domingo, 13 de agosto de 2017

125. ¿Por qué das diezmos y ofrendas? ¿Para qué querés ser bendecido?

Salmos 67:1-7 DHH

1 ¡Que te alaben todos los pueblos!
Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. Salmo y cántico.
Que el Señor tenga compasión y nos bendiga,
que nos mire con buenos ojos,
2 para que todas las naciones de la tierra
conozcan su voluntad y salvación.
3 Oh Dios,
que te alaben los pueblos;
¡que todos los pueblos te alaben!
4 Que las naciones griten de alegría,
pues tú gobiernas los pueblos con justicia;
¡tú diriges las naciones del mundo!
5 Oh Dios,
que te alaben los pueblos;
¡que todos los pueblos te alaben!
6 La tierra ha dado su fruto;
¡nuestro Dios nos ha bendecido!
7 ¡Que Dios nos bendiga!
¡Que le rinda honor el mundo entero!


Quizás la frase más común que usan los falsos apóstoles de la prosperidad y sus seguidores es que debemos dar (a ellos, claro) para ser bendecidos. Es por demás de común este pensamiento y una de las principales fuentes de temor de muchos cristianos: si no doy mi diezmo y mi ofrenda algo terrible va a venir sobre mí.

Digamos, de paso, que el temor como motivación es propio de la hechicería, y si bien es cierto que al Eterno hay que temerle, el amor está muy por encima de todo temor. El Todopoderoso es y siempre será temible, pero si la motivación de sus fieles es el temor, es porque no son verdaderos hijos.

Pero dejemos de lado el temor. Si la motivación para dar o para servir al Señor es finalmente la bendición personal, tener una “buena vida cristiana”, cumplir razonablemente los sueños de bienestar material y físico, tener una buena familia y ser felices, lamento decir que estamos errando al blanco.

Y no es que algo de esto sea malo en sí, pero si esa es nuestra principal motivación, si eso es lo que realmente está en el fondo de nuestra alma, tenemos un serio problema. Puede ser que un cristiano nuevo piense eso, pero no puede ser que un cristiano que se supone lleva varios años en el Camino lo siga pensando. Bueno, de hecho, sí puede ser y lo es con demasiada frecuencia, y ese es el problema.

Hermanos, ¿para qué queremos ser bendecidos? ¿Cómo vamos a honrar al que dio Su Vida por nosotros, al que dejó la gloria y la majestad para salvarnos? ¿Cómo vamos a glorificar al que entregó lo más valioso que tiene para salvar a miserables creaturas pecadoras? ¿Cómo vamos a reconocer al que decidió vivir en estos recipientes pobres y sucios, que vez tras vez rechazan ser limpiados? ¿Pretendiendo acumular bienes materiales y felicidad terrenal, en estos tiempos que son los últimos? Tenemos un problema.

El salmista lo expresó claramente en esta breve poesía: la bendición, que no es mala en sí, tiene su verdadero sentido en el pueblo de Dios en este tiempo solo cuando sirve para que otros se acerquen al Dios de los Cielos.

Por supuesto que el Señor quiere bendecirnos y darnos muchas cosas buenas, pero vivimos en tiempos difíciles y eso puede no ocurrir. Por más que los falsos apóstoles de la prosperidad se esfuercen en decirlo, la Biblia no nos garantiza bendición material automática por el solo hecho de ser cristianos, ni siquiera por ser fieles. Pero sí nos garantiza las puertas del cielo abiertas de par en par y un futuro glorioso por toda la eternidad, que vale infinitamente más que una breve y pobre bendición material en esta tierra.

Reflexionemos en lo que dijo Pablo, que muy bien se aplica a esto:

Romanos 9:3 RVC
3 Porque desearía ser yo mismo maldecido y separado de Cristo, por amor a mis hermanos, por los de mi propia raza,

Pablo mismo estaba dispuesto aún a dejar su salvación por amor a su pueblo. Creo que ninguno de nosotros haría eso. No es que Pablo estaba dispuesto a perder bendiciones terrenales o a perder sus amigos, ¡estaba dispuesto a perder su destino eterno! No fue el único:

Éxodo 32:31-32 RVC
31 Y volvió Moisés para hablar con el Señor, y le dijo: «Este pueblo ha cometido un gran pecado, pues se hicieron dioses de oro. Te ruego
32 que les perdones su pecado. De lo contrario, ¡bórrame ya del libro que has escrito!»

Pero nosotros estamos intentando “negociar” con el Santo de Israel: le mostramos que estamos haciendo un gran esfuerzo al dar el diezmo (cuando el cien por ciento es de Él) y que debería recompensarnos por eso.

Amados del Señor: el dinero que tenemos debe ser destinado para la obra del Señor en el propósito del Señor. Y la motivación es el amor. Realmente Dios no necesita tu dinero, ni necesita que ofrendes para prosperarte porque en Sus planes permite que muchos impíos, que jamás ofrendarán nada, sean prosperados, mientras que por esos mismos planes permite que muchos de Sus hijos no lo sean. Dios te bendecirá en Sus propósitos, por Su amor y de vos exige amor y fidelidad en oír y obedecer Su voz.

Y ya que estuvimos hablando de los falsos apóstoles de la prosperidad (que dificultan la labor de los verdaderos apóstoles del Señor), agreguemos que muy hábilmente estos intentarán hacerte creer que ofrendándoles a ellos tendrás más bendición que ofrendando en tu pequeña iglesia local, a través de fascinantes (y falsas) historias de grandezas y de terribles (y también falsas) historias de juicios divinos.

Hermano, que todo tu dinero, y no solamente tu diezmo u ofrenda, sea sabiamente administrado bajo la guía del Espíritu.



Danilo Sorti




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