viernes, 18 de agosto de 2017

181. ¿Los pastores son dueños de la congregación? ¿Dios les dio autoridad absoluta?

Mateo 16:18 RVC
18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.

Los primeros cristianos jamás se hubieran hecho la pregunta del título, ¿por qué? Sencillamente porque ellos sabían perfectamente qué era una “iglesia”, una “ekklesia”.

Ahora bien; había otras formas de organización social en aquel entonces, tal como las hay actualmente. Existía la familia extendida, más parecido al “clan” que a la familia nuclear de hoy; y aunque el Señor compara a la iglesia con la familia no es la imagen principal en el Nuevo Testamento, y más precisamente habla de la relación de hermanos.

También existía el ejército, con una estructura vertical, tampoco el Señor usa esa imagen y sólo aparece de manera más bien secundaria.

Existían los templos y las estructuras sacerdotales, ¡el Señor ni siquiera extiende la imagen del sacerdocio del Antiguo Pacto! Tampoco es una imagen común para referirse a la iglesia, por más que a unos cuantos pastores y apóstoles les encante hablar de la “sucesión sacerdotal” para ubicar a sus hijos en puestos de autoridad.

La palabra que utiliza es “iglesia”, concepto pervertido por los lobos rapaces en las últimas décadas, pero sumamente claro para los primeros oyentes. ¿Qué entendían ellos? Veamos una definición breve:

“La ekklesía o ecclesía (del griego antiguo «ἐκκλησία») era la principal asamblea de la democracia ateniense en la Grecia clásica. Fue instaurada por Solón en el 594 a. C. y tenía un carácter popular, abierta a todos los ciudadanos varones con 2 años de servicio militar, incluso a los tetes (los ciudadanos libres más pobres).

“La ekklesía era utilizada para designar magistrados, de manera que estos eran elegidos mediante el sorteo, participando todos los atenienses que formasen parte de la asamblea. De esta forma, también elegían de forma indirecta a los componentes del Areópago, quienes eran elegidos por los magistrados electos por la ekklesía.

“Entre otras cosas, la asamblea tenía la última palabra en lo referente a la legislación ateniense, las declaraciones de guerra, la firma de la paz, la estrategia militar, la elección del strategos y otros oficiales y poseía la facultad de llamar a los magistrados a rendir cuentas ante ella al final del año de su mandato.” (Wikipedia)

Aunque en la práctica no todos los ciudadanos participaban y los esclavos, obviamente, estaban excluidos, el concepto de participación democrática, de autoridad popular y de capacidad de decisión estaba profundamente marcado en ella. Nada que ver con el “intento de reinado” de tantos pastores hoy día.

Decir “iglesia” para un griego era decir una asamblea en la que tendría tanto el derecho de participar como la responsabilidad de hacerlo. Pero hay más. Los judíos tenían algo muy similar a la ekklesía, la sinagoga:

“La sinagoga era una institución laica; ni los jefes (Hch. 13:15), ni su presidente el principal (gr. arjisynagogos), eran sacerdotes o fariseos necesariamente. Tampoco lo era el ministro (gr. hypéretes), que velaba por el orden del culto (Lc. 4:20). La lectura y la explicación de las porciones asignadas de la Ley y de los profetas (cp. Lc. 4:16-20; Hch. 13:14-48) no eran prerrogativa de ningún partido religioso. Cuando los cristianos primitivos celebraban sus cultos, una de las mayores influencias formativas fue la liturgia de la sinagoga.” (“Sinagoga” del Diccionario Ilustrado de la Biblia, Ed. Caribe, 1990)

“Como se trata de un sitio no solo de oración y estudio, sino también uno de reunión, diálogo e interpretación, la sinagoga es conocida en hebreo como בית הכנסת (Beit ha-Kneset), expresión que significa 'Casa de Asamblea'.” (Wikipedia)

Aunque no tenía las mismas funciones políticas, al menos no directamente, funcionaba como una asamblea bajo la autoridad de las Escrituras. De nuevo, nada parecido a una “monarquía vertical” aquí. Pero hay más.

“Sir William Ramsay vio en la configuración del imperio romano un antecedente de lo que bien pudo haber afectado el pensamiento de Pablo. Cualquier grupo de ciudadanos romanos, reunidos en cualquier parte del mundo, constituía un conventus civium romanorum, una “asamblea de ciudadanos romanos”. Doquiera estuvieran reunidos, eran parte de la gran comprensión de Roma. No tenían sentido al margen de Roma; eran parte de la gran unidad; y, cualquier ciudadano romano que llegara a esa ciudad, era automáticamente un miembro más del grupo.” (“Palabras griegas del Nuevo Testamento”, de W. Barclay, Casa Bautista de Publicaciones, 9na edición, 2002).

