lunes, 14 de agosto de 2017

158. No lo decidimos nosotros…

Isaías 46:9-10 RVC
9 Recuerden los primeros sucesos de antaño, porque yo soy Dios, y no hay otro. ¡Nada hay semejante a mí!
10 Yo anuncio desde un principio lo que está por venir; yo doy a conocer por anticipado lo que aún no ha sucedido. Yo digo: “Mi consejo permanecerá, y todo lo que quiero hacer lo haré.”

Efesios 1:11 RVC
11 En él asimismo participamos de la herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace según el designio de su voluntad,


De principio a fin la Biblia nos muestra a un Dios soberano, que tiene la capacidad de decidir y de hacer conforme a Su voluntad.

Podemos llegar a comprender algo de Dios, podemos llegar a entender algunos principios generales de Su obrar, podemos vivir en Sus leyes y saber qué nos espera en el futuro, pero NUNCA podremos “reducir” a Dios a unas cuantas fórmulas, NUNCA podremos limitarlo a unos cuantos principios, NUNCA podremos abarcar todo su actuar en unos cuantos conceptos, NI MUCHO MENOS podremos llegar a “obligar” a Dios con nuestras “prácticas religiosas”.

Dios es soberano, lo que quiere hace. Él no es “caprichoso” ni impredecible, al contrario, anuncia lo que vendrá con suficiente anticipación para el que quiere oír, es más, lo anuncia con tanto tiempo que más de uno llega a pensar que finalmente no se cumplirá por la demora. Pero Él sigue siendo soberano: es soberano en dar vida y en quitarla, es soberano en construir y destruir, es soberano en crear y en extinguir, es soberano en hablar y en callar, es soberano en bendecir y en declarar juicio, es soberano en exaltar y en humillar.

En Su soberanía Él inclina su oído y busca algún fiel que interceda para evitar destrucción y maldición, pero finalmente es Él quien tiene autoridad para determinar lo que sucederá. Es misericordioso y paciente, y toma en consideración a Sus creaturas, pero no deja de ser Dios.

Él dispone los sucesos que enfrentaremos, Él evita y Él permite. Él sabe cuándo bendecir, y sabe cuándo abstenerse de bendecir, y hasta dónde. Él dispone nuestros encuentros y nuestros desencuentros, las oportunidades que se abren y las que se cierran, cuándo se han de abrir y cuándo se habrán de cerrar.

¿No tenemos acaso control y libre albedrío sobre nuestra vida? Sí, dentro de los límites que Él dispuso, y aún nuestra propia voluntad dentro de esos límites no escapa de Su mayor voluntad.

Pretender manipular a alguien es hechicería, y sutilmente podemos caer en esas prácticas: si ofrendamos, si ayunamos, si oramos, si servimos o hacemos cualquier cosa para Dios no estamos manejando Su voluntad, a lo sumo podemos cambiar Su obra en cuestiones específicas, que Él mismo ha puesto bajo nuestra “voluntad”. Si desobedecemos Sus planes hacemos los nuestros, y entonces sí podemos decir que hemos hecho “nuestra voluntad”… ¿pero a qué costo?

Hermanos, cuidemos que nuestra espiritualidad no sea un intento sutil de manipular a Dios para nuestra conveniencia, de lograr que “no se enoje” y nos de lo que queremos, y no nos engañemos si en algún momento Dios lo hace por misericordia. No nos enojemos si Dios no responde a “mis caprichos”, si no cambia las situaciones que me molestan o no va a hacer en el futuro lo que yo quisiera.

Antes de preocuparnos en “cómo lograr” cosas en la vida cristiana, que en esencia significa cómo hacer para que Dios me bendiga, preocupémonos en escuchar Su voz y acomodarnos a Su voluntad. No nos olvidemos nunca que esta NO ES nuestra tierra, finalmente somos extranjeros aquí, debemos bendecir este mundo mientras estemos, pero no debemos esperar el pleno cumplimiento de nuestras esperanzas; eso sólo ocurrirá en Su Presencia. ¡Qué el Señor nos de Su gracia!


Danilo Sorti




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