Juan 12:37-40 RVC
37 Y a pesar de que había hecho tantas
señales ante ellos, no creían en él;
38 para que se cumpliera la palabra del
profeta Isaías, que dijo: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a
quién se ha revelado el brazo del Señor?»
39 Por esto no podían creer, pues Isaías
también dijo:
40 «Cegó los ojos de ellos, y endureció su
corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se
conviertan, y yo los sane.»
Habacuc 1:5 DHH
5 “Miren ustedes a las naciones que los
rodean;
mírenlas y llénense de espanto.
Estoy a punto de hacer cosas tales
que ustedes no las creerían, si alguien se
las contara.
En algún momento del caminar cristianos se
nos mete en la cabeza que “ya sabemos” cómo actúa Dios, qué hace, qué va a
hacer, y qué no va a hacer; llega un momento en que creemos ya saber cómo
piensa Dios. Probablemente hemos estudiado varios años de teología, a lo mejor
tenemos un título formal, hemos asistido a tantos seminarios, escuchado tantas
predicaciones, que “ya entendemos todo” lo que hay que entender, y si acaso hubiera
algo nuevo, no se puede salir de los principios y formas que ya conocemos.
Claro, nadie diría esto así, tan
directamente, pero los hechos demuestras que se cree y mucho. ¿Cómo? Sencillo,
al ver como los hermanos rechazan de plano una interpretación o un mensaje
profético que no cuadre dentro de sus esquemas ya bien armados.
Yo no estoy generalizando aquí ni estoy
diciendo que les pase a todos los cristianos, simplemente estoy diciendo que a
un porcentaje bastante grande de ellos les ocurre, y a todos nos ha pasado (o
nos puede pasar) en algunos momentos.
Está bien, hay algo lógico: la misma Biblia
nos pide discernir lo que escuchamos. Eso no está mal. Lo que está mal es basar
el discernimiento en lo que ya conocemos, más precisamente, en la interpretación
y esquemas teológicos que ya recibimos.
Ahora bien, la Biblia es la verdad eterna y
la medida de toda doctrina: ningún sueño, ninguna profecía, ninguna enseñanza
ni testimonio, por más impactante que sea, no importa que lo diga un apóstol un
profeta o el vecino de la esquina ES LA MEDIDA de la doctrina. Todo ello puede
ser una aclaración, una profundización, una actualización de la verdad eterna y
así funciona cuando viene de parte de Dios. La enorme cantidad de sueños,
visiones y profecías que el Señor está apresuradamente trayendo en estos
últimos tiempos precisamente sobre los últimos tiempos no alteran en esencia lo
que la misma Biblia ya dijo, lo amplían y lo aplican específicamente a diversos
lugares, iglesias y personas.
Ahora bien, la Biblia es la medida, la
“regla” para cualquier enseñanza o revelación, la Biblia, ¡no mi entendimiento
de ella! La diferencia puede parecer muy sutil, pero no lo es. Una cosa es lo
que dice la Biblia, otra muy distinta es lo que yo entiendo o lo que mi denominación
“oficialmente” entiende y enseña de la Biblia. Nada de esto último es verdad
absoluta ni regla de fe; en el mejor de los casos puede contener mucho de
verdad, puede tener instrucciones muy valiosas, pero no es de ninguna manera “la
fe que una vez fue entregada al pueblo santo”, como dice Judas. Es solo una
expresión, un entendimiento de ella, y que por lo tanto está necesariamente
incompleto, parcial y seguramente con errores. Nadie dice que no sea útil y que
no haya servido para salvación de muchos, simplemente, necesita todavía ser
perfeccionado, en la medida que el Espíritu arroja más luz sobre Su Palabra.
Entonces, cuando el mensaje de Dios resulta
demasiado “extraño” a la teología conocida nos encontramos en una disyuntiva: o
lo rechazamos de plano en base a los marcos de pensamiento que ya sabemos o
asumimos el riesgo de orar y analizarlo a la luz de la Palabra. Notemos bien
que en ningún momento estoy diciendo que hay que creer todo lo nuevo por el
sólo hecho de ser nuevo; así es como la perniciosa teología de la prosperidad y
el materialismo se infiltró e hizo estragos
en la iglesia.
Pero estar abiertos para que el Espíritu nos
hable respecto de lo nuevo, releer la Biblia con nuevos marcos interpretativos,
orar de verdad para entender si esto “nuevo y extraño” es así, y estar
dispuesto a aceptarlo, cambiar los marcos de pensamiento viejos y aguantar la
confrontación con mis hermanos que siguen aferrados a ellos, es la actitud de
verdadero valor que debemos tener. Con el tiempo me he dado cuenta de que para
la mayoría de las personas es mucho más fácil aceptar la muerte que cambiar su
manera de pensar, aún en cuestiones mucho menos trascendentes que las
realidades espirituales. Para muchos cristianos, el solo hecho de haber
aceptado a Cristo una vez y haber tenido que cambiar radicalmente su visión de
las cosas es suficiente y no están dispuestos a hacer más cambios.
Dios está mostrando claramente los eventos
del futuro inmediato, y esto es crucial porque es el momento del “parto” de la
iglesia. El parto en sí es un período muy breve en comparación con lo que dura
la gestación y la vida de una persona, pero es especialmente crítico y bien
vale toda la preparación que hay en torno a él. Lo mismo para la Iglesia hoy.
Antes de rechazar esas visiones y revelaciones que parecen tan extrañas, más
vale mirémoslas a la luz de la Palabra y de la voz del Espíritu, ¡no a la luz
de nuestros propios prejuicios!
Danilo Sorti
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