Deuteronomio 7:21-23 RVC
21 No te desanimes al verlos, porque el Señor
tu Dios es un Dios grande y temible, y está en medio de ti.
22 Poco a poco el Señor tu Dios desalojará a
esas naciones delante de ti. No podrás acabar con ellas enseguida, para que no
aumente contra ti el número de las fieras del campo.
23 Pero el Señor tu Dios las pondrá en tus
manos, y las despedazará por completo, hasta que sean totalmente destruidas.
Jueces 3:1-2 RVC
1 Éstos son los pueblos que el Señor dejó
para poner a prueba a todos los israelitas que no habían sabido nada de las
guerras de Canaán.
2 El Señor los dejó sólo para que los
descendientes de los israelitas aprendieran a pelear y enseñaran a quienes no
habían combatido.
La verdadera dimensión de la guerra
espiritual se nos “escapa” un poco si solo nos enfocamos en el Nuevo
Testamento, pero si leemos el Antiguo sabiendo que todo eso fue escrito como
ejemplo e instrucción para nosotros, las historias y estrategias de conflictos
saltan a primer plano.
Y dentro de tanta información que encontramos
sobre guerra, hay una estrategia simple en relación a la conquista que, cuando
la desconocemos, fácilmente caemos presa del desánimo, a la sazón, una de las
armas más poderosas del Adversario. El avance sobre un nuevo territorio es
gradual, progresivo en el tiempo y no se completa con una generación.
El versículo 22 de Deuteronomio 7 nos muestra
una razón fundamental: aún los enemigos estaban cumpliendo una función para el
futuro en beneficio del Pueblo de Dios. Esto es así incluso cuando pensamos en
los espíritus malignos. Resulta extraño, pero la misma presencia y acción de
los espíritus de las tinieblas, precisamente por su secuela de dolor y
sufrimiento, mantienen a la gente con la necesidad profunda de “algo más”,
“algo distinto”, para que aunque “a tientas” logren acercarse a Dios.
El mundo tiene que “seguir funcionando”, y
empresas, sociedades y naciones totalmente engañadas por el Adversario son
parte de la “rueda” que lo hace girar. Por supuesto yo no estoy avalando de
ninguna manera lo que está mal ni justificando los hechos por sus
consecuencias, simplemente que en la
economía y la sabiduría divina, así debe ser, al menos por este tiempo y no por
mucho más.
Más allá de este razonamiento, y finalmente
por las causas que sea, lo cierto es que un avance del Reino, una conquista, no
es inmediata: no lo es en el plano material como tampoco en el espiritual, no
lo es en el plano comunitario como tampoco en el individual. También nuestras
propias batallas son avances parciales sobre el territorio de nuestra alma, que
nos parece “pequeño” pero es muy vasto (y en buena parte desconocido). Por eso
no somos santificados en un día; somos hechos posicionalmente justos en el
instante que nos arrepentimos y creemos en Cristo, pero somos transformados a
lo largo de toda la vida, y no pararemos de crecer en conocimiento (y
transformación) durante el resto de la Eternidad en Su Bendita presencia.
Entonces, cada vez que avanzamos debemos
hacerlo de una manera acotada, conforme el Espíritu nos muestra, y luego
consolidar el territorio. Si nos desesperamos por todo lo que nos falta (a
nivel individual o comunitario) sencillamente acabaremos descuidando el
territorio ya conquistado y el Enemigo volverá a tomarlo. Esta estrategia de
guerra espiritual es la que sustenta en parte la afirmación del Señor:
Lucas 16:10 RVC
10 »El que es confiable en lo poco, también
lo es en lo mucho; y el que no es confiable en lo poco, tampoco lo es en lo
mucho.
En relación con:
Mateo 13:12 RVC
12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará,
y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quitará.
Cuando somos confiables en cuidar aquella
porción de “territorio espiritual” que se nos entrega, el Señor nos permite
conquistar más. Cuando hemos mantenido la porción que tenemos, sea del tamaño
que sea, el Señor nos da más territorio.
Cada nueva expansión en la conquista requiere
nuevas estrategias, nuevo conocimiento y un mayor nivel de santidad; a su vez,
cuando el territorio se vuelve cada vez más grande, también hay cada vez más fronteras
que cuidar, más enemigos potenciales que combatir, más ataques en distintos
puntos de esa misma frontera; y todos esos puntos de conflicto, si son
descuidados, pueden provocar potencialmente un daño mayor en todo el
territorio: un vasto imperio puede ser conquistado a partir de un solo punto de
acceso.
