 53:11 RVC
11 Verá el fruto de su propia aflicción, y se dará
por satisfecho. Mi siervo justo justificará a muchos por medio de su
conocimiento, y él mismo llevará las iniquidades de ellos.
Jesucristo tenía la vista puesta en la recompensa
de Su sufrimiento: ¡nosotros!
EL ASUNTO es: ¿cuál es la recompensa que estamos
esperando? El uso habitual de la palabra “sembrar” está implicando una
recompensa económica; tanto se repite en ese sentido que refuerza poderosamente
el materialismo en los cristianos. Deberíamos hablar aquí del verdadero sentido
de la prosperidad en los hijos de Dios, y cuáles son sus límites, pero por lo
pronto digamos que el Nuevo Testamento no avala de ningún modo el afán excesivo
de lucro ni el énfasis actual que hacen los falsos apóstoles del evangelio de
la prosperidad.
“Dar para recibir” fácilmente se transforma en una
“transacción económica” con un “Dios tacaño”: la única manera en que podamos
recibir bendición es si nosotros le damos primero, ¡así actúa el Adversario, no
el Padre! “Dar para recibir” también fácilmente se desvirtúa en una forma de
“comprar las bendiciones de Dios”; y de nuevo, ¡eso es hechicería! Y hasta
llega a ser un intento de manipular al mismo Creador.
Pero “dar para recibir” tiene también una cara
oculta: el miedo que genera “no recibir”, no ser prosperados, ¿y quién es el
que se siente a sus anchas en medio del miedo…? No Dios, claro.
Cuando la inocente palabra “sembrar” despierta
sentimientos de miedo si no se hace, cuando se piensa que es la única forma de
recibir bendición económica, y que automáticamente uno será prosperado cuando
lo haga, nos encontramos frente a una manipulación satánica: se ha construido
una fortaleza de miedo y de control que se activa con una simple palabra, que
es la “llave” para abrirle la puerta al demonio de Mamón.
Volvamos al uso bíblico, y particularmente,
neotestamentario de la palabra “sembrar”: sembramos la Palabra, sembramos amor,
sembramos servicio, y dentro de ellos, también sembramos ofrendas (de dinero,
pero también de tiempo y de cosas); y cuando sembramos EN DIOS, esto es,
CONFORME AL PROPÓSITO DE DIOS, y no conforme a una manipulación satánica o a
nuestros “buenos criterios humanos”, INEVITABLEMENTE cosechamos. ¿Qué cosechamos? Riquezas eternas en los
cielos, que se manifiestan en la tierra parcialmente, aunque a veces no; se
manifiestan en paz, gozo, relaciones sanas, puertas abiertas de ministerio, y
también en recursos materiales. Pero si el Señor dispone que eso no ocurra,
quedan reservadas y generando intereses a tasas “celestiales”, esperándonos en
las viviendas eternas.
¡Señor, haznos libres y generosos para sembrar
constantemente de las riquezas celestiales que nos diste, para que produzca una
gran cosecha para vida eterna!
Danilo Sorti
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