viernes, 18 de agosto de 2017

175. Si la guerra espiritual es tan importante, ¿por qué se menciona poco en el Nuevo Testamento?

Efesios 6:11-13 RVC
11 Revístanse de toda la armadura de Dios, para que puedan hacer frente a las asechanzas del diablo.
12 La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!
13 Por lo tanto, echen mano de toda la armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el fin y permanecer firmes.


La dimensión del conflicto espiritual ha sido siempre un tema en debate entre los cristianos. Por un lado, posturas más antiguas no enfatizan casi nada en la realidad demoníaca y en una confrontación directa. Tienen a su favor que el concepto de “guerra” propiamente dicho aparece muy poco en el Nuevo Testamento. Por otro, posturas más recientes llegan a veces hasta la paranoia, apartándose de la Biblia en una especie de “brujería cristiana”. Tampoco podemos aceptar ninguna postura que desestime la Palabra de Dios. ¿Entonces…?

Aquí tenemos un interesante principio interpretativo: si algo ya fue convenientemente desarrollado en el Antiguo Testamento y rige en el Nuevo, éste lo convalida pero no abunda en ello. Quiero decir que el tema propiamente de la guerra, las estrategias de guerra y la vida en contexto de guerra ocupa la mayor parte del Antiguo Testamento, ¿por qué habría de repetir lo que ya fue enseñado? En el Nuevo Testamento el Espíritu Santo hace algo fundamental: convalida las enseñanzas sobre la guerra que ya brindó en el Antiguo, pero no ve la necesidad de repetirlas una por una. Claramente distinto es el ejemplo del diezmo, abundantemente expresado en el Antiguo pero no claramente convalidado como tal en el Nuevo, sino doctrinalmente “absorbido” por las enseñanzas del dar generosamente para la obra del Reino.

La mayor parte del Antiguo Testamento discurre sobre el trasfondo de la guerra: sea un conflicto en desarrollo, sea en preparación o bajo la amenaza de uno, o sea simplemente en relación con el tema militar. Guerra, guerra y más guerra, ¿no había algo más interesante que escribir? Al fin y al cabo, también había períodos de paz, ¿por qué tanto espacio ocupan los períodos de guerra en las páginas bíblicas? ¿Por qué el personaje más destacado del Antiguo Testamento, David, fue también el más destacado guerrero? … ¿No será que el Espíritu Santo quería marcarnos a fuego con enseñanzas cruciales?

Una visión doctrinal exageradamente centrada en los libros del Nuevo Testamento nos ha cercenado la capacidad de aprender del Antiguo. Las palabras de paz y perdón de Jesucristo nos hicieron olvidar que la paz y el perdón deben ser entre los hombres, ¡no con los espíritus de las tinieblas!

“La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso” dijo Pablo, ¡pero hay una batalla muy real! El apóstol no sintió la necesidad de abundar sobre el tema porque ya en otra oportunidad había enseñado;

1 Corintios 10:6 RVC
6 Pero todo esto sucedió como un ejemplo para nosotros, a fin de que no codiciemos cosas malas, como ellos lo hicieron.

Los primeros apóstoles enseñaban sobre la base del Antiguo Testamento, que sus primeros oyentes conocían muy bien de primera mano o, si eran gentiles, podían conocer de sus hermanos de origen judío. De ahí surgen errores doctrinales en la Iglesia, al ignorar lo que esos cristianos ya sabían y no necesitaban que les repitieran.

Y la guerra no era algo únicamente común en las páginas veterotestamentarias, sino también en todo el mundo antiguo… y en el moderno también. A. Cagliani, de la Facultad de Historia de Buenos Aires, comenta en “Guerras en la Historia de la Humanidad” (un libro que ya tiene algunos años) que: “En los últimos 5.000 años de historia, la humanidad solo estuvo 900 años en paz, en los cuales los hombres se preparaban para el conflicto siguiente. Más de 8.000 tratados de paz se han firmado en el transcurso de los últimos 35 siglos.”

¿Cómo algo tan sobremanera común y lamentablemente impactante se nos pasa desapercibido en la interpretación bíblica? ¿Será porque nos desagrada tanto la guerra que tratamos de mantenerla lo más lejos posible de la enseñanza bíblica? “Mentime que me gusta” reza un dicho popular.

Podemos estar de acuerdo en que las guerras entre humanos reflejan la guerra espiritual que se está librando desde el Edén hasta ahora. Siendo esto así, ¿por qué ignorar las tácticas y estrategias de guerra satánica? Desde esa perspectiva cobra un nuevo sentido el consejo del Señor:

Mateo 10:16 DHH
16 “¡Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas.


Las muchas estrategias y vicisitudes de guerra que aparecen en las páginas de la Biblia deberían enseñarnos cómo librar esta guerra espiritual. Oremos para que el Señor nos de la sabiduría necesaria.



Danilo Sorti




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