lunes, 14 de agosto de 2017

136. Las bendiciones que se desatan en el orden divino

Romanos 11:11-12 RVC
11 Pregunto entonces: «¿Será que los de Israel tropezaron para caer?» ¡De ninguna manera! Más bien, su transgresión redundó en la salvación de los no judíos, para que los israelitas se pongan celosos.
12 Pues si su transgresión ha enriquecido al mundo, y su fracaso ha enriquecido a los no judíos, ¡mucho más será lo que logre su plena restauración!

Pablo se está refiriendo aquí a un acontecimiento del fin de los tiempos, pero también está exponiendo un principio espiritual.

Israel debía haber aceptado al Mesías y transformarse así en una nación sacerdotal que extendiera el mensaje hacia el resto de las naciones. No ocurrió, fracasó en cumplir su misión, fue desechada por un tiempo y Dios estableció otro pueblo, la Iglesia, que cumplió la función de mensajero que Israel rechazó. Pero la Iglesia nunca pudo ni podrá establecer el Reino Davídico restaurado sobre la tierra, no le compete a la Iglesia “traer” las bendiciones del Milenio ni el Señor le encargó tal misión; sólo Israel puede hacerlo una vez que haya sido restaurada.

Aquí hay un error histórico: vez tras vez la iglesia ha querido traer el reino político a la tierra, a veces de manera directa otras de manera indirecta. A veces se han logrado grandes bendiciones y otras, grandes desastres. Lo cierto es que nunca fue la misión encomendada a la Iglesia, le corresponde al Mesías cuando vuelva a reinar, desde un Israel santo.

Aunque no tenemos toda la información que quisiéramos sobre ese tiempo futuro, y no voy a hablar en profundidad aquí sobre eso, del pasaje de Romanos surge una esperanza de algo muy glorioso que ocurrirá cuando Israel haya sido restaurada. No sabemos todo lo que eso implica, no se nos dice mucho en el Nuevo Testamento, algo se menciona en el Viejo, pero sabemos que será maravilloso. Esta es una esperanza que aceptamos por fe y de la que muy pocas veces escuché predicar.

¿Qué nos enseña esto en el aquí y ahora?

Por un lado, el Eterno no está sujeto a nuestros fracasos y desobediencia. Por otro, cada uno tiene una parcela única dentro del plan perfecto de Dios, y si no la cumple, algo quedará sin hacerse y gente sufrirá innecesariamente.

Inconsciente y conscientemente muchos rechazan que eso sea así, es decir, que haya una responsabilidad encomendada únicamente a mí y que si yo no la cumplo, quede un hueco en la obra de la iglesia, pero yo entiendo que es así. Ahora bien, es perfectamente cierto que el Espíritu puede reasignar una labor que no fue cumplida, y diría que es lo más común, es más, ¡fue lo que pasó con la Iglesia! Aunque nada escapa a la presciencia de Dios y finalmente Sus planes se cumplirán, hay mucho en el aquí y ahora que no es como debiera.

Claro, si cada persona cumpliera exactamente el plan perfecto de Dios para su vida, no estaríamos preocupándonos ni por Satanás, ni por los acontecimientos finales, ni por la enfermedad, ni por ninguno otro de los innumerables problemas que aquejan nuestro mundo. Es parte de la naturaleza humana caída no cumplir con el propósito perfecto. Pero NO DEBERÍA ser parte de la naturaleza de los hijos de Dios.

Cada uno de nosotros (o al menos la gran mayoría) tiene planes inconclusos de Dios sobre él, mientras que está ocupado con cosas en las que nunca debió meterse. Y aunque el Señor pueda transformar absolutamente todo para bien (en los que se acercan a Él), ya hubo una demora, ya se perdió un tiempo que no se recuperará, y hasta es posible que se hayan perdido definitivamente algunos segmentos del plan para nosotros.

Viceversa, cuando nos enfocamos en el plan perfecto de Dios, que a veces no parece ni tan espectacular, ni tan bonito ni tan importante como creemos, entonces se cumple en pequeño lo que un día se cumplirá en grande, tal como leímos en Romanos 11.

Hay cosas maravillosas detrás de ese llamado que no estás procurando buscar, o que estás rechazando; por otro lado, hay un hueco dentro del propósito de Dios que estás dejando por tu desobediencia, y muy probablemente haya almas que se perderán eternamente por ello. Por otro lado, si estás ocupando un lugar que no te corresponde, no solo estás dejando el hueco sino que además estás impidiendo que otro, que sí fue llamado, ocupe ese lugar que estás usurpando. Esto que digo es válido tanto para los (así llamados) grandes apóstoles y profetas de renombre internacional como para el ujier de la iglesia más pequeña del barrio, sin ánimo de desmerecer ningún oficio porque tengo la plena convicción de que un humilde ujier de una pequeña iglesia, que está cumpliendo la voluntad de Dios, hace mucho más por el Reino de los Cielos que unos cuantos de los “grandes y famosos” apóstoles, profetas y cantantes cristianos, que harían muy bien en preocuparse por escapar de la condenación eterna de los hipócritas.

Puede haber muchos obstáculos (reales y mentales) para que ocupes tu verdadero ministerio, pero en el difícil camino de hacerlo nunca te olvides que eso redundará en una manifestación maravillosa del poder de Dios. ¡A Él sea toda la gloria!


Danilo Sorti




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