viernes, 18 de agosto de 2017

177. ¿Quién podrá creer lo que Dios va a hacer?

Juan 12:37-40 RVC
37 Y a pesar de que había hecho tantas señales ante ellos, no creían en él;
38 para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías, que dijo: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?»
39 Por esto no podían creer, pues Isaías también dijo:
40 «Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane.»

Habacuc 1:5 DHH
5 “Miren ustedes a las naciones que los rodean;
mírenlas y llénense de espanto.
Estoy a punto de hacer cosas tales
que ustedes no las creerían, si alguien se las contara.


En algún momento del caminar cristianos se nos mete en la cabeza que “ya sabemos” cómo actúa Dios, qué hace, qué va a hacer, y qué no va a hacer; llega un momento en que creemos ya saber cómo piensa Dios. Probablemente hemos estudiado varios años de teología, a lo mejor tenemos un título formal, hemos asistido a tantos seminarios, escuchado tantas predicaciones, que “ya entendemos todo” lo que hay que entender, y si acaso hubiera algo nuevo, no se puede salir de los principios y formas que ya conocemos.

Claro, nadie diría esto así, tan directamente, pero los hechos demuestras que se cree y mucho. ¿Cómo? Sencillo, al ver como los hermanos rechazan de plano una interpretación o un mensaje profético que no cuadre dentro de sus esquemas ya bien armados.

Yo no estoy generalizando aquí ni estoy diciendo que les pase a todos los cristianos, simplemente estoy diciendo que a un porcentaje bastante grande de ellos les ocurre, y a todos nos ha pasado (o nos puede pasar) en algunos momentos.

Está bien, hay algo lógico: la misma Biblia nos pide discernir lo que escuchamos. Eso no está mal. Lo que está mal es basar el discernimiento en lo que ya conocemos, más precisamente, en la interpretación y esquemas teológicos que ya recibimos.

Ahora bien, la Biblia es la verdad eterna y la medida de toda doctrina: ningún sueño, ninguna profecía, ninguna enseñanza ni testimonio, por más impactante que sea, no importa que lo diga un apóstol un profeta o el vecino de la esquina ES LA MEDIDA de la doctrina. Todo ello puede ser una aclaración, una profundización, una actualización de la verdad eterna y así funciona cuando viene de parte de Dios. La enorme cantidad de sueños, visiones y profecías que el Señor está apresuradamente trayendo en estos últimos tiempos precisamente sobre los últimos tiempos no alteran en esencia lo que la misma Biblia ya dijo, lo amplían y lo aplican específicamente a diversos lugares, iglesias y personas.

Ahora bien, la Biblia es la medida, la “regla” para cualquier enseñanza o revelación, la Biblia, ¡no mi entendimiento de ella! La diferencia puede parecer muy sutil, pero no lo es. Una cosa es lo que dice la Biblia, otra muy distinta es lo que yo entiendo o lo que mi denominación “oficialmente” entiende y enseña de la Biblia. Nada de esto último es verdad absoluta ni regla de fe; en el mejor de los casos puede contener mucho de verdad, puede tener instrucciones muy valiosas, pero no es de ninguna manera “la fe que una vez fue entregada al pueblo santo”, como dice Judas. Es solo una expresión, un entendimiento de ella, y que por lo tanto está necesariamente incompleto, parcial y seguramente con errores. Nadie dice que no sea útil y que no haya servido para salvación de muchos, simplemente, necesita todavía ser perfeccionado, en la medida que el Espíritu arroja más luz sobre Su Palabra.

Entonces, cuando el mensaje de Dios resulta demasiado “extraño” a la teología conocida nos encontramos en una disyuntiva: o lo rechazamos de plano en base a los marcos de pensamiento que ya sabemos o asumimos el riesgo de orar y analizarlo a la luz de la Palabra. Notemos bien que en ningún momento estoy diciendo que hay que creer todo lo nuevo por el sólo hecho de ser nuevo; así es como la perniciosa teología de la prosperidad y el materialismo se infiltró e hizo estragos  en la iglesia.

Pero estar abiertos para que el Espíritu nos hable respecto de lo nuevo, releer la Biblia con nuevos marcos interpretativos, orar de verdad para entender si esto “nuevo y extraño” es así, y estar dispuesto a aceptarlo, cambiar los marcos de pensamiento viejos y aguantar la confrontación con mis hermanos que siguen aferrados a ellos, es la actitud de verdadero valor que debemos tener. Con el tiempo me he dado cuenta de que para la mayoría de las personas es mucho más fácil aceptar la muerte que cambiar su manera de pensar, aún en cuestiones mucho menos trascendentes que las realidades espirituales. Para muchos cristianos, el solo hecho de haber aceptado a Cristo una vez y haber tenido que cambiar radicalmente su visión de las cosas es suficiente y no están dispuestos a hacer más cambios.

Dios está mostrando claramente los eventos del futuro inmediato, y esto es crucial porque es el momento del “parto” de la iglesia. El parto en sí es un período muy breve en comparación con lo que dura la gestación y la vida de una persona, pero es especialmente crítico y bien vale toda la preparación que hay en torno a él. Lo mismo para la Iglesia hoy. Antes de rechazar esas visiones y revelaciones que parecen tan extrañas, más vale mirémoslas a la luz de la Palabra y de la voz del Espíritu, ¡no a la luz de nuestros propios prejuicios!


Danilo Sorti




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