Ezequiel 33:1-7 RVC
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, ve y diles a los hijos de
tu pueblo que, cuando yo haga venir la espada sobre algún país, si la gente de
ese país pone como atalaya a uno de los suyos
3 y éste ve la espada venir sobre el país y
toca la trompeta para prevenir a su gente,
4 quien oiga el toque de la trompeta y no se
prevenga será el responsable de su muerte, si la espada lo hiere.
5 Puesto que oyó el toque de la trompeta y no
se previno, será el responsable de su muerte; por el contrario, el que se
prevenga pondrá a salvo su vida.
6 »En cambio, si al venir la espada el
atalaya no toca la trompeta para prevenir a la gente, cuando la espada llegue y
hiera de muerte a alguien, éste morirá por causa de su pecado, pero yo haré
responsable de su muerte al atalaya.
7 »Es a ti, hijo de hombre, a quien yo he
puesto como atalaya para el pueblo de Israel. Tú oirás de mí mismo la
advertencia, y les advertirás para que se prevengan.
Esta palabra tradicionalmente se ha aplicado
al ministerio profético, aunque creo que es también válido aplicarla a todos
los ministerios que ocupan un rol de liderazgo, porque si bien no todos tienen
que tener el llamado profético, todos tienen que saber cómo ministrar en
tiempos de cambios grandes y rápidos, y para eso es imprescindible prestar
atención a las revelaciones que el Señor está trayendo.
El maestro no tiene que ser necesariamente
profeta, pero tiene que enseñar aquello que los hermanos están necesitando hoy
o que van a necesitar saber dentro de poco tiempo, ¡y lo que generalmente veo
es que repiten los libritos doctrinales de décadas o siglos pasados! No tengo
nada en contra de los grandes predicadores del pasado, porque fueron ellos los
que sentaron las bases de la Iglesia de hoy, pero mal podían ellos hablar de
todo lo que hoy necesitamos saber. Yo sé que más de uno se va a enojar con lo
que digo, pero desde la época de Spurgeon hasta esta parte cambiaron muchas
cosas…
El pastor tampoco tiene necesariamente que
ser profeta, pero tiene que saber a “quién” va a pastorear, es decir, cuáles
son las necesidades, tentaciones, problemas y desafíos que enfrentan los
cristianos hoy y que van a enfrentar en un futuro inmediato, y tiene que tener
las respuestas adecuadas. Más de una vez hemos sido pastoreados por preciosos
hombres y mujeres de Dios que, sin embargo, no podían entender la realidad que
nos toca vivir ni mucho menos darnos una palabra adecuada según el propósito
específico del Señor!
El evangelista, por supuesto, tampoco
necesita ser profeta, pero ¿qué mensaje es necesario hoy? ¿Y cuál será
necesario mañana? ¿No escuchamos acaso santos predicadores, cuyos nombres ya
están escritos en los cielos y tienen un trono reservado para ellos, que sin
embargo siguen predicando el mensaje que era necesario hace treinta años pero
no hoy? Además de la función hacia afuera el evangelista tiene una muy
importante e ignorada función hacia adentro: mantener vivo el enfoque
cristocéntrico en la Iglesia, que tan fácilmente se pierde en estos tiempos. Y
para eso tiene que saber cuáles son los engaños de los cristianos actuales.
El apóstol es quizás el ministerio que está
naturalmente más cerca del profeta, y si va a extender territorialmente el
Reino de Dios, si va a comenzar nuevas obras, si va a fortaleces y direccionar
a las iglesias, por supuesto que tiene que saber lo que está por venir.
Tiempo me faltaría para hablar de cada uno de
los otros dones, pero en esencia es lo mismo: frente a una realidad de cambios
rápidos y dramáticos, las necesidades (reales y sentidas), los contextos
vitales, la manera de pensar, el contexto, etc., etc., de las personas y los
cristianos también cambia, a veces de manera caótica e impredecible. Los
cataclismos que están por venir implican cambios mucho mayores, alteraciones
radicales en la forma de vida… para los que queden vivos, claro.
Aquellos siervos que hemos llegado a estos
últimos tiempos tenemos en privilegio y la responsabilidad, en cierto sentido,
de una partera: somos los que tenemos que acompañar los últimos momentos de la
iglesia terrenal y ayudar a nuestros hermanos a llegar preparados para cuando
nos toque nacer a una nueva vida, y también rescatar a los que aún puedan ser
rescatados.
Mucho me temo, sin embargo, que no todos los
verdaderos y santos líderes de la Amada Iglesia del Señor estén prestando la
debida atención a las palabras que el Bendito Espíritu está hablando con
urgencia. Aclaro que no me refiero a los que tienen nombre pero están muertos,
a los “grandes” predicadores de la prosperidad y “famosos” ministros que
construyen grandes imperios que ellos llaman “iglesias”.
Pues bien, resulta que muchos de los santos
del presente están ocupados con las palabras de los santos del pasado,
olvidando que el mismo Señor dijo:
Joel 2:28-29 TLA
28 »Cuando esto haya pasado,
les daré a todos mi espíritu:
hombres y mujeres hablarán de parte mía;
a los ancianos les hablaré en sueños
y a los jóvenes, en visiones.
29 »También en esos tiempos
daré mi espíritu
a los esclavos y a las esclavas.
La Traducción en Lenguaje Actual lo pone bien
claro: aquellos que en los últimos tiempos iban a recibir sueños y revelaciones
NO SERÍAN los grandes líderes ni los famosos predicadores, sino los más
humildes, los que no tienen “nombre” (en la tierra, claro). Y esto es una grave
piedra de tropiezo todavía para muchos santos ministros: escuchan las palabras
de los grandes de la antigüedad pero no se han dado cabal cuenta de a quiénes
está usando Dios para hablar hoy. Y si no prestan atención a esas palabras, mal
podrán ajustar sus ministerios para acompañar a la Iglesia en estos pocos y
últimos años decisivos y sumamente peligrosos, y mucho menos alcanzarán las grandes
conquistas prometidas para el tiempo del fin.
Estos jóvenes, a veces medio paganos todavía,
estos ancianos, a veces limitados en su expresión, estos obreros y campesinos pobres
y humildes, que no saben hablar “elegantemente”, estos predicadores y pastores
simples, quizás sin estudios, constituyen el recipiente elegido de grandes
revelaciones y profecías que necesitamos saber. No estoy haciendo un elogio a
la simpleza ni a la ignorancia, sino aclarando que TODOS en el Reino de los
Cielos tienen un lugar importante, y que el Señor elige a los que no son para
avergonzar a los que son. Y, al fin y al cabo, ¿no leímos eso ya en la Palabra?
Danilo Sorti
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