Aunque no exactamente una ekklesía, y con más autoridad verticalista, de nuevo tenemos algo parecido entre los romanos esparcidos por el imperio.

Resumiendo: tanto los griegos, como los judíos como los romanos, que conformaron el triple sustrato cultural de la naciente iglesia, tenían organizaciones parecidas: asambleas más o menos democráticas, todas con ciertos requisitos de membresía y participación, con capacidad de decidir y exigencia de asumir la responsabilidad, todas bajo su respectiva ley, las que normalmente nombraban a sus propias autoridades… Tal como fue la forma de iglesia hasta el siglo pasado.

Pero hacia las últimas décadas del siglo XX, se levantaron voces de reconocidos maestros dentro de las iglesias enseñando que esa forma “congregacional” de gobierno no era adecuada para los nuevos tiempos que se avecinaban, y era necesario delegar más autoridad en una persona. El tema es demasiado largo para un artículo, no quiero afirmar que la forma estrictamente democrática sea la más correcta ni que una importante dosis de autoridad sobre una persona sea necesariamente incorrecto, pero lo cierto es que ellos allanaron el camino para llegar a la situación actual, en la que prácticamente se da por aceptado que el pastor es el dueño de la iglesia, el único que pude escuchar la voz de Dios para esa congregación, el único responsable y si alguien osara contradecirlo recibiría la máxima colección de juicios divinos sobre sí. ¡Nada de eso existía en la mente de los primeros cristianos! Ni Jesús ni los apóstoles tuvieron que explicar demasiado sobre el funcionamiento de la iglesia porque las estructuras seculares de ese entonces ya decían casi todo.

Como siempre, el error de uno se sostiene en la ignorancia y el error de los muchos. Sencillamente, son los hermanos quienes aceptan esta situación como normal y luego sufren en silencio los abusos. Hermanos amados por el Señor: ¡ustedes están pecando al aceptar un modelo antibíblico! Si luego son explotados por líderes abusadores, sepan que ustedes mismos lo quisieron.

Ahora bien, volvamos a la ekklesía:

“El poder soberano pertenecía a la asamblea del pueblo. Esta es la diferencia fundamental entre la democracia ateniense y la moderna. En la democracia moderna el gobierno es representativo, en Atenas la democracia era directa: era el conjunto de los ciudadanos en la asamblea el que votaba las leyes, declaraba la guerra y elegía los magistrados.

“En teoría, para entrar en la ecclesia se requerían solamente dos condiciones: ser ciudadano —desde la ley de Feríeles, el hijo varón de padre y madre atenienses— y ser mayor de edad.

“En la práctica, solamente participaba en las sesiones una fracción del pueblo; nunca más de dos o tres mil ciudadanos, la mayoría de ellos vecinos de Atenas. Para ciertas resoluciones que tenían que ser tomadas “por todo el pueblo” se exigía un quorum de 6 000 personas. La abstención, sin embargo, no era practicada igualmente por todas las clases de la sociedad.

“Muchos de los ricos no participaban por no molestarse o porque evitaban juntarse con la muchedumbre; la gente de la costa, no lo hacía porque prefería el producido de la pesca y el comercio a los discursos solemnes; los campesinos en raras ocasiones descendían a Atenas. El público habitual de la asamblea eran los artesanos y pequeños comerciantes de la ciudad.” (LAS INSTITUCIONES DEMOCRÁTICAS EN GRECIA ANTIGUA ASAMBLEA ECCLESIA, www.historiaybiografias.com)

Aunque la idea original de la ekklesía era fantástica, finalmente no todos estaban dispuestos a pagar el precio del “ejercicio ekklesiástico”. El modelo monárquico de gobierno actual de la iglesia es, finalmente, lo más cómodo para la mayoría, pero, de nuevo, nunca fue el propósito del Señor. La participación en asamblea es un ejercicio que pude resultar arduo y frustrante, la asamblea de los santos solamente funciona cuando el Espíritu Santo se mueve entre ellos, sino degenera en una asamblea societaria de un club religioso.

¡Nadie dijo que sería fácil! ¿Podremos asumir el desafío? ¡¡Señor, ayúdanos!!





Danilo Sorti




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