lunes, 14 de agosto de 2017

142. Pero si es tan fácil…

Éxodo 30:23-33 RVC
23 «Tomarás especias finas: seis kilos de la mejor mirra, tres kilos de canela aromática, tres kilos de cálamo aromático,
24 y seis kilos de canela, según el peso oficial del santuario, y tres litros de aceite de oliva.
25 Con esto harás un aceite aromático, es decir, un perfume, el cual será el aceite de la santa unción.
26 Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio,
27 la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso,
28 el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base.
29 De este modo los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que llegue a tocarlos, quedará santificado.
30 Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes.
31 Y hablarás con los hijos de Israel y les dirás: Éste será mi aceite de la santa unción, por todas las generaciones.
32 No se derramará sobre el cuerpo de ningún hombre, ni se hará otro aceite semejante, ni con esta composición. Es un aceite santo, y así deberán mantenerlo.
33 Cualquiera que componga un aceite semejante, y que lo derrame sobre algún extraño, será expulsado de su pueblo.»


La fórmula del aceite de la santa unción no era algo demasiado difícil. De hecho, podían hacerse cosas más complejas. El costo era algo más prohibitivo en aquel entonces, aunque en menor cantidad una familia acomodada hubiera podido hacerlo. Hoy en día casi cualquier persona de clase media podría elaborar al menos una pequeña cantidad. Si pensamos que era especial por lo complejo de su elaboración o lo extraño de sus ingredientes estamos errados. Pero Dios estableció una “patente” sobre él, un derecho de autor que impedía que alguien lo hiciera para un propósito diferente.

Aquí tenemos un principio interesante: la obra que Dios había establecido no era nada “del otro mundo”; no había demasiada complejidad ni requería ingredientes exóticos, era algo posible de alcanzar por otras personas y para otros usos, sin embargo, había una advertencia de que no se hiciera. Era muy importante porque representaba la misma unción capacitadora del Eterno, un símbolo del Espíritu Santo, del Trino Dios.

Se ha hablado bastante sobre este tema y en especial sobre el significado de los ingredientes, pero aquí quiero centrarme en algo más simple, precisamente, en su “simpleza”; sin caer en la banalidad o lo “común”, era algo simple, sólo lo suficientemente complejo como para cumplir su función. Y como es un símbolo tan cercano a la misma esencia del Señor, nos está mostrando una faceta de Su naturaleza.

¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién le ha dado consejos? ¡El Eterno es inabarcable! Pero Él se ha hecho hombre y puso Sus palabras en una boca humana, y Sus pensamientos en una mente humana, para que podamos conocerlo. Dios, siendo infinito e infinitamente inabarcable, se ha allegado hacia nosotros, para que podamos comprenderlo y creer. Y nos ha dado Su Santo Espíritu, para que nos enseñe y capacite, conforme lo que podemos entender.

Y así fue el aceite de la santa unción: siendo tan santo y tan cercano a Dios, era a la vez simple y perfectamente entendible. ¿No debería enseñarnos esto algunos principios sobre el obrar y los propósitos del Señor?

No quiero dar la impresión de que estoy tratando de “sobresimplificar las cosas”. La Biblia tiene más de 31.000 versículos, y están puestos para que los estudiemos y creamos. La mayoría de los cristianos que conozco sabe (entiende, no de memoria) menos del 1 % de ellos. Las maravillas de la Creación son increíblemente complejas. Pero la obra que Dios nos da para hacer no tiene por qué ser inabarcable, inentendible para el que es comisionado.

Hay diseños y propósitos divinos que pueden ser muy simples en su esencia, que pueden ser perfectamente entendidos por el que es llamado y realizados sin recursos más sofisticados que los que tiene. Probablemente el Señor vaya expandiendo la complejidad y profundidad del llamado más adelante, en la medida que pueda ser comprendido y realizado.

Y “eso simple” que el Señor ha determinado, que puede ser un ministerio, una obra, un mensaje, etc., no debe ser copiado para otro uso. Lamentablemente, hay DEMASIADA “copia cristiana” dentro de la iglesia, demasiados ministros que apenas ven a alguien con un poco de unción (o al menos, que aparente tenerla) copian cada palabra, cada gesto, incluso cada entonación de la voz;  ¿por qué los directores de alabanza sudamericanos tienen que cantar como centroamericanos?, ¿por qué los pastores tienen que copiar el último método que le dio resultado al apóstol Fulano?, ¿por qué, cuando el hermanito Mengano se queda a cargo de la reunión, repite casi textualmente las palabras de su pastor que escucha todos los domingos (incluidas sus expresiones y chistes)? En definitiva, ¿por qué estamos pretendiendo ungir con un aceite ajeno?

El aceite podía ser copiado y, en su forma, cualquier ministerio también puede serlo. Pero así como Dios puso un “derecho de autor” sobre ese aceite, ¿no tiene acaso el mismo derecho de autor sobra cada ministerio? ¿O el ministro es dueño de su ministerio y unción? Algo de esto paso unos cuantos siglos después de que Moisés escribió esas palabras:

1 Samuel 17:33-40 RVC
33 Pero Saúl le dijo: «No creo que puedas pelear contra él, pues todavía eres muy joven y él ha sido un guerrero desde su juventud.»
34 David le respondió: «Sí, yo soy el pastor de las ovejas de mi padre, pero cuando un león o un oso viene a llevarse algún cordero del rebaño,
35 yo salgo tras el león o el oso, y lo hiero y lo libro de sus fauces. Si el animal me ataca, con mis manos lo agarro por las quijadas, y lo hiero hasta matarlo.
36 No importa si es un león o un oso, tu siervo los mata. Y este filisteo incircunciso es para mí como uno de esos animales, porque ha provocado al ejército del Dios vivo.»
37 Todavía añadió David: «El Señor me ha librado de las garras de leones y de osos, y también me librará de este filisteo.» Y Saúl le respondió: «Ve, pues, y que el Señor te acompañe.»
38 Entonces Saúl le puso a David su propia ropa, y le puso un casco de bronce sobre la cabeza, y lo cubrió con una coraza.
39 David se colocó la espada al cinto, e hizo el intento de caminar, pues nunca había portado un equipo así. Y como no pudo caminar, le dijo a Saúl: «No puedo moverme con estas cosas, porque nunca las he usado.» Y desechó esos arreos militares,
40 y tomando su bastón de pastor escogió del arroyo cinco piedras lisas y las puso en su morral; luego, tomó su honda y fue al encuentro del filisteo,


Y el resto de la historia lo sabemos.

David no procuró tener una “unción prestada”, simplemente usó lo que tenía, muy modesto, ¿se pueden comparar unas piedras y una honda de cuero con una elaborada armadura militar? No, para nada. Pero eso fue más que suficiente para escribir una página gloriosa en el Libro Eterno.

¿Se puede comparar tu unción y tus herramientas con las del gran apóstol Mengano o el gran profeta Fulano? Claro que no, porque, ¿quién dijo que había que compararlas? ¡No podemos copiar el aceite de la santa unción, como tampoco podemos copiar la unción de otra! ¡Pero nada de eso es necesario para hacer lo que nos fue encomendado! ¿Y qué sabés vos si esa “pequeñita” obra no tendrá repercusiones por toda la eternidad?



Danilo Sorti




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