domingo, 13 de agosto de 2017

106. El fin de la misión de la Iglesia

Mateo 28:18-20 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
20 Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.» Amén.


Mateo 24:14 RVC
14 Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.


Hechos 1:6-8 RVC
6 Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: «Señor, ¿vas a devolverle a Israel el reino en este tiempo?»
7 Y él les respondió: «No les toca a ustedes saber el tiempo ni el momento, que son del dominio del Padre.
8 Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»


Jesús estableció muy bien cuál era la obra de la Iglesia hasta que Él volviera; anunciar el Evangelio a todas las naciones, y hacer discípulos en todas ellas. Notemos bien que hay un límite que a veces se olvida: “hagan discípulos EN todas las naciones”, “para TESTIMONIO a todas las naciones”, “serán mis TESTIGOS”. No vamos a transformar a las naciones en cristianas, aunque han existido y existen movimientos que afectan a toda una nación o a una región importante hacia la conversión y creo que debemos orar activamente por ellos. Repito: yo creo que es posible (en cierto sentido al menos) “discipular naciones” y creo que ocurrirá más cerca del fin, pero nunca debemos olvidar que el Reino Venidero no lo estableceremos nosotros, con nuestro esfuerzo evangelístico, sino Cristo cuando venga. Ese es un límite.

Por eso nos manda a ser testigos, pero no nos pide que cambiemos políticamente las naciones aunque nada impide que influyamos. Por eso tampoco responde a la pregunta política de Sus discípulos respecto del Reino Venidero: aunque ellos quizás no lo sabían, “¿vas a devolverle a Israel el reino en este tiempo?”, estaba relacionada con el período mundial de paz y abundancia que vendría durante el Milenio, pero lo cierto es que no les correspondía a ellos ocuparse ni preocuparse de esa actividad “política” sino de testificar.

La Iglesia, con luces y sombras, ha desarrollado durante casi dos milenios ese trabajo, que se ha acelerado enormemente en los últimos siglos y especialmente en las últimas décadas. Muchos cristianos están mirando señales y personajes que aparecen en la escena política mundial para determinar los tiempos, pero los tiempos los va a determinar exclusivamente el Señor cuando Su comisión para la Iglesia sea completada: llevar el mensaje a todos (evangelizar) y hacer discípulos (llevar a un nivel de madurez espiritual).

Por eso la obra misionera (ya sea de evangelización como de discipulado) es tan importante, porque es lo que marca el término del mandato que el Señor nos dio como Cuerpo hace casi dos milenios. Todos los santos de la antigüedad que murieron y están en el cielo, esperan impacientemente que nosotros terminemos la obra para poder resucitar con su cuerpo nuevo.

La obra no es ni únicamente evangelizar ni únicamente hacer discípulos, es ambas cosas. En eso tenemos que concentrarnos. Todas las actividades seculares que tengamos de aquí en más, faltando tan poco para el fin, tienen sentido en la medida que sirven para dar un testimonio natural del poder de Dios para cambiar vidas, llegar a personas que de otra forma no llegaríamos, y evitar que el “sistema” se termine de “podrir” antes de tiempo.

Hermano, puede ser que el mundo diga que vos son un “sobrante” de la humanidad, que no sos necesario para que la rueda capitalista siga girando, pero para Dios y para los millones de santos perfeccionados que están en el cielo, sos indispensable para que sea terminada la obra que el mismo Señor Jesucristo comenzó pero que no terminó porque nos correspondía hacerlo a nosotros. ¡No hay lugar allí para ningún sentimiento de inferioridad o inutilidad! ¡Gloria sea a Dios!


Danilo Sorti




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