miércoles, 9 de agosto de 2017

96. La iglesia será perfeccionada en los últimos días, ¿qué tiene que ver conmigo eso?

Efesios 4:12-16 RVC
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas,
15 sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Este ha sido el mandato para la iglesia de todos los siglos, no hay nada “nuevo” aquí, es el mismo Evangelio que una vez fue predicado.

Sin embargo, hay algo “nuevo”; que no tiene que ver con ninguna “nueva doctrina” sino simplemente con la aplicación de una “vieja” verdad en este tiempo.

Hemos comentado muchas veces que nos encontramos en los últimos días de la iglesia, algunos ponen ciertas fechas y yo personalmente creo que en cierta década próxima será el tiempo de la venida, pero no es algo por lo cual me pondría a discutir con nadie. De lo que sí no tengo ninguna duda es de que estamos muy cerca, y eso “cambia” muchas cosas: concretamente (y es algo fácil de observar) podemos decir que los procesos se han acelerado, en todo sentido.

Y si los procesos se han acelerado y si la Iglesia (fiel) debe llegar a ser todo lo que tiene que ser antes del arrebatamiento, entonces el proceso de santificación, es decir, de perfeccionamiento del carácter y de la obra de los santos, también se ha acelerado. Y si esto se aceleró, quiere decir que los “cursos” que nos da el Espíritu Santo son cada vez más intensivos, y las “evaluaciones” de esos cursos son cada vez más seguidas.

Veamos una comparación. Mientras estamos estudiando durante el año lectivo (en la escuela media, en la universidad, en algún curso de capacitación) tenemos exámenes y trabajos prácticos que presentar de manera más o menos regular, pero cuando llega fin de año de repente todos los profesores se dan cuenta de que tienen que entregar las notas y no alcanzaron a dar todo lo que tenían en el programa ni a tomar los exámenes correspondientes y se nos juntan todas las entregas de trabajos y los exámenes y los finales… No es sencillo.

Bueno, salvando las diferencias, acá nos pasa algo parecido, no porque el Espíritu no haya sabido cómo prepararnos antes, sino porque no le prestamos la atención que debíamos (no muy diferente a lo que ocurre en una escuela…), y así llegamos al “final del curso” de la Iglesia, cuando se tiene que “graduar” para recibir su herencia prometida, ¡y todavía nos falta un montón! Caramba, tenemos un problema…

No le queda más remedio al Señor que acelerar la enseñanza, porque sino, tendremos que ir al “recuperatorio súper intensivo”… de la tribulación!! Y no creo que ningún creyente en su sano juicio quiera hacerlo…

Ese “aceleramiento” significa, en la práctica, que, sencillamente, los problemas, las dificultades, los desafíos, las cosa nuevas que tendremos que enfrentar, los cambios que ocurrirán en nuestro entorno, se intensificarán. Pero en definitiva no estoy diciendo nada que cualquier creyente con un poco de discernimiento no pueda ver; simplemente estoy intentando explicar uno de los propósitos de todo esto.

Hermanos, no esperemos vivir en la antesala del paraíso de aquí hasta el arrebatamiento, sino todo lo contrario. Pero el Señor siempre estará con nosotros y nos dará la victoria (recordemos por favor, que si usamos la palabra “victoria” es que necesariamente estamos en medio de una lucha); y lo más importante es que a través de esas dificultades, que no van a hacer otra cosa que aumentar en lo que resta de tiempo, seremos perfeccionados para ser tenidos por dignos de entrar en las Bodas del Cordero.

Si rechazamos pasar por esa escuela, nos queda otra instancia, como se les suele dar a los alumnos, el “recuperatorio”, pero ya hablamos de ello y yo no le sugeriría a nadie que lo haga…


Danilo Sorti




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