No en vano los países que tienen fronteras
más extensas, sean reales debido a un gran territorio o “virtuales” debido a su
presencia en distintas partes del mundo, son los que tienen ejércitos más grandes,
que mantienen bien equipados aún a costa del bienestar de sus propios
ciudadanos; saben que hay mucho por defender y poderosos países que estarían
interesados en sus valiosos recursos.
Además, a medida que más grande es el
territorio, mayor es la responsabilidad de administrar bien lo que allí ahí.
Por eso Adán y Eva fueron colocados en un huerto con la promesa de gobernar
todo el mundo: debían empezar cuidando bien la porción de tierra que les había
sido encomendada, para que ellos y sus descendientes pudieran a su vez hacerlo
con el resto del planeta. Descuidaron el huerto y el resto de los seres humanos
descuidamos el planeta de los verdaderos enemigos espirituales del hombre.
Cualquier libro de autoayuda o de
emprendedorismo dirá que uno debe empezar de a poco con un nuevo hábito o con
una nueva empresa, creciendo de manera sólida. Y cualquiera de ellos también
alertará sobre el peligro potencial que representa “crecer de golpe”. En
esencia, es el mismo principio.
Génesis 33:13-14 RVC
13 Pero Jacob le dijo: «Mi señor sabe que los
niños son débiles, y que tengo ovejas y vacas recién paridas; si se les fatiga,
en un solo día pueden morir todas las ovejas.
14 Ruego a mi señor adelantarse a su siervo,
que yo iré poco a poco, al paso del ganado que va delante de mí y al paso de
los niños, hasta alcanzar a mi señor en Seir.»
Aunque Jacob, haciendo honor a su nombre, no
iba a ir realmente a Seir, expresa una aplicación de este principio; no se
puede avanzar más rápido de lo que pueda hacerlo la parte más débil del grupo,
la parte más vulnerable, que es precisamente la parte más joven, es decir, la
que estamos empezando a desarrollar, el “territorio recientemente conquistado”.
Avance gradual, paciencia con lo que falta,
confianza en Dios y en Su misericordia de que nos ayudará con las áreas que
todavía están débiles, fe en que bendecirá aquello poco o mucho que hayamos
conseguido, y fe en que lo multiplicará a su debido tiempo. Con esto en mente
muy fácilmente derrotamos el desánimo que viene de mano del Adversario cuando
nos trae a memoria todo lo que aún falta e intenta minimizar lo que hemos
alcanzado.
Una palabra de advertencia. De la mano del
falso evangelio de la prosperidad viene también el falso evangelio del exitismo
cristiano (que en esencia es lo mismo), con una “medida de éxito” que nada
tiene que ver con el verdadero éxito según Dios sino con el éxito terrenal,
material, visible y profundamente satánico. Esos predicadores del “éxito y
desarrollo cristiano”, si no tienen la mente de Cristo, ponen la pesadísima
carga sobre los hombros de los hermanos de “tener éxito”, grande y rápido, de
avanzar rápidamente “sobre un mundo que se pierde”; es decir, intentan acelerar
el normal desarrollo de cada persona y ministerio, con lo que lo están empujando
a la destrucción. ¡Cuidado con ellos! Su mensaje suena por demás de justo, pero
no generan paz en el corazón (que es señal de la voz de Dios) sino
intranquilidad y culpa. Finalmente, la obra del Evangelio NO ES MÍA, es del
Señor, Él es el Salvador, Él es el Señor del mundo y Él se cuidará de que todos
los que tengan que escuchar, escuchen, y de que todos los que tengan que
recibir ministración y bendición la reciban en la medida que Él ha dispuesto
sobre esta tierra. ¡NO es necesario que me “acelere” más allá de mis
posibilidades!
Teniendo paz con estas cuestiones, estamos
libres para crecer al ritmo normal que Dios ha dispuesto para cada uno. Y
cuando lo hagamos, en algo que parece lento, descubriremos que es la forma más
rápida y poderosa de conquista espiritual. ¡Señor, danos la gracia para
hacerlo!
Danilo Sorti
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