Éxodo 30:23-33 RVC
23 «Tomarás especias finas: seis kilos de la
mejor mirra, tres kilos de canela aromática, tres kilos de cálamo aromático,
24 y seis kilos de canela, según el peso
oficial del santuario, y tres litros de aceite de oliva.
25 Con esto harás un aceite aromático, es
decir, un perfume, el cual será el aceite de la santa unción.
26 Con él ungirás el tabernáculo de reunión,
el arca del testimonio,
27 la mesa con todos sus utensilios, el
candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso,
28 el altar del holocausto con todos sus
utensilios, y la fuente y su base.
29 De este modo los consagrarás, y serán
cosas santísimas; todo lo que llegue a tocarlos, quedará santificado.
30 Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y
los consagrarás para que sean mis sacerdotes.
31 Y hablarás con los hijos de Israel y les
dirás: Éste será mi aceite de la santa unción, por todas las generaciones.
32 No se derramará sobre el cuerpo de ningún
hombre, ni se hará otro aceite semejante, ni con esta composición. Es un aceite
santo, y así deberán mantenerlo.
33 Cualquiera que componga un aceite
semejante, y que lo derrame sobre algún extraño, será expulsado de su pueblo.»
La fórmula del aceite de la santa unción no
era algo demasiado difícil. De hecho, podían hacerse cosas más complejas. El
costo era algo más prohibitivo en aquel entonces, aunque en menor cantidad una
familia acomodada hubiera podido hacerlo. Hoy en día casi cualquier persona de
clase media podría elaborar al menos una pequeña cantidad. Si pensamos que era
especial por lo complejo de su elaboración o lo extraño de sus ingredientes estamos
errados. Pero Dios estableció una “patente” sobre él, un derecho de autor que
impedía que alguien lo hiciera para un propósito diferente.
Aquí tenemos un principio interesante: la
obra que Dios había establecido no era nada “del otro mundo”; no había
demasiada complejidad ni requería ingredientes exóticos, era algo posible de
alcanzar por otras personas y para otros usos, sin embargo, había una
advertencia de que no se hiciera. Era muy importante porque representaba la
misma unción capacitadora del Eterno, un símbolo del Espíritu Santo, del Trino
Dios.
Se ha hablado bastante sobre este tema y en
especial sobre el significado de los ingredientes, pero aquí quiero centrarme
en algo más simple, precisamente, en su “simpleza”; sin caer en la banalidad o
lo “común”, era algo simple, sólo lo suficientemente complejo como para cumplir
su función. Y como es un símbolo tan cercano a la misma esencia del Señor, nos
está mostrando una faceta de Su naturaleza.
¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién le
ha dado consejos? ¡El Eterno es inabarcable! Pero Él se ha hecho hombre y puso
Sus palabras en una boca humana, y Sus pensamientos en una mente humana, para
que podamos conocerlo. Dios, siendo infinito e infinitamente inabarcable, se ha
allegado hacia nosotros, para que podamos comprenderlo y creer. Y nos ha dado
Su Santo Espíritu, para que nos enseñe y capacite, conforme lo que podemos
entender.
Y así fue el aceite de la santa unción:
siendo tan santo y tan cercano a Dios, era a la vez simple y perfectamente
entendible. ¿No debería enseñarnos esto algunos principios sobre el obrar y los
propósitos del Señor?
No quiero dar la impresión de que estoy
tratando de “sobresimplificar las cosas”. La Biblia tiene más de 31.000
versículos, y están puestos para que los estudiemos y creamos. La mayoría de
los cristianos que conozco sabe (entiende, no de memoria) menos del 1 % de
ellos. Las maravillas de la Creación son increíblemente complejas. Pero la obra
que Dios nos da para hacer no tiene por qué ser inabarcable, inentendible para
el que es comisionado.
Hay diseños y propósitos divinos que pueden
ser muy simples en su esencia, que pueden ser perfectamente entendidos por el
que es llamado y realizados sin recursos más sofisticados que los que tiene.
Probablemente el Señor vaya expandiendo la complejidad y profundidad del
llamado más adelante, en la medida que pueda ser comprendido y realizado.
Y “eso simple” que el Señor ha determinado,
que puede ser un ministerio, una obra, un mensaje, etc., no debe ser copiado
para otro uso. Lamentablemente, hay DEMASIADA “copia cristiana” dentro de la
iglesia, demasiados ministros que apenas ven a alguien con un poco de unción (o
al menos, que aparente tenerla) copian cada palabra, cada gesto, incluso cada
entonación de la voz; ¿por qué los
directores de alabanza sudamericanos tienen que cantar como centroamericanos?,
¿por qué los pastores tienen que copiar el último método que le dio resultado
al apóstol Fulano?, ¿por qué, cuando el hermanito Mengano se queda a cargo de
la reunión, repite casi textualmente las palabras de su pastor que escucha
todos los domingos (incluidas sus expresiones y chistes)? En definitiva, ¿por
qué estamos pretendiendo ungir con un aceite ajeno?
El aceite podía ser copiado y, en su forma,
cualquier ministerio también puede serlo. Pero así como Dios puso un “derecho
de autor” sobre ese aceite, ¿no tiene acaso el mismo derecho de autor sobra
cada ministerio? ¿O el ministro es dueño de su ministerio y unción? Algo de
esto paso unos cuantos siglos después de que Moisés escribió esas palabras:
1 Samuel 17:33-40 RVC
33 Pero Saúl le dijo: «No creo que puedas
pelear contra él, pues todavía eres muy joven y él ha sido un guerrero desde su
juventud.»
34 David le respondió: «Sí, yo soy el pastor
de las ovejas de mi padre, pero cuando un león o un oso viene a llevarse algún
cordero del rebaño,
35 yo salgo tras el león o el oso, y lo hiero
y lo libro de sus fauces. Si el animal me ataca, con mis manos lo agarro por
las quijadas, y lo hiero hasta matarlo.
36 No importa si es un león o un oso, tu
siervo los mata. Y este filisteo incircunciso es para mí como uno de esos
animales, porque ha provocado al ejército del Dios vivo.»
37 Todavía añadió David: «El Señor me ha
librado de las garras de leones y de osos, y también me librará de este
filisteo.» Y Saúl le respondió: «Ve, pues, y que el Señor te acompañe.»
38 Entonces Saúl le puso a David su propia
ropa, y le puso un casco de bronce sobre la cabeza, y lo cubrió con una coraza.
39 David se colocó la espada al cinto, e hizo
el intento de caminar, pues nunca había portado un equipo así. Y como no pudo
caminar, le dijo a Saúl: «No puedo moverme con estas cosas, porque nunca las he
usado.» Y desechó esos arreos militares,
40 y tomando su bastón de pastor escogió del
arroyo cinco piedras lisas y las puso en su morral; luego, tomó su honda y fue
al encuentro del filisteo,
Y el resto de la historia lo sabemos.
David no procuró tener una “unción prestada”,
simplemente usó lo que tenía, muy modesto, ¿se pueden comparar unas piedras y
una honda de cuero con una elaborada armadura militar? No, para nada. Pero eso fue
más que suficiente para escribir una página gloriosa en el Libro Eterno.
¿Se puede comparar tu unción y tus
herramientas con las del gran apóstol Mengano o el gran profeta Fulano? Claro
que no, porque, ¿quién dijo que había que compararlas? ¡No podemos copiar el
aceite de la santa unción, como tampoco podemos copiar la unción de otra! ¡Pero
nada de eso es necesario para hacer lo que nos fue encomendado! ¿Y qué sabés
vos si esa “pequeñita” obra no tendrá repercusiones por toda la eternidad?
Danilo Sorti
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