Efesios 6:11-13 RVC
11 Revístanse de toda la armadura de Dios,
para que puedan hacer frente a las asechanzas del diablo.
12 La batalla que libramos no es contra gente
de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que
gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad
en las regiones celestes!
13 Por lo tanto, echen mano de toda la
armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el
fin y permanecer firmes.
La dimensión del conflicto espiritual ha sido
siempre un tema en debate entre los cristianos. Por un lado, posturas más
antiguas no enfatizan casi nada en la realidad demoníaca y en una confrontación
directa. Tienen a su favor que el concepto de “guerra” propiamente dicho aparece
muy poco en el Nuevo Testamento. Por otro, posturas más recientes llegan a
veces hasta la paranoia, apartándose de la Biblia en una especie de “brujería
cristiana”. Tampoco podemos aceptar ninguna postura que desestime la Palabra de
Dios. ¿Entonces…?
Aquí tenemos un interesante principio
interpretativo: si algo ya fue convenientemente desarrollado en el Antiguo
Testamento y rige en el Nuevo, éste lo convalida pero no abunda en ello. Quiero
decir que el tema propiamente de la guerra, las estrategias de guerra y la vida
en contexto de guerra ocupa la mayor parte del Antiguo Testamento, ¿por qué
habría de repetir lo que ya fue enseñado? En el Nuevo Testamento el Espíritu
Santo hace algo fundamental: convalida las enseñanzas sobre la guerra que ya
brindó en el Antiguo, pero no ve la necesidad de repetirlas una por una.
Claramente distinto es el ejemplo del diezmo, abundantemente expresado en el
Antiguo pero no claramente convalidado como tal en el Nuevo, sino
doctrinalmente “absorbido” por las enseñanzas del dar generosamente para la
obra del Reino.
La mayor parte del Antiguo Testamento
discurre sobre el trasfondo de la guerra: sea un conflicto en desarrollo, sea
en preparación o bajo la amenaza de uno, o sea simplemente en relación con el
tema militar. Guerra, guerra y más guerra, ¿no había algo más interesante que
escribir? Al fin y al cabo, también había períodos de paz, ¿por qué tanto
espacio ocupan los períodos de guerra en las páginas bíblicas? ¿Por qué el
personaje más destacado del Antiguo Testamento, David, fue también el más
destacado guerrero? … ¿No será que el Espíritu Santo quería marcarnos a fuego
con enseñanzas cruciales?
Una visión doctrinal exageradamente centrada
en los libros del Nuevo Testamento nos ha cercenado la capacidad de aprender
del Antiguo. Las palabras de paz y perdón de Jesucristo nos hicieron olvidar
que la paz y el perdón deben ser entre los hombres, ¡no con los espíritus de
las tinieblas!
“La batalla que libramos no es contra gente
de carne y hueso” dijo Pablo, ¡pero hay una batalla muy real! El apóstol no
sintió la necesidad de abundar sobre el tema porque ya en otra oportunidad
había enseñado;
1 Corintios 10:6 RVC
6 Pero todo esto sucedió como un ejemplo para
nosotros, a fin de que no codiciemos cosas malas, como ellos lo hicieron.
Los primeros apóstoles enseñaban sobre la
base del Antiguo Testamento, que sus primeros oyentes conocían muy bien de
primera mano o, si eran gentiles, podían conocer de sus hermanos de origen
judío. De ahí surgen errores doctrinales en la Iglesia, al ignorar lo que esos
cristianos ya sabían y no necesitaban que les repitieran.
Y la guerra no era algo únicamente común en
las páginas veterotestamentarias, sino también en todo el mundo antiguo… y en
el moderno también. A. Cagliani, de la Facultad de Historia de Buenos Aires,
comenta en “Guerras en la Historia de la Humanidad” (un libro que ya tiene
algunos años) que: “En los últimos 5.000 años de historia, la humanidad solo
estuvo 900 años en paz, en los cuales los hombres se preparaban para el
conflicto siguiente. Más de 8.000 tratados de paz se han firmado en el
transcurso de los últimos 35 siglos.”
¿Cómo algo tan sobremanera común y
lamentablemente impactante se nos pasa desapercibido en la interpretación
bíblica? ¿Será porque nos desagrada tanto la guerra que tratamos de mantenerla
lo más lejos posible de la enseñanza bíblica? “Mentime que me gusta” reza un
dicho popular.
Podemos estar de acuerdo en que las guerras
entre humanos reflejan la guerra espiritual que se está librando desde el Edén
hasta ahora. Siendo esto así, ¿por qué ignorar las tácticas y estrategias de
guerra satánica? Desde esa perspectiva cobra un nuevo sentido el consejo del
Señor:
Mateo 10:16 DHH
16 “¡Miren! Yo los envío a ustedes como
ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también
sencillos como palomas.
Las muchas estrategias y vicisitudes de
guerra que aparecen en las páginas de la Biblia deberían enseñarnos cómo librar
esta guerra espiritual. Oremos para que el Señor nos de la sabiduría necesaria.
Danilo Sorti
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