Sofonías 1:12-18 DHH
12 “En aquel tiempo tomaré una lámpara
y registraré Jerusalén.
Castigaré entonces a la gente
que se siente tranquila
como el vino reposado,
y que se dice a sí misma:
‘¡El Señor no hará nada, ni bueno ni malo!’
La realidad de muchas personas no es
propiamente el ateísmo, a pesar del secularismo de los últimos siglos la
mayoría de las personas todavía sigue creyendo que hay “algo más allá”. Sin embargo,
no consideran que “eso del más allá” tenga algo significativo que ver con sus
vidas del “más acá”, al menos no en la mayor parte de sus cuestiones.
Éstos son los que voluntariamente confunden
la paciencia de Dios con desinterés:
Eclesiastés 8:11 DHH
11 porque al no ejecutarse en seguida la
sentencia para castigar la maldad, se provoca que el hombre solo piense en
hacer lo malo.
Judas 1:4 DHH
4 Porque por medio de engaños se han
infiltrado ciertas personas a quienes las Escrituras ya habían señalado desde
hace mucho tiempo para la condenación. Son hombres malvados, que toman la
bondad de nuestro Dios como pretexto para una vida desenfrenada, y niegan a
nuestro único Dueño y Señor, Jesucristo.
Romanos 2:4 DHH
4 Tú desprecias la inagotable bondad, tolerancia
y paciencia de Dios, sin darte cuenta de que es precisamente su bondad la que
te está llevando a convertirte a él.
Esta actitud es parte del espíritu de apatía
de los últimos tiempos, y así lo pudo ver proféticamente, antes de los tiempos
del Nuevo Testamento, el profeta cuando sigue diciendo:
Sofonías 1:13-18 DHH
13 Por eso, sus tesoros serán saqueados
y sus casas destruidas.
Construirán casas, pero no vivirán en ellas;
plantarán viñas, pero no beberán de su vino.”
14 ¡Ya está cerca el gran día del Señor!
¡Ya está cerca, viene de prisa!
El estruendo del día del Señor será amargo:
¡hasta los más valientes gritarán entonces!
15 Será un día de ira,
de angustia y aflicción,
de ruina y desolación,
de oscuridad y tinieblas,
de nublado y sombras profundas;
16 será un día de trompeta y de clamor
contra las ciudades fortificadas
y sus altas torres.
17 Dice el Señor:
“Pondré en apuros a la gente.
Caminarán como ciegos,
porque pecaron contra mí.
Su sangre será derramada como polvo,
y su carne amontonada como estiércol.
18 En el día de la ira del Señor,
no salvará a la gente ni su plata ni su oro,
porque el fuego del enojo del Señor
consumirá todo el país.
¡Todos los habitantes de la tierra
quedarán destruidos en un solo instante!
Está hablando del “día del Señor” que la
referencia profético de lo que nosotros conocemos como el período de la
tribulación y la gran tribulación.
Tal como Jesús dijo, esta es la gente que se
ocupa de sus cuestiones terrenales: trabajar, hacer negocios, casarse,
producir, disfrutar de la vida. No son los “pecadores extremos”, no son los que
combaten abiertamente contra los santos. Simplemente se ocupan de sus propios
asuntos, nada más.
Estos son parte de a quiénes debemos
predicarles: no niegan a Dios pero niegan que participe activamente en la
historia, y tienen “muy buenos” argumentos para afirmarlo. Y el mismo espíritu
se filtra en la iglesia, aceptando la obra de Cristo, creyendo en Él, pero
negando Su justicia y santidad, el conocido sobre énfasis en la gracia.
El Señor advirtió a Su pueblo aun desde antes
de venir a esta tierra en carne, así que no debemos ignorarlo.
Danilo Sorti
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