Hechos 21:17-25 DHH
17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos
nos recibieron con alegría.
18 Al día siguiente, Pablo fue con nosotros a
visitar a Santiago, y allí estaban también todos los ancianos.
19 Pablo los saludó, y luego les contó
detalladamente las cosas que Dios había hecho por medio de él entre los no
judíos.
20 Cuando lo oyeron, alabaron a Dios. Dijeron
a Pablo:
—Bueno, hermano, ya ves que entre los judíos
hay muchos miles que han creído, y todos ellos insisten en que es necesario
seguir la ley de Moisés.
21 Y les han informado que a todos los judíos
que viven en el extranjero tú les enseñas que deben renegar de la ley de
Moisés, y les dices que no deben circuncidar a sus hijos ni seguir nuestras
costumbres.
22 ¿Qué hay de esto? Pues sin duda la gente
va a saber que has venido.
23 Lo mejor es que hagas lo siguiente: Hay
aquí, entre nosotros, cuatro hombres que tienen que cumplir una promesa.
24 Llévalos contigo, purifícate junto con
ellos y paga sus gastos, para que ellos puedan hacerse cortar el cabello. Así
todos verán que no es cierto lo que les han dicho de ti, sino que, al
contrario, tú también obedeces la ley.
25 En cuanto a los que no son judíos y han
creído, ya les hemos escrito nuestra decisión: no deben comer carne que haya
sido ofrecida a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales estrangulados, y
deben evitar los matrimonios prohibidos.
Aquí tenemos de nuevo a la iglesia de Jerusalén,
que había salido de escena del libro de Hechos en el capítulo 15, en donde
vimos el punto máximo de revelación y presencia del Señor: luego de haber
establecido los principios del amor y la comunión, de haber soportado una dura
persecución y haber sobrevivido, pudo albergar un concilio santo y muy
generosamente entendió que no debía poner sobre los nuevos creyentes gentiles
la carga de tradición y ley que ellos tenían: ese fue quizás el mayor acto de
amor, se “desprendieron” del Evangelio y permitieron que los recién llegados lo
adaptaran a su propio molde cultural.
Y luego nos vamos de viaje con Pablo durante
varios capítulos hasta que volvemos a Jerusalén, unas pocas décadas después de
haberla dejado. Pero ahora nos encontramos con algo muy diferente.
Lo que dijeron los ancianos a Pablo no
parece, a primera vista nada incorrecto. De hecho, podría ser el consejo que
cualquier grupo pastoral diera a un misionero recién llegado… pero el resultado
de ese consejo, que vemos en el resto de los capítulos, no parece ser demasiado
bueno. No nos equivoquemos: que el Señor haya usado las dificultades que pasó
Pablo al ser encarcelado durante un largo tiempo, sufrir un naufragio y estar
dos años en prisión domiciliaria en Roma no significa necesariamente que haya
sido la voluntad perfecta del Señor que se hiciera DE ESA FORMA; simplemente
significa que Dios sigue siendo Dios y Él puede tomar nuestros peores errores y
transformarlos en victoria para Su gloria… pero no dejan de ser errores, y
quién sabe si hubiéramos hecho las cosas bien, cuánto más se habría ganado.
Bueno, pero el hecho es que esta iglesia,
ejemplo de fe, amor y valor; el centro de la predicación del Evangelio, el
origen de todas las iglesias; ahora estaba intentando tener una convivencia
políticamente correcta no solo con los judíos de Jerusalén sino también con los
judíos convertidos (¿o no tan convertidos…?) que había en su seno.
La iglesia que una vez se había comprometido
para que sus tradiciones no estorbaran a los gentiles que se creían, ahora no
era capaz de salir a defender a Pablo sino que le pedían que se amoldara a
ellos. ¿No se parece DEMASIADO a las actitudes de tantas y tantas de nuestras
congregaciones, donde el liderazgo prefiere guardar su buena reputación y
envían a “que le corten la cabeza” al hermano en cuestión antes que defenderlo
ellos? Sí, demasiado. Pero bueno, no critiquemos tanto a las iglesias porque
esta es una actitud muy común en los grupos y asociaciones… Caramba, tenemos un
problema, ¿si es tan común en el mundo, por qué sigue siéndolo en la iglesia…?
Bueno, que el Señor tenga misericordia.
Además de eso, ¿qué sentido tenía realmente
cumplir con ritos que ellos sabían ciertísimamente que ya habían perdido su
valor? Nada, pero prefirieron mantener una actitud políticamente correcta,
lavarse las manos (como había hecho Pilatos algunas décadas atrás, en la misma
ciudad) y dejar expuesto al siervo de Dios, que a la sazón, estaba cumpliendo
una obra que ninguno de ellos podía jamás realizar.
Esta iglesia, que años atrás tuvo la visión
para abrir el Evangelio a todo el mundo, ahora estaba tratando de mantener una
“política correcta”. Mis amados hermanos, si esto pasó nada más y nada menos
que en la iglesia de Jerusalén, ¿podrá alguien extrañarse de que ocurra hoy en
nuestras congregaciones? ¡Para nada!
Pero cuidado, esto quiere decir que la
comunidad que antes era un refugio seguro en donde se podía encontrar la
presencia del Espíritu, hoy ya no lo es. Cambió, pero muchos cristianos siguen
aferrados a una historia lamentablemente pasada mientras se están secando a la
par que se secan sus congregaciones, y si se les ocurre florecer con la vida
del Señor, bueno, ya sabemos lo que les espera, si se lo hicieron a Pablo,
¿seremos mejores nosotros?
Es triste todo esto, y el Señor sin duda
quiere restaurar a las congregaciones que se están desviando, pero hasta donde
yo sé eso no lo puede un hermano quedándose allí; hacen falta ministerios
especiales y con una unción muy poderosa.
Mientras tanto, necesitamos tener discernimiento,
buscar mucho al Señor, no entrar en el juego de la crítica cruel, pero tampoco perder nuestra vida
espiritual.
Danilo Sorti